Estados Unidos
Todos los hombres del Presidente
Entre los atractivos turísticos de Nueva York a día de hoy se incluye una visita a la Trump Tower coincidiendo en el ascensor con algún miembro del Partido Republicano que sube a entrevistarse con el Presidente. Las apuestas para los curiosos están entre quiénes se encuentran con un crítico del antiguo establishment o quiénes se topan con un ultraconservador en fase de acomodación. Casi todos suben y bajan sonrientes. Porque Donald Trump va a necesitar los consejos de muchos de ellos para llegar a ser el nuevo Presidente de todos.
Vencidos los temores postelectorales una vez que Obama ha asegurado que el proceso de asimilación presidencial será rápido, continuista en política exterior y garante del sistema, el ciudadano medio que no está en la calle protestando, va digiriendo la realidad de que un hombre sin experiencia de gobierno alguna es el nuevo líder de Estados Unidos. Y al mismo tiempo se va percatando de que los riesgos políticos a partir de ahora no se encuentran en las propuestas descabelladas de un candidato pintoresco y faltón, sino en las decisiones de un hombre necesitado de consejos, formación, discurso y conocimientos de geopolítica.
Cuando los hombres del Presidente Nixon se hundieron en el Watergate los republicanos tardaron una década en reconstruir un entramado solvente de gestores e ideólogos. Reagan se sirvió de ellos para conformar el conservadurismo neoliberal que derribó el muro de Berlín, aupó a Estados Unidos a la categoría de única superpotencia y pobló las calles de Manhattan de millares de homeless apartados del futuro por la acometida feroz del darwinismo social. Caído en desgracia nuevamente, el espíritu republicano se refundó de la mano de los valores evangélicos y el neoconservadurismo de Karl Rove y Dick Cheney.
Después del fracaso del sector hegemonista, también crítico con el imparable proceso globalizador que tampoco supo entender a principio de siglo, el partido de Lincoln ha vagado por las turbulentas aguas de la indefinición sin otra alternativa doctrinal que la creación de una plataforma anti Obama denominada Tea Party, que ha convertido a los políticos del centro derecha americano en una suma de personajes y veteranos ex combatientes de Washington en busca de autor. Casi todos han pasado por la Trump Tower subiendo y bajando sin saber bien en calidad de qué, más allá de pertenecer a la misma organización política que el futuro Presidente.
Newt Gingrich, vetusto azote de Bill Clinton; Chris Christie, popular gobernador de New Jersey; Mitt Romney, competente y moderado liberal derrotado por Obama; Rick Perry, otrora presidenciable ex gobernador de Texas; James Mattis, General del Cuerpo de Marines y Rudolph Guliani, alcalde de Nueva York antes de Bloomberg, cuya misión parece ser ahora la de desalojar la Quinta Avenida de dudas y protestas, y hacer de chofer de Trump en su camino a la Casa Blanca. Todos los hombres del presidente serán necesarios para construir una doctrina internacional coherente, una gestión económica que haga olvidar los éxitos demócratas y una filosofía que antes de definirse como conservadora o neoliberal, deberá de admitir un axioma del siglo XXI: el mundo de nuestro tiempo será global o será ingobernable.
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