Sociedad

Un clamor trasatlántico contra la amenaza global

Tres jóvenes activistas iberoamericanos desembarcan en Salamanca para intercambiar experiencias de lucha frente al cambio climático desde ecosistemas naturales muy concretos del planeta que claman doloridos por una solución impostergable para todos

 Los jóvenes latinoamericanos Pavel Martiarena, activista climático y fotógrafo peruano, Annelice Corrales, activista costarricense e investigadora en La Ruta del Clima, y Ati Gunnawi Viviam Misslin Villafaña Izquierdo, activista colombiana y miembro de Lacys, posan para Ical en la Plaza Mayor de Salamanca.
Los jóvenes latinoamericanos Pavel Martiarena, activista climático y fotógrafo peruano, Annelice Corrales, activista costarricense e investigadora en La Ruta del Clima, y Ati Gunnawi Viviam Misslin Villafaña Izquierdo, activista colombiana y miembro de Lacys, posan para Ical en la Plaza Mayor de Salamanca.David Arranz / ICAL

En las cuencas altas de los ríos Aracataca, Fundación y Ariguaní, dentro de la vertiente occidental de la Sierra Nevada de Santa Marta, cordillera escindida de Los Andes que se erige abruptamente desde las templadas aguas del mar Caribe, en la costa colombiana, hasta una altitud superior a 5.700 metros, dibujando blancas y escarpadas cumbres, comparten territorio cuatro pueblos indígenas milenarios que creen, desde su más profunda espiritualidad, en la dimensión sagrada de la naturaleza. La trayectoria de los 50.000 arhuacos, wiwas, kankuamos y koguis viene marcada por la colonización, una vieja historia que parece revivir con la intención de “invasión y saqueo” que creen identificar al asistir con desasosiego, muy de cerca, a las graves consecuencias del cambio climático, ya que habitan un ecosistema muy diverso con hasta cinco pisos térmicos.

Ati Gunnawi Viviam Misslin Villafaña Izquierdo es una joven indígena del pueblo arhuaco. Además, es activista y cofundadora del colectivo Latin American Youth Climate Scholarships, que busca elevar la voz de las juventudes latinoamericanas en la inminente COP28, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2023 que arrancará en apenas nueve días en Dubái, como ya hiciera el pasado junio en la ciudad alemana de Bonn. Ati quiere compartir con el mundo el rol de los pueblos indígenas, así como la cosmovisión que sustenta unas prácticas culturales que logran conservar efectivamente el territorio que habita, conformado por un conjunto de “puntos sagrados” y con una “dimensión de sacralidad” en “conexión directa” con él. “Año a año, los y las líderes del territorio intentan fortalecer y proteger cada uno de esos puntos sagrados, ya que es la apuesta que tenemos como visión política”, explica.

La joven activista del pueblo arhuaco en consciente de que, por ejemplo, en la Sierra Nevada de Santa Marta, albergan un reservorio de agua fundamental para el planeta. “Nosotros consideramos que nuestro territorio es el corazón del mundo desde una visión espiritual. Por tanto, no hablamos de una gestión únicamente para nosotros, sino para el conjunto del globo. Esta visión de una población indígena para proteger un territorio es vital para comprender la crisis climática y cómo se está defendiendo en múltiples latitudes. Si solamente nos encerramos en un activismo puntual que se expresa a través de una pequeña comunidad, quitamos parte importante de las razones que nos traen aquí”, resume la activista colombiana.

Su voz cruza el océano Atlántico para complementar otras visiones y para rebelarse, asimismo, contra la desigualdad de enfoque, pues, según matiza, su pueblo, y los que comparten su territorio, cuentan con “muchas menos herramientas” para afrontar una crisis climática que, además, en su caso, supone una “amenaza directa” a la forma de vida de su comunidad. “Lo hemos visto de cerca. Y eso nos va a llevar también a entender que los esfuerzos conjuntos son la clave para comprender el problema, que no es de mera alteración climática, sino que se expresa a través de grandes catástrofes ambientales que perjudican a una parte de población muy importante del mundo”, recuerda la joven, identificando “lo complejo” que puede ser enfrentar una crisis climática “multidimensional” como esta.

