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#IgnacioEcheverría: el héroe y los miserables
El asesinato a manos del terrorismo yihadista de Ignacio Echeverría, ha mostrado lo mejor y lo peor de nuestra sociedad.
Mientras la gente normal, que es la inmensa mayoría, ha llorado el crimen y le ha dedicado homenajes y recuerdos a su víctima, tanto en persona como en las redes sociales; mientras en el ayuntamiento de Las Rozas se sucedían los homenajes y firmas en el libro de condolencias, además de conocerse que le otorgarán la primera medalla de la ciudad y que un espacio público llevará, como el instituto en el que estudió, su nombre; mientras el gobierno de España lo condecoraba; mientras la Xunta de Galicia se enorgullecía de su paisano gallego; mientras en Comillas - donde veraneaba- se sucedían los homenajes, hemos visto el reflejo de lo más ruin y miserable del ser humano.
No solamente hablamos de los tuits repugnantes que le llamaban tonto por enfrentarse a los terroristas con un monopatín para salvar la vida de una mujer, sino que ha habido varios hechos más graves:
El ayuntamiento podemita de El Ferrol, su lugar de nacimiento, se negó a hacer un homenaje al llamado héroe del monopatín. Es posible que la negativa del alcalde de Podemos se deba tanto a su ‘comprensión’ con los terroristas, como su desprecio a los valores cristianos con los que Ignacio se identificaba. La vergüenza y la presión popular han conseguido que el alcalde de El Ferrol rectifique y, pese a que se ha negado a poner una calle a nuestro héroe, al menos una placa recordará su hazaña en su pueblo natal.
El segundo ejemplo repugnante de la condición humana lo ha protagonizado Carmen Rigalt con un nauseabundo artículo publicado en “El Mundo”, en el cual equiparaba a la madre de Ignacio Echeverría con la madre de los terroristas palestinos. Como si Ignacio hubiera matado a alguien.
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