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Excusas para no ser feliz
Nos pasamos la vida poniendo excusas a todo. Siempre hay un culpable de nuestra situación o problema, sea dentro o fuera de nosotros, sea una persona o un hecho. Es como si el mundo entero conspirara en contra de nosotros para que nunca seamos felices. Y si lo somos, la felicidad sólo dura un instante y no tarda en desaparecer como por arte de magia.
Muchos estamos aficionados al imprescindible “cuando...”, propio de proposiciones subordinadas temporales; abusamos del subjuntivo o condicional de carácter incierto —“cuando me sienta mejor de salud, haré más ejercicio”, “si tuviera más dinero, conseguiría más cosas”—y vivimos instalados en dos dimensiones abstractas e irreales para la teoría de la relatividad o la física cuántica: el pasado y el futuro. Y así nos pasamos la vida despreciando el ahora. No nos atrevemos a ser felices hoy.
Las culpas se alimentan del pasado
Vivir pendiente de nuestro pasado, anclados en él, sea positivo o negativo nuestro recuerdo... no es saludable. Las personas que se aferran a su memoria no disfrutan del presente, pues su mente no está aquí, está ausente y ocupada en algo que ya
no puede cambiar. Sólo podemos darle vueltas a un mismo tema de forma interminable. Rumiar el por qué, el cómo, imaginar cómo podía haberse solucionado una determinada situación, cómo podíamos haber actuado, qué podíamos cambiar y no hicimos. Es un proceso bastante agotador y desde luego muy poco productivo.
La ansiedad y el miedo al futuro
En el otro extremo de la ecuación, tenemos al Señor Futuro, donde parecen residir nuestros peores miedos o la tan ansiada felicidad. Algunos vemos un futuro negro, amparándonos en la estadística, en la crisis, en las noticias y en las cifras del paro. Nos negamos el derecho a vivir ahora, pues hay que estar preocupados, hay que inquietarse, hay que alimentar ese miedo que vive dentro de nosotros y se expande por las calles de nuestras ciudades, se va traspasando a nuestros hijos, se va contagiando por el planeta entero.
El peligro de abusar del subjuntivo
También podemos pecar de optimistas e imaginar un futuro mejor. O pensar que la verdadera felicidad, felicidad con mayúsculas nos visitará cuando... Cuando. Ésta es la palabra peligrosa. No nos permitimos ser felices ahora porque no es el momento, porque no tenemos la situación idónea, porque ahora todo está mal, pero llegará un momento, un día, un año...
Y entonces nos sentamos a esperar, mientras corremos desesperados tras los fantasmas de nuestros sueños. Esperamos a que llegue el viernes para terminar la semana laboral. Esperamos a que llegue el verano para irnos de vacaciones a la playa. Esperamos a que nuestros hijos crezcan y encuentren un trabajo digno. Esperamos a jubilarnos y por fin disfrutar de nuestra tranquilidad y nuestros hobbies.
¿Vale la pena pasar la vida esperando? ¿Alguien puede asegurarnos que el mañana será un día mejor? ¿Alguien es capaz de cambiar nuestro pasado? En realidad lo único que podemos asegurar y cambiar es nuestra percepción de las cosas. No lo que va a ocurrir cuando algo pase. No lo que un día pasó
Reconcíliate con tu pasado
El perdón es clave para reconciliarnos con nuestro pasado. ¿Hay algo que no te perdonas? ¿Algo que no te deja vivir? ¿Una idea, un hecho, una actitud que rechazas?
Aprender a aceptar nuestro pasado y reconocer que somos vulnerables y podemos equivocarnos será el primer paso. Para empezar a vivir con la conciencia tranquila, pregúntate qué es lo que no te deja dormir, cuál es tu peor pesadilla. ¿Vives en el pasado o en el futuro?
Uno de los grandes de la psicología, Karl Gustav Jung, nos habla de nuestra Sombra. Esa parte inherente a nosotros que rechazamos u ocultamos, pero que no se separa de nosotros, vayamos a donde vayamos. La única forma de reconciliarnos con ella y con nosotros mismos es aceptarla. Agradecerle su espacio. Entender que tiene su lugar de ser.
Acepta la incertidumbre de la vida
Por otro lado, si notas que eres de los que viven siempre en el futuro, o crees que el futuro es lo que te dará la felicidad, es posible que sufras de ansiedad y estrés y tampoco sepas apreciar el momento.
¿Y qué nos genera ansiedad? Básicamente nuestra necesidad de control. Queremos controlarlo todo.
Queremos que la vida sea un guión trazado por nuestra mente. Cuando termine la universidad o mis estudios, quiero conseguir ese trabajo. Después pasaré a ese otro puesto. Más tarde me compraré una casa, me hipotecaré, me casaré y tendré 2 hijos. Seré feliz en mi relación y mis hijos serán estupendos. Me prejubilaré a los 60 y jugaré al golf o a las cartas. Incluso podré viajar a un precio asequible. Seré feliz cuando mi plan se haya cumplido. ¿Pero quién te garantiza ese plan?
En realidad no existe un plan perfecto. La vida nos irá dando muchas sorpresas: salud, relaciones, hijos, trabajo, dinero, amigos y un largo etcétera. No todo dependerá de nosotros. Por eso no tiene sentido decirnos que seremos felices cuando alcancemos todas nuestras metas.
Coaching para ser más feliz
En coaching se trabaja con metas y objetivos. Se trabaja con sueños y emociones. Pero no de forma obsesiva. No se trata de llegar a toda costa. En coaching hablamos de proceso de cambio, de transformación. Hay que disfrutar del proceso en sí, del camino. Hay que encontrar vías de ser feliz aquí y ahora, aunque las metas parezcan estar lejos.
Hoy te propongo unas preguntas sencillas que empleamos en coaching para reflexionar acerca de lo que de verdad importa:
► ¿Cuál es tu sueño? ¿Qué vida te gustaría llevar?
► ¿Para qué quieres vivir esta vida que has descrito? ¿Qué emociones o qué valores representa para ti?
► ¿Qué te impide llevar esta vida? Enuméralo todo, no te dejes nada en el tintero.
► ¿Cómo es tu vida ahora? ¿Qué te falta para ser más feliz? ¿Cómo sabes que no estás siendo feliz? ¿Qué emociones, pensamientos o sensaciones corporales te lo indican?
► ¿Qué puedes hacer ya mismo para acercarte a tu meta? ¿Qué está en tu mano, por pequeño que sea?
► ¿Qué tendrás que dejar atrás para acercarte a tu vida soñada?
► ¿Qué te da miedo de esta situación nueva que quieres alcanzar? ¿Qué perderás?
► ¿Y qué ganarás? ¿Cuál será tu mayor recompensa cuando te acerques a lo que deseas?
► ¿Cuándo estás dispuesto a empezar? ¿Cuál es tu grado de compromiso?
Hay una frase que me gusta mucho y empleo bastante en mis artículos y procesos de coaching: a felicidad no es un mero sentimiento, la felicidad se trabaja y es tu decisión. Tú decides cómo quieres vivir: pendiente de excusas o escuchando tu voz interior.
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