El desafío independentista

Intervenir TV3

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Por Álvaro de Diego

Las democracias liberales han de oponer, para defenderse de los golpistas, medios que van más allá de la legítima respuesta policial marcada por la ley. Al librarse hoy la batalla en el terreno democrático de la opinión pública, la comunicación se convierte en el arco de bóveda de todo. De su dominio técnico depende, en gran medida, que el Gobierno de la Nación se imponga incondicionalmente sobre quienes han ejecutado una sistemática violación de las reglas de convivencia. Y, para ello, cabe reconocer que en este apartado concreto, en su artera sedición, los separatistas han llevado inequívoca ventaja. Para muestra, un botón. Rajoy compareció ante las cámaras de televisión a las 13:30 horas del sábado 21 de octubre, tras concluir la reunión extraordinaria del Consejo de Ministros que decidió aplicar el artículo 155. Puigdemont, por su parte, retrasó su respuesta hasta las 21:00, de tal forma que colocó, íntegro y sin filtro ninguno, su mensaje en los telediarios. En la soflama equiparaba implícitamente a Rajoy con Franco (ya había tenido antes la desvergüenza de acusarlo de “guardián de su tumba”), entre otras insensateces. ¿Se ha reparado en el permanente plano corto de la emisión de TV3? Si la preceptiva rojigualda brilla por su ausencia en cada intervención del molt honorable, el escorzo de la senyera parecía destinado a sugerir una estelada.

No obstante, con la puesta en marcha del precepto constitucional, tan gradual como rigorista, los defensores de la democracia española recuperaron la iniciativa; ahora era el faccioso el que debía enfangarse en una batería de recursos. Las tornas han cambiado. Lo demuestra el espectáculo lamentable de idas y venidas del jueves 26 y la astracanada de la declaración de independencia por el Parlament. Basta reparar en el súbito pánico y desmelenamiento indepe ante la posibilidad, apenas sugerida, de que se interviniera la televisión autonómica catalana. Porque TV3 debería intervenirse, sin duda ninguna; y el Consejo del Audiovisual de Cataluña, probablemente también.

Para ahorrarnos prolijas argumentaciones, resumiremos:

1. La política de control de los medios de comunicación por parte de la Generalitat se ha relacionado con las paralelas de inmersión lingüística y de construcción de la identidad nacional y se remonta a 1984. La en principio alegal Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA) le fue tolerada a Pujol y cuenta en la actualidad con siete canales, que cuestan al ciudadano de la comunidad autónoma el triple que Telemadrid al bolsillo de cada madrileño.

2. TV3 es una poderosa máquina propagandística al servicio de la causa separatista, que inocula sistemáticamente la repulsa, cuando no el desprecio o el odio, a todo lo español. Su responsable, Vicent Sanchis, ha sido nada menos que vicepresidente de Òmnium Cultural y fue reprobado por el Parlament en el pasado mes de abril.

3. Hace escasos días los periodistas López Alegre y Martín Blanco anunciaron que abandonaban la cadena autonómica por tratarse de un auténtico circo de odio a España donde ellos, como tertulianos y minoritarios representantes de la posición constitucionalista, venían cumpliendo el papel de tontos útiles al servicio de la xenofobia.

4. Pese a la confusión inicial, en especial con motivo de la actuación policial el 1 de octubre, varios medios internacionales han denunciado la intolerable manipulación de la radiodifusión pública al servicio de la Generalitat. Le Mondeha acusado a TV3 de bombardear con “una propaganda independentista, simple y mentirosa” que recurre a “una retórica de victimización que quiere hacer creer, de forma grotesca, que Cataluña es víctima de un regreso de la dictadura franquista”.

5. A su vez, el Consejo del Audiovisual de Cataluña, cuyo proyecto denunció la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) por inconstitucional, ha defendido de forma servil el llamado procés. Evitó actuar contra TV3 y Catalunya Ràdio cuando las emisoras incluyeron en su programación publicidad del ilegal referéndum del 1 de octubre. Y en suinforme más polémico ha señalado que TV3 fue la cadena que ofreció una cobertura más plural de la jornada del 1-0. El Consejo justifica su afirmación en que la emisora dio voz a un mayor número de actores y posiciones que su competencia. Ahora bien, el citado dosier se basa en simples análisis cuantitativos (calibración temporal de la distribución de informaciones por tema) y evita una cuestión tan crucial como la del sesgo. A este respecto recomendamos el trabajo de Pedro R. Rabadán, que analiza la objetividad informativa no solo a partir de criterios cuantitativos, sino también discursivos (uso intencionado de los verbos, papel del presentador, lenguaje connotativo, etc.), de utilización de las fuentes y de técnicas audiovisuales. Una ferviente defensora de estos organismos con financiación pública, la catedrática Victoria Camps, alertó ya sobre el hecho de que “sin independencia política, los consejos difícilmente podrán velar por el pluralismo político y la neutralidad informativa de los medios públicos, aspectos ambos poco compatibles con perspectivas partidistas”.

En definitiva, una vía decisiva para dinamitar la espiral del silencio que afecta a los defensores del orden constitucional, de la integración armónica de Cataluña en el conjunto de España y, en suma, del Estado de Derecho que nos ampara a todos pasa por la intervención de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales. El objetivo resulta simple: defender la pluralidad informativa y el marco democrático de convivencia que los soberanistas y sus terminales mediáticas han dinamitado. Y no estaría de más que el elegido para presidir la cadena autonómica fuese alguien procedente del catalanismo leal a España. Apunto un nombre, el del ex diputado convergente Josep López de Lerma, un defensor a carta cabal de nuestra transición democrática (la misma que detestan Podemos y el grueso del soberanismo). Tramitó su baja en el partido en 2011 al advertir la suicida deriva que enfilaba.