Política
El candidato perfecto
Por Yolanda Berdasco
Queda algo más de un mes para las elecciones generales, pero los candidatos ya están buscando el voto en todos los nichos posibles. Es legítimo perseguir la papeleta de cualquier grupo social, sean cuales sean sus intereses. El marketing gana puestos en el terreno de la comunicación política. Si hace unos años era muy importante tener un programa muy bien definido y sin fisuras ideológicas que permitiera llegar a amplios sectores de la población, ahora el producto a la venta es el candidato y él mismo es el mensaje.
El candidato ha de tener lo que tradicionalmente se denominaba como “carisma”, ha de ser físicamente atractivo, pero no tanto como para que su belleza oculte el resto de sus bondades. Por otra parte, ha de tener valores férreos y mostrarlos, pero con mucha cintura para poder abrazar a todos los votantes que no lo tienen tan claro. Debe tener un discurso fluido y claro, pero tampoco pasarse de dicharachero, no parecer un vendedor de feria. Es importante que sea cercano sin caer en la falsa sensación de colegueo por interés.
El candidato, que a estas alturas es ya casi un personaje de ciencia ficción, ha de tener presencia en la red desde hace tiempo para que su imagen esté asentada y reforzada y además, debe haber sido una trayectoria sin estridencias, sin opiniones personales que le puedan pasar factura, blanca e impoluta.
Esto no es todo. El elegido tiene que tener una vida pública y privada intachable. No querrá que sus amores de juventud, sus juergas entre amigos o aquella multa que nunca recibió y por la que casi le embargan la cuenta corriente sean ahora puntas de lanza para sus adversarios. Ni qué decir tiene que ha de tener amigos, muchos, para que se vea que es una persona sociable y con capacidad de convocatoria, pero las vidas de sus amigos y de sus familiares han de ser también vergeles sin contaminar.
No nos olvidemos de la coherencia. El candidato ha de ser consecuente con sus palabras, las de ahora y las de hace veinticinco años. Pobre de él si cuando empezó la carrera coqueteó fugazmente con el socialismo y en su evolución posterior ha desembocado entre liberales. Y más pobre todavía, si de aquel coqueteo hay documento gráfico para alimentar a la bestia de las redes sociales.
Encontrar al candidato idóneo es algo así como una quimera, el argumento para una película basada en los avances de la inteligencia artificial que podría llevar por título: “En busca del candidato perfecto”.
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