Emprendedores

Lo que el bambú puede enseñarte sobre la paciencia

Lo que el bambú puede enseñarte sobre la paciencia
Lo que el bambú puede enseñarte sobre la paciencialarazon

Empieza un nuevo año y muchos hemos puesto nuestras expectativas en él. Dice la Numerología que 2017 es un año que corresponde al número 1, es decir, un año en el que prima el liderazgo, la iniciativa, el ego y es un buen año para comenzar nuevos proyectos.

Sea como sea, lo que importa es que cada año nos ponemos algún objetivo, en el mejor de los casos, pero a veces sucede que ese objetivo no llega, que ese sueño o esa situación anhelada, o ese problema a resolver todavía sigue sin mejorar... Y nos desesperamos, dejando de lado ese tema, creyendo que no vale la pena luchar.

Ocurre también mucho con los procesos de desarrollo personal. Queremos cambiar pero no lo logramos y creemos que es imposible, que a nosotros no nos sale. Y lo peor: nos comparamos con otras personas, creyendo que les va todo tan bien, ellos sí pueden, pero nosotros somos los raros, los que siempre vamos los últimos.

En el mundo del emprendimiento, más de lo mismo. Pero si quieres emprender, la paciencia es fundamental. Porque no vas a obtener resultados de la noche a la mañana.

A veces, en mis sesiones de mentoría para emprendedores online, mis clientes se quejan de que no ven resultados en su estrategia... Pero no se dan cuenta de que nada se consigue en cuestión de días o meses.

Siempre pongo de ejemplo que a nivel personal he estado escribiendo durante más de 3 años en mi blog para empezar a generar ingresos y vivir de lo que me apasiona.

Si me hubiese desesperado, si sólo quisiera ver el beneficio económico de lo que hacía, lo habría abandonado hace tiempo.

Y es que todo en la vida es un proceso. Hay tiempo para sembrar y otro para cosechar.

Existe una preciosa fábula sobre el bambú que cuento a menudo a mis clientes.

Resulta que el bambú es una planta que tarda mucho en brotar. Siembras las semillas, la cuidas, la riegas día tras día y durante 7 años no ves ningún resultado. Pero cuando brota, su crecimiento es exponencial. ¡Crece a 7 centímetros por día!

Y esto es posible porque durante esos 7 años el bambú ha echado unas raíces muy profundas que le permitirán sostenerse a una gran altura.

Así nos ocurre en nuestra vida diaria. A veces trabajamos mucho en un proyecto o en nuestro propio crecimiento personal, y no vemos resultados por ningún lado. Creemos que algo falla. Sin embargo, un buen día, descubrimos que ha habido un gran cambio en nuestra vida, que ya no somos los mismos. O nos sorprendemos con una acogida increíble de nuestros productos o servicios, como me sucedió hace poco con un nuevo curso de desarrollo personal que lancé.

Si lo hubiera lanzado nada más abrir mi blog o a los pocos meses, mis resultados habrían sido muy pobres y tal vez me hubiera desesperado y quisiera dejar mi proyecto.

Porque todo llega a su debido tiempo, todo tiene su momento. Y no pasa nada si no vemos resultados palpables al principio. El trabajo interior, el que no se ve, es el más importante. Necesitamos coger fuerzas para posteriormente crecer y sostenernos.

Esto mismo se puede aplicar a dietas, a hacer ejercicio, a aprender idiomas. Al princpio parece que en lugar de avanzar, retrocedes. Pero un buen día te sorprendes con el resultado.

Por eso si ahora mismo no estás viendo cumplidas tus metas, si las ves lejos, si te parecen difíciles, pregúntate: ¿cómo se come un elefante? ¡A cachitos!

Parte tu meta en pequeños objetivos, fáciles y alcanzables. Tampoco te compares con otros: no sabes cómo es su vida, lo que les está costando alcanzar sus propósitos.

Y aunque ellos vayan más rápido, esto no significa nada. Tú eres único, tu vida es irrepetible. No tiene sentido tratar de ser como otros. Es posible que si conocieses los detalles de su vida que no se ven, no te hubieses querido ocupar su lugar.

Simplemente tienes que enfocarte, seguir trabajando en tus proyectos y sueños, dar lo mejor de ti y esperar. Observa tu progreso poco a poco, acepta tu ritmo y sobre todo, ¡disfruta del proceso!

Porque si no disfrutas del camino, tampoco sabrás disfrutar de la recompensa final. Y muchas veces precisamente porque el camino no ha sido fácil es cuando más valoras el resultado.