Fuenlabrada
¡Romanos, respondamos!
Hace 60 años, un 25 de marzo de 1957*, todo comenzó como un sueño del que se contagiaron millones de personas en todo el planeta. Nacía la que hoy es de nombre Unión Europea, -y aunque ya viciada por entonces, todo hay que decirlo-, se desperezaba con la ilusionante idea de que, al menos, no habría más guerras entre europeos. Se pensó un futuro de reconstrucción conjunta y de creación de un espacio de libertad, respeto, tolerancia, solidaridad y crecimiento que durante décadas ha sido el orgullo y regocijo de muchos. Lo conseguimos, pero no lo controlamos.
Sesenta años después, es muy posible que se nos haya olvidado ese espíritu de tanto usarlo, de darlo por sentado, de no cuidarlo, de pensar que, ya unidos y bien unidos y dando derechos a todos sin exigir deberes, nos llevaría a cambiar el mundo y el amor entre la UE permanecería para siempre. Ya sabemos que no y, me parece, es un poco de lo mismo que le pasó a Roma.
Hablo de la Roma del Imperio, de la que se dejó llevar por su gloria, la que no pudo aplicar sus reglas, la que abrió brazos y piernas a ‘los otros’ y, al final, acabó engullida por su propio descontrol. La caída de Roma fue la invasión más sutil y efectiva llevada a cabo a lo largo de la Historia: se inició en el tuétano de sus costumbres, en el núcleo de la esencia de Roma.
Así las cosas, parece que Europa repite Roma y todo lo que nos ha protegido está ahora en nuestra contra.
Europa caerá si no hacemos algo más. Más de todo. Más para dejar de estar indefensos ante unos ataques bárbaros y que perpetran, en su mayoría, ciudadanos que desde hace mucho son (romanos) europeos.
La semana pasada, otro más. El mismo día que se silenciaba el aeropuerto de Bruselas para rendir homenaje a las 32 víctimas de una bomba, en Londres, un hombre británico de 52 años asesinó a 4 personas e hirió a 42. Una de ellas, una gallega de nacimiento que residía en Londres, una compatriota. Otra vez el DAESH se atribuía la masacre de un ataque materialmente barato, impredecible y asquerosamente efectivo.
Estoy convencido de que nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en toda Europa hacen una tarea silenciosa, constante y positiva en nuestro haber. Estoy seguro de que con su buen hacer evitan muchos más atentados y salvaguardan todas las demás vidas. Pero aun siendo conscientes, la pregunta se nos pega al paladar: “Mientras ¿qué?”.
Aquí, en España, sabemos en sangre propia lo importante que es la unión de los que defendemos la libertad y la Democracia. En España y en esta Europa nuestra que no debemos dejar caer. Sabemos lo significativo de los minutos de silencio, de los apoyos institucionales, de los mensajes en las redes sociales para demostrar que no nos vencerán. ¡Vaya si lo sabemos!
Pero otra vez la pregunta se nos viene y lanzamos la frase completa a bocajarro: la sociedad reclama contundencia en las acciones y respuestas visibles que planten cara a esta sin razón.
Como Roma, Europa se niega a sí misma que está en guerra. Ahora bien, nos guste o no, Europa lo está. Quizá, no técnica ni tácticamente, pero nos han declarado una guerra que atenta contra lo más preciado de nuestra esencia, la libertad. No podemos permitir que unos desalmados –ni en nombre de Alá ni en nombre de nada- nos asesinen.
Creo, sinceramente, que es hora de actuar proporcionalmente a esta amenaza, una acción-respuesta que nos permita volver a controlar nuestras propias reglas y nos haga volver a sentirnos fuertes, sin miedo. Sí, debemos plantar cara, romanos, porque quienes creemos en la libertad y confiamos en nuestras Fuerzas de Seguridad, estamos convencidos de que Europa lo merece. De lo contrario, esa parte del texto de la Declaración de los dirigentes de los veintisiete Estados miembros y del Consejo Europeo, el Parlamento Europeo y la Comisión Europea firmada el 25 de marzo de 2017, que habla de “una Europa segura y protegida” no se podrá hacer realidad.
*Los Tratados de Roma, firmados el 25 de marzo de 1957, son dos de los tratados que dieron origen a la Unión Europea. Ambos fueron firmados por Alemania Federal, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos.
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