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Medios controlados

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Por Yolanda Berdasco

Los medios de comunicación son un interesante objeto de deseo para casi todo el mundo. Desde los más pequeños que desean salir en el concurso de moda hasta los más mayores que todavía admiten que todo lo que aparece en los medios tiene visos de credibilidad, acostumbrados a que “el parte” fuera algo de oficial fiabilidad. Estar en los medios es uno de los objetivos más frecuentes en cualquier estrategia de comunicación, lo que no sale no se conoce y si la sociedad no lo conoce, parece que no existiera.

Es, por tanto, lógico que los grandes grupos empresariales, con fondos suficientes para permitírselo, inviertan su dinero en incluir una empresa del ámbito de los medios de comunicación para poder tener su espacio en el panorama de medios. De la misma forma, los partidos políticos tratan a diario de colocar a sus integrantes en medios para darlos a conocer y siempre que pueden, intentan que los medios públicos estén a su servicio y así poder tener el control de los mismos.

Precisamente esto, controlar los medios de comunicación y con ellos a la opinión pública, es uno de los fines más perversos a los que se pueden ver ligados los medios de comunicación. Existen muchos ejemplos y en ámbitos bastante diversos.

Insistiendo en el ámbito político, durante las últimas semanas asistimos a una escenificación de los pactos en la que hay cisnes y patitos feos y desde la calle, en ciertas ocasiones, bien parece que se trate todo de una estrategia interesada que permita a los políticos ganar tiempo, mientras los medios se entretienen indagando en posibles pactos y de paso, se pulsa el sentir de la opinión pública respecto a los distintos acuerdos. Quizá dentro de unas semanas nos demos cuenta de que no hay nada nuevo bajo el sol y de que todo se resuelve como estaba previsto.

El ejemplo, esta vez, viene de la mano del fútbol y del periodismo deportivo. Entre el Real Madrid y Sergio Ramos, todo acabó como empezaba y con un periodista lesionado por una exclusiva. Una vez más, los medios se ponen al servicio de los intereses de distintas partes y en esta ocasión, además, el intermediario, que solo hacía su trabajo, recibe un regalo en forma de descrédito.

En definitiva, la utilización de los medios para intereses personales o institucionales sigue siendo una práctica habitual de la que no es fácil escapar y que atenta directamente contra la credibilidad de una institución que debería de servir como herramienta de control al servicio de la sociedad y no estar al servicio de terceros que pretenden controlar y en ocasiones, confundir a la opinión pública.