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Medicina y humor

Medicina y humor
Medicina y humorlarazon

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), enfermedad es: “la alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y unos signos característicos, y cuya evolución es más o menos previsible”. Estar enfermo es una cosa natural, y las enfermedades no discriminan a nadie, no entienden de clases sociales ni de inteligencia, ni de talento. Nos afecta a todos por igual, a ricos a pobres, a los guapos y a los feos. Lo que quiere decir que todos a lo largo de la vida vamos alguna vez a la consulta de un médico.

Cuando cruzamos el umbral de la puerta de un consultorio médico, y lo sé por experiencia, los pacientes se contagian de esa seriedad, de esa solemnidad que envuelve ese mítico espacio que es una consulta para impregnarse de principios éticos y deontológicos, es como si nos eliminasen de golpe el sentido del humor y como si la medicina nos impidiese reírnos.

Pero nada más lejos de la realidad, el medico al igual que las enfermedades nos afectan a todos, los médicos somos iguales al resto, más serios más simpáticos, más tristes, más desgraciados, pero en definitiva iguales al resto de los mortales, y el humor también se encuentra en nuestras consultas, en nuestros hospitales. Existen infinidad de anécdotas en el mundo de la medicina, tengo bastantes colegas médicos que podrían escribir auténticas obras de literatura humorística simplemente contando su día a día.

La salud no es cosa de risa, pero la risa si es salud. Cada consulta, cada hospital y cada paciente son una autentica caja de sorpresa. Durante mi ejercicio profesional como médico, he vivido anécdotas a las que me gustaría añadirle una moraleja y quisiera compartir.

Año 2000, carretera A-45, une las ciudades de Córdoba y Granada. Una mañana fría y lluviosa de enero. Como cada semana el coche es testigo de la unión de consultas. Poca visibilidad, un despiste y un choque frontal entre dos vehículos, Paro el coche y con urgencia me dispongo a atender a los pacientes no como médico sino como ser humano preocupado por la gravedad del caso. Los accidentes en carretera son un drama, incluso cuando son pequeños ya que son muy aparatosos. Los heridos no revestían gravedad a simple vista, enseguida acudió una patrulla de la Guardia Civil de Tráfico restableciendo la circulación y hasta que llegó la ambulancia, que me ayudo a atender a los heridos. Al estar los heridos ya atendidos por mí y por los profesionales de atención sanitaria veo a los agentes de la Guardia Civil que con linternas buscaban en los alrededores donde se había producido el accidente. Mi intención era seguir ayudando, hasta que, al poco tiempo, y después de preguntar que buscábamos, me responden que, al conductor del segundo vehículo, que no aparecía y debería estar entre los matorrales. Lógico que no estuviese tumbado, agonizante entre los matojos. Era yo. Moraleja: El médico es médico hasta cuando es el mismo accidentado.

Cuando un paciente entra en una consulta una de las cualidades del médico debe ser principalmente, saber escuchar. Tener empatía con el paciente, la pasión por la medicina, nuestro afán por ayudar no nos deber impedir escuchar al paciente.

En una ocasión vino a verme a mi consulta de medicina regenerativa, y estética. una paciente. Guapa, elegante, junto a ella una prominente verruga en la nariz, justo en la punta de la nariz. Enseguida sin atender a sus explicaciones me propongo solucionar su problema, le explicó que hoy en día, con la posibilidad del láser es bastante fácil eliminar, por ser este el tratamiento más recomendable y utilizado y que está focalizado en una zona de una fácil regeneración. La paciente después de estar asintiendo afirmativamente a mis explicaciones con un tono de voz bastante rudo, lógicamente, me dice: “Doctor, no tengo nada, absolutamente nada, en la nariz me encuentro bien. Yo he venido a verle por esta manchita que me ha salido en la cara. De la nariz estoy perfectamente.”

Moraleja: Una buena anamnesis. Es decir, saber escuchar, para recoger buenos datos para un diagnostico objetivo.

Y todo ello con humor, que la medicina no sea algo serio y riguroso, saber reírse es bueno incluso cuando lo hacemos de nosotros mismos. Y pensar como decía Jardiel Poncela, que “La medicina es el arte de acompañar al sepulcro con palabras griegas”, nada más.