Francia

«Camille Claudel, 1915»: La jaula de los locos

Dirección: Bruno Dumont. Guión: B. Dumont. Intérpretes: Juliette Binoche, Jean-Luc Vincent, Emmanuel Kauffman, Marion Keller. Francia, 2013. Duración: 95 minutos. Drama.

«Camille Claudel, 1915»: La jaula de los locos
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Brillante la elección de Juliette Binoche para encarnar a Camille Claudel en medio de un puñado de discapacitados mentales, como lo fue, en otro orden de cosas, enfrentar a Catherine Deneuve con las ruinas del Líbano en «Je veux voir». En su primera película estrenada en España –y la primera protagonizada por una actriz profesional–, Bruno Dumont suelta a una estrella en la jaula de los locos, sometiéndola a un experimento emocional de primer rango, al que Binoche responde, como de costumbre, dejándose la piel. Cualquiera que esté interesado en el oficio del actor debería estudiar con lupa «Camille Claudel 1915». En ciertos momentos da la impresión que Binoche no sabía que la estaban filmando, y se abandona a los sentimientos de desconsuelo, rechazo y empatía que le produce estar en un manicomio, sentirse desplazada, no ser «uno de ellos», y entender el desgarro que le debía suponer a la verdadera Claudel, que estuvo encerrada treinta años en el asilo de Montdenvergues, condenada a no recibir visitas de su familia hasta el día de su muerte. Rostro y cuerpo en una mueca mutante que la actriz, con una humildad estremecedora, trabaja desde una verdad insoportable.

De los aspectos más glamurosos de la vida de Claudel nada se sabe, como si su pasado como mujer adelantada a su tiempo se hubiera borrado con cada grito maníaco, o con cada caricia conmovedora. Dumont, que se caracteriza por no dar su brazo a torcer ni en sus películas más accesibles, siempre coloca sus películas al borde de la locura, aunque la fisicidad, la autenticidad que respira «Camille Claudel 1915», va más allá del final de «Twentynine Palms» o de ciertos momentos de «L'humanité». No sabemos qué es más difícil de ver, si a la Binoche pegada al muro de un psiquiátrico o pidiendo clemencia a su hermano Paul, en la única y tremenda secuencia dialogada del filme.