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Misión imposible

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El espantajo del “Madrid nos roba” que el nacionalismo catalán ha agitado los últimos años para justificar su fracaso en la gestión empieza a tener seguidores. En la Comunidad Valenciana el tripartito opta por el “Madrid nos margina” para argumentar su falta de capacidad para liderar esta región histórica. Un ejemplo de ese descontrol de la Generalitat Valenciana se puede visualizar con el crecimiento de la deuda que desde que PSPV y Compromís gobiernan apoyados por Podemos crece a una media de 8,5 millones de euros al día.

Es cierto que los valencianos padecemos una infrafinanciación que arrancó con el sistema que aprobó el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero –ya en proceso de revisión– y también que las inversiones en la región no han estado acordes al peso poblacional y del PIB que representan Valencia, Alicante y Castellón. Desde el PP valenciano hemos apoyado esa mejora necesaria de la llegada de fondos para equipararnos a la media nacional y garantizar la prestación de servicios básicos de calidad. Y también la petición de condonar la totalidad o parte de la deuda histórica.

Eso no implica, sin embargo, que demos cobertura a la falta de iniciativa y empuje de la Generalitat. Nada más lejos de la realidad. Si hablamos de los presupuestos de 2016 y 2017 observamos con estupor como se consignó una de las partidas de ingresos por valor de 1.300 y 2.464 millones de euros, respectivamente, a sabiendas de que esos fondos no llegarían sin un nuevo sistema de financiación autonómica. Era hacerse trampas al solitario, engañar a los valencianos, y lo que es peor, recortar luego en políticas básicas para el desarrollo de las tres provincias.

El grado de ejecución de los presupuestos ha sido ínfimo en esta legislatura, mientras que la morosidad aumenta y en cuestiones de tanto calado social como el pago a la dependencia. Más de 16 millones de euros se deben a diversos colectivos, al tiempo que Puig y Oltra utilizan el Ejecutivo autonómico como una agencia de colocación. El tripartito nos ha situado a la cola en la ejecución presupuestaria y también en pagos.

La Generalitat está centrada en una subida impositiva de más de 800 millones de euros que, lejos de aplicarse a la clases más adineradas, afectará a todos los valencianos y tendrá unos efectos perniciosos para la economía. Esa decisión, unida a las políticas sectarias que están alejando inversiones potentes, conforman un cóctel letal para los intereses de la Comunidad Valenciana.

El ejercicio de una gestión sin rumbo, sin objetivos y planificada por gente sin experiencia ni capacidad es lo que impide el despegue de esta región que también es vital para que el conjunto del país avance con fuerza y salga de la crisis económica. PSPV, Compromís y Podemos son una rémora en ese intento de mejora y los valencianos ya lo empiezan a percibir.

El crecimiento de la deuda es muy significativo. El tripartito heredó una deuda de 40.064 millones de euros que suponía el 40,3% del Producto Interior Bruto (PIB) regional. Apenas un año y medio después, al cierre del ejercicio 2016, el Banco de España sitúa esa deuda en 44.658 millones de euros –un 11,5% más de la que recibieron Puig y Oltra– lo que supone que se eleva hasta el 42,5% del PIB regional.

Refugiarse en los efectos del FLA ya no es válido porque no ha habido contención de la deuda pese a bajar los intereses de pago y porque ha pasado lo peor de la crisis económica. El tripartito cuenta, además, con 2.000 millones de euros más de los que dispusieron los gobiernos del PP hasta mayo de 2015.

En concreto en aquel ejercicio, el último achacable al PP en la región, la Generalitat recibió 8.077 millones de euros de financiación autonómica, mientras que en 2016 el tripartito ya pudo manejar 9.190 millones de euros –disminuyendo además a la mitad los gastos financieros– y para el presente año está previsto recibir 10.042 millones de euros.

Son cifras que no deben frenar las reivindicaciones justas para la Comunidad Valenciana que el PPCV ya impulsó en solitario y sin apoyo de los hoy gobernantes. Pero esos mismos parámetros arrojan luz sobre la pésima gestión del tripartito esta legislatura. Y sí, desacreditan por completo el mantra de que es el centro de poder político radicado en las instituciones de la capital de España el origen de todos los males de los valencianos.

Necesitamos mejoras, llegada de más fondos e inversiones pero también, y de qué manera, es urgente revertir la gestión del tripartito que es incapaz de frenar –incluso los aumenta– los problemas de la región pese a disponer de mucho más dinero que sus antecesores y en un contexto de crisis económica más liviano. España necesita una Comunidad Valenciana fuerte y con el tripartito es una misión imposible. Los números no engañan.