Ruedas pelig.rosas
El crudo futuro de las ONG
El estudio realizado conjuntamente por ESADE, Fundación la Caixa y Fundación de PwC sobre el futuro del denominado Tercer Sector social (organizaciones sin ánimo de lucro que son prestadoras de servicios sociales) es demoledor: o se reinventa o muere. La bonanza económica de los años anteriores a la crisis facilitó un fuerte desarrollo de los servicios sociales desde las administraciones públicas y, junto a ello, la proliferación de entidades sin ánimo de lucro con grandes estructuras que se comían la mayor parte de los fondos públicos que recibían.
Desde distintos foros se habla de más de 10.000 organizaciones de este tipo en España, incluso en algunos se llega a las 15.000. Lo que sí está constatado, según el estudio antes mencionado, es que en estos momentos hay más de 400.000 empleados remunerados en el Tercer Sector social donde se mueven al año más de 8.000 millones de financiación, un 70% por ciento proveniente de las arcas públicas. Algo que, en estos momentos no es soportable por nuestra economía.
No es de extrañar que los donantes, es decir los que ponen el dinero, hayan comenzado a exigir resultados más concretos a estas organizaciones, así como más transparencia, eficiencia y resultados medibles. Lo que está claro es que en el futuro sólo sobrevivirán las entidades que sean capaces de reducir sus estructuras de tal forma que no se lleven más del 10% del total de su financiación.
Siempre me llamó la atención que muchas de estas organizaciones tienen sus oficinas en barrios acomodados de las ciudades, en zonas donde los alquileres no están al alcance de muchos.
Si a esto le unimos la facilidad con la que se encuentran diferentes entidades que se solapan en sus fines, cada una con su propio equipo humano para el mismo objetivo e incluso a veces entrando en rivalidad y peleando por las mismas subvenciones, el panorama es simplemente de derroche.
Una reestructuración de este sector debería llevar sin lugar a dudas a una colaboración entre entidades, a la búsqueda de proyectos en común sin necesidad de que cada uno pierda su propia identidad, a la reducción de las imponentes estructuras que asfixian e impiden el fin de prestar un servicio. No hace mucho una persona de una Fundación que trabaja con la infancia me decía: "a nosotros, lo que nos come son los gastos de estructura".
Hay que ir a un cambio de mentalidad y buscar vías de financiación privada, para romper de una vez la dependencia de la financiación púbica. En bastantes de estas organizaciones hay un departamento dedicado exclusivamente a la burocracia de solicitar y buscar ayudas públicas, departamento que se come buena parte del dinero conseguido.
El ámbito de la discapacidad no se escapa de estos vicios creados. Es fácil encontrar asociaciones con nombres muy parecidos en la misma ciudad que yo no sabría diferenciar lo que hacen. En el estudio se pone al CERMI como ejemplo, ya que representa a 7.000 entidades, atiende a 3,8 millones de personas con discapacidad más sus familias y es considerado un interlocutor válido de la discapacidad en España. Entre los cambios conseguidos: lucha por los intereses comunes y no por los intereses de cada entidad. Otra cosa es la disminución de la estructura, ahí todavía le queda bastante camino por recorrer.
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