Coronavirus

Sociedad

Del hospital a París para hacer más fácil la vida a los niños que padecen cáncer

El abulense José María González corre hoy la Maratón de la capital gala para reunir fondos y ayudar a menores pacientes de oncología

El enfermero José María González durante una de sus participaciones en otro maratón de los doce que ha disputado hasta el momento, trece con el de París
El enfermero José María González durante una de sus participaciones en otro maratón de los doce que ha disputado hasta el momento, trece con el de ParísLa RazónLa Razón

El ser humano es capaz de lo peor pero también de lo mejor cuando hay que remangarsey echar una mano a los demás, como se ha visto en la crisis sanitaria del coronavirus, que ha sacado a la luz miles de historias solidarias. De personas anónimas que se desviven por aportar su granito de arena por lograr un mundo mejor o por el bienestar de alguien, sea cual el problema o necesidad.

Son héroes de carne y hueso y sin capa aunque tampoco les hace falta. Si bien, en este caso, sí que se ha servido de ella para hacer feliz durante un momento a un niño que luchaba por su vida. Y este superhéroe no es otro que José María González, un joven sanitario de 36 años y amante del atletismo y de las pruebas de larga distancia, que dejará por unas horas la bata y el equipo de protección que usa en el Hospital Cínico de Valladolid, donde es enfermero de quirófano, para vestirse de corto y correr hoy la que considera su carrera más importante: los 42 kilómetros de la Maratón de París junto al río Sena los Campos Elíseos o la Torre Eiffel, que ha comenzado a las nueve de la mañana de este domingo 17 de octubre.

Algo que no hará por hobby o porque sea algo que tiene pendiente tras quedarse colgado en la anterior debido a la irrupción del coronavirus, sino por la causa solidaria que se esconde detrás de su participación en el que será su decimotercer maratón: recaudar fondos para ayudar en la investigación del cáncer infantil y hacer más fácil la vida a los niños pacientes de oncología.

Y no estará solo, ya que serán cientos los pequeños y sus familias quienes correrán junto a él. Natural de la localidad abulense de Navaluenga aunque afincado en el municipio vallisoletano de Laguna de Duero, en el alfoz de la capital, casado con otra enfermera y con un niño de tres años, José María se siente plenamente identificado con este desafío que, según cuenta a LA RAZÓN, lleva más de tres meses preparando a conciencia. Un reto en el que espera superar los tres mil euros de recaudación a través de la venta de pulseras a cambio de donaciones voluntarias que se destinarán a la Fundación Aladina que ayuda a los niños enfermos de cáncer.

«Estamos desbordados porque la respuesta de la gente está siendo increíble» destaca a este periódico en vísperas de esta carrera que afronta con especial ilusión y que tiene claro que terminará pese a que sabe que habrá ratos duros. «Tengo mis trucos para estos momentos, pero lo que me dará más fuerza para superarlos es pensar en esta causa y en la cantidad de gente que está junto a mi apoyándome», apunta. Su objetivo es correr y terminar la prueba, no ganar ni hacer un tiempazo -se mueve en torno a las tres horas y veinte minutos- , pero, sobre todo, reunir el máximo dinero posible y visibilizar la lucha contra el cáncer infantil.

El enfermero José María González, disfrazado de Batman para hacer sonreír a un niño enfermo de cáncer en el Hospital Clínico de Valladolid
El enfermero José María González, disfrazado de Batman para hacer sonreír a un niño enfermo de cáncer en el Hospital Clínico de ValladolidLa RazónLa Razón

Tampoco descarta nuevos desafíos de este tipo -de hecho quiere hacer la maratón de Berlín o de Londres que tiene pendientes también- u otros distintos para seguir echando un cable a quien lo necesite, como ya ha hecho también en otras ocasiones apoyando a la Fundación Theodora que se dedica a humanizar la estancia de los niños hospitalizados llevándoles una sonrisa. La solidaridad está en su ADN y esta alcanzó su apogeo hace unos meses cuando llegó a disfrazarse de Batman para hacer pasar un buen ato a un niño enfermo que llevaba ingresado dos meses con tratamiento de quimioterapia y que eran fan de este superhéroe.

«Cuando me lo pidió Ruth, mi compañera de Pediatría, no me lo pensé dos veces, y puedo decir que ha sido una de las experiencias más alucinantes y maravillosas que hecho y que me ha cambiado la forma de ver y afrontar la vida», apunta este solidario enfermero abulense, que también ha sufrido de cerca el zarpazo del cáncer.