La reserva del planeta

En el corazón de la Amazonía, al sudeste de la República de Perú, en el departamento de Madre de Dios, nació el fotógrafo Pavel Martiarena, joven activista climático y cofundador del colectivo Generación Verde, con quienes desarrolla diversas campañas en su población, una de las regiones más golpeadas por el extractivismo y la minería en la selva peruana. Pavel, también de viaje de activismo en Salamanca, pertenece a la red nacional TierrActiva Perú, un espacio que promueve “el cambio sistémico y el buen vivir” como alternativas a la crisis climática. Además, en su bagaje, asistió a la COP20 como representante joven de la Amazonía y fue parte del ‘Ayni Climático Chile 2019’, el encuentro que reunió a activistas de América Latina como antesala a la COP25. En esencia, participa permanentemente en los espacios de activismo más importantes de su país, organizados por Oxfam y ActúaPe, donde bajo un enfoque “transversal de justicia ambiental, económica y de género”, buscan reducir las desigualdades sociales.

“Vengo de la selva de Perú a hablar de mi experiencia en la Amazonía”, explica Martiarena, quien reconoce que le gusta más referirse a “la Panamazonía” porque son nueve países compartiendo el mismo territorio, los mismos bosques tropicales, lo que se conoce como la reserva del planeta de agua dulce y de aire puro. “Lamentablemente, en las últimas décadas, un sistema mercantilista, neoliberal y capitalista ha llegado a nuestros territorios para, de diversas formas, explotarlo”, critica. Por un lado, la búsqueda de oro que, según apunta, “luego acaba en las joyerías de Europa”, y, por otro lado, la búsqueda de madera dura, que “muchas veces termina en las casas como parqué y otros ‘commodities’”. Esta “ambición por seguir ignorando a la naturaleza” de diversas formas, según manifiesta, ha agravado también la actual crisis climática.

“Si tenemos menos árboles en la Amazonía, vamos a tener menos agua dulce y menos aire que podamos respirar. Está comprobado. Y producto de todos los gases de efecto invernadero que, durante décadas y décadas, los grandes contaminadores han provocado, es que nos encontramos en un camino, al parecer, sin ninguna luz al final del túnel”, lamenta. Por eso, el activista cuenta que forma parte de otra campaña, también de Oxfam, llamada ‘Que paguen los contaminadores’. “Planteamos, justamente, que esta realidad impostergable, estas reuniones que se siguen haciendo sin firmar al final, sin soluciones reales, pueda plantearse en la COP28 que va a celebrarse, paradójicamente, en Dubái, que es la representación de todo lo que la industria extractiva, petrolera y gasífera está logrando en el mundo”, zanja de cara ala cumbre.

Justicia climática ahora

La terna de activistas de gira en España a su paso por Salamanca se completa con la joven costarricense Annelice Corrales, activista e investigadora de la ONG La Ruta del Clima. Sus aportes se centran en los desafíos de daños y pérdidas en comunidades costeras del Caribe de Costa Rica, dando voz a las experiencias locales. A nivel internacional, representó a su país en la COP26 de la ONU, abogando por “acciones concretas”, así como las “responsabilidades comunes pero diferenciadas”. Actualmente se encuentra estudiando Ingeniería Ambiental y le falta apenas un año para graduarse. Su historia, según Oxfam, es “un ejemplo de la capacidad de la juventud para marcar la diferencia en la búsqueda de un futuro más sostenible y justo”.

“Desde que inicié la carrera, descubrí que había una infinidad de problemas ambientales que resolver y que, al final, todos convergían en la crisis climática de la que todo el mundo hablaba. Esa es la razón por la cual decidí involucrarme en colectivos de movilización y activismo. Así inicié en una red de juventudes y activismo climático en Costa Rica, donde nos uníamos desde varias disciplinas y áreas académicas para poder, entre todos, buscar una forma de comunicar y encontrar soluciones a la crisis climática. Actualmente trabajamos en educación climática, incidencia política y voluntariados”, explica en declaraciones recogidas por Ical.

Asimismo, se involucra en los proyectos de la ONG de la que forma parte, La Ruta del Clima. “Nuestro enfoque principal es abordar las pérdidas y los daños ocasionados por el cambio climático y enfatizar en los impactos diferenciados. A veces hablamos de la crisis climática y todos creemos que nos referimos a altas temperaturas y ya. Pero no, es mucho más que eso. Y en cada parte del mundo se vive de una forma diferente. Y eso es lo que queremos venir a transmitir acá. Cómo es que nosotros vivimos esos impactos climáticos en nuestros países, cómo los están viviendo nuestras comunidades y también para empatizar con las personas que acá lo viven de una forma distinta”, resume.

En definitiva, aboga por perseguir la igualdad teniendo en cuenta las causas, pero también las consecuencias de la crisis planetaria. “La justicia climática hace alusión a que pensemos cómo hemos estado viviendo hasta hora, cómo hemos estado exigiendo al planeta de acuerdo a nuestras necesidades, y replantearnos si realmente todo lo que consumimos es lo que necesitamos, o podemos vivir con menos. Si podemos ser un poco más justos y pensar que hay otras personas en otras partes del mundo que también necesitan alimentarse, mientras nosotros estamos desperdiciando alimentos. Y también replanteamientos en cuanto a energía, agua potable y demás para entender que necesitamos justicia climática ahora”, sentencia.

Puentes Verdes

Los tres forman parte de ‘Puentes Verdes’, una actividad enmarcada en el proyecto Spark, impulsado por Oxfam Intermón y otras 19 organizaciones de 13 países, con financiación de la Unión Europea, que tiene el objetivo de sensibilizar y movilizar a jóvenes en Europa sobre la crisis climática, la justicia de género y la desigualdad. Así, en colaboración con la ONG, los tres jóvenes activistas climáticos procedentes de Colombia, Costa Rica y Perú unen esfuerzos para facilitar el intercambio de perspectivas, construir puentes entre diferentes culturas y regiones, y plantear reflexiones conjuntas que conduzcan a la acción con un impacto global significativo. Tras pasar por Pamplona, Salamanca es su única parada en Castilla y León antes de recalar en Jerez de la Frontera y Castellón de la Plana.

En su periplo por el país les acompaña el representante de Oxfam Intermon en Barcelona Norman Martín Casas, quien aprovecha la presencia de los tres jóvenes activistas iberoamericanos para llamar a la movilización de la juventud. “Estamos en un momento en el que ya hemos visto cómo los patrones del clima están fuera de lo normal y pensamos que es necesario conectar con la ciudadanía y con la juventud en España para levantar evidencias desde lo global. Esto es lo que nos lleva al objetivo de esta gira, la sensibilización, formación y movilización sobre las causas del cambio climático”, resume.

Eso sí, con la particularidad de hacerlo desde un punto de vista de la justicia climática global. “Queremos aflorar la interconexión entre las luchas y las causas del activismo climático joven en el norte y en el sur global. Y también desde una perspectiva de justicia cuando hablamos de los impactos diferenciados en las poblaciones más afectadas, en los colectivos más marginalizados y, también, con un punto de vista concreto sobre la justicia de género”, concluye Martín Casas, sobre una iniciativa se desarrolla como continuación del evento que la pasada semana reunió, precisamente en Barcelona, a más de 140 activistas climáticos de todo el mundo, llamado ‘Fixing the future’, antes de la COP28 de Dubái.