Educación

Más de 500 familias de Valladolid se suman a una campaña para que los adolescentes de la ESO no tengan teléfono móvil

Los padres intentan promover la regulación de los dispositivos en los centros docentes

Una joven utiliza un móvil en las cercanías de un Instituto de Valladolid
Una joven utiliza un móvil en las cercanías de un Instituto de ValladolidRubén CachoIcal

Más de 500 familias de Valladolid ya se han sumado a la campaña ‘Adolescencia libre de móviles’, iniciada en otras comunidades autónomas, para que los alumnos de la ESO no tengan este tipo de dispositivos, al considerar que causan “innumerables” problemas de salud mental y de aprendizaje en unas edades tan tempranas. No en vano, estos padres denuncian que el uso excesivo de estos aparatos está relacionado con los mismos mecanismos subyacentes de otras conductas adictivas.

A través de un comunicado, subrayan que el reto “no consiste en prohibir el teléfono móvil, se trata de no dar”, al precisar que los adolescentes no están preparados para hacer un uso responsable del aparato, por lo que apuestan por retrasar su uso hasta los 16 años, con el Bachillerato. “Se ha normalizado que nuestros hijos deben tener móvil cuando llegan a Primero de ESO, y esto es lo que intentamos cambiar. Sabemos que muchos padres ceden por la presión social, y cuando hablas con ellos reconocen que se arrepienten de esa decisión”, añade.

También, trabajan para promover la regulación de los teléfonos móviles en los centros escolares y “apretar” a las instituciones para que regulen normativas de acceso a los menores.

El objetivo de estos padres, que han elaborado el documento ‘Pacto de las familias’, es intentar retrasar el móvil y las pantallas en la vida de sus hijos y tratar de que conecten con lo que sucede en la vida cotidiana. “Nuestros hijos no necesitan este dispositivo para poder llegar al colegio o volver a casa, no caigamos en esta trampa, que busca convertir a la infancia y la juventud en adicta a la tecnología”, consideran.

La campaña recuerda que la simple presencia de un ‘smartphone’ en la zona de estudio puede disminuir la capacidad de aprendizaje, el razonamiento lógico, el pensamiento abstracto, la resolución de problemas y las habilidades creativas. No solo, afectan a la concentración y a los resultados de los alumnos sino también a su estado de ánimo y bienestar general.

De ahí que se alerte de los teléfonos móviles no son un juguete y recomienden a los padres que, antes de regalarlos, consulten los efectos secundarios como el acoso cibernético, la adicción, la ansiedad y la depresión, los trastornos de la alimentación, el acceso a las apuestas y el acceso a contenido sexual.

Las familias de varios cursos enumeran algunos datos preocupantes como que casi el 37 por ciento de los adolescentes pasa más de seis horas con el teléfono móvil; el 26 por ciento hace un uso problemático o compulsivo del móvil que supone un alto grado de interferencia en su vida diaria y repercute negativamente en la convivencia familiar; el 44 por ciento reconoce consumir pornografía ‘on line’; el 42 por ciento admite haber recurrido al ‘sexting’ o intercambio de mensajes sexuales y el once por ciento ha recibido proposiciones sexuales por parte de un adulto.

Además, recuerdan que el 61 por ciento de los adolescentes reconoce dormir con el teléfono en su habitación y el 29 por ciento lo usa de madrugada todos o casi todos los días; el 23 por ciento dedica más de cinco horas al día a las redes sociales los fines de semana; un tercio sube fotos, vídeos o historias personales todas las semanas y el siete por ciento