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Cuestión de confianza

Cuestión de confianza
Cuestión de confianzalarazon

Por Víctor Núñez Fernández

Una de las virtudes más cardinales en toda relación humana es la confianza. Sin ella, en la vida privada, no es posible vivir tranquilo ni feliz. Nadie puede entender que un matrimonio pueda ser duradero y gozoso instalado en la desconfianza, así como una amistad no puede sobrevivir a la traición y a la mentira. Pues como hemos podido comprobar en los últimos años de feroz crisis, en el mundo de los negocios y la economía pasa lo mismo. Sin confianza, los países y las empresas, difícilmente podrán progresar o crecer. Y es aquí donde me quiero detener para señalar uno de los grandes males de la sociedad española que persiste como un estigma maldito desde tiempos remotos.

Hace poco me leí una obra absolutamente imprescindible: Sapiens de Yuval Noah Harari, profesor de Historia de la Universidad Hebrea. El libro como índica su subtítulo supone “una breve historia de la Humanidad” donde se recorre el devenir de nuestra especie, desde que nos bajamos del árbol hasta nuestros días. De todas las cosas que he aprendido y he disfrutado del libro, un apartado me ha llamado especialmente la atención. El profesor hebreo, en uno de sus brillantes capítulos, hace un análisis del origen y caída de los grandes imperios de la humanidad y en el mismo se detiene en la decadencia del imperio español. Su desgaste imparable lo explica desde la óptica de la falta de confianza del Reino de España entre, lo que en el siglo XVI y XVII, eran los grandes prestamistas –los mercados de hoy en día-. El caso es que nuestro país comenzó a endeudarse peligrosamente dilapidando los ingentes recursos que llegaban del Nuevo Mundo en guerras y corruptelas. Mientras Inglaterra y Holanda, especialmente esta última, crecían en base a la confianza generada entre sus prestamistas, España no cumplía sus compromisos de pago de la deuda pública (se llegaron a declarar tres bancas rotas en la época de Felipe II). Por su parte, Holanda pagaba religiosamente los préstamos de quien les dejaba dinero para mantener los ejércitos de mercenarios que se rebelaban contra los reyes españoles.

Este pasaje histórico, desgraciadamente, nos sirve para explicar hoy en día muchos de los males que sufren nuestra Economía y nuestras empresas, especialmente estas últimas. ¿Cuánto tardan muchas empresas en pagar las facturas? ¿Cuánto tiempo en responder a una propuesta? ¿Cuánto cuesta el tiempo que se pierde tras los acreedores? ¿Qué coste tiene el tener que recurrir a abogados para la redacción de mil contratos, con el fin de tratar de salvaguardarse porque aquí todo el mundo vive con la mosca detrás de la oreja? ¿Cuántos negocios se pierden por falta de confianza entre las partes? Cualquier empresario o autónomo sabe perfectamente de lo que le hablo. Empresas que pagan cuando les da la gana generando un coste en tiempo persiguiendo al mal pagador y un desajuste financiero. Pícaros y vividores que venden mercancía averiada con total impunidad. Plazos de ejecución que no se cumplen. Sobrecostes. Grandes empresas que crecen al socaire de corruptelas políticas. Muchas veces, simplemente, es una cuestión de educación y respeto por el trabajo de los proveedores que deberían ser considerados como partners y no esclavos del cliente. Lo peor es el mensaje que se traslada y luego, a algunos, se les llena la boca de hablar de cultura emprendedora. ¿Cómo se va a emprender en un país donde confiar cuesta tan caro? En este sentido los medios de comunicación y las Instituciones también juegan un papel esencial. Pero eso ya es harina de otro costal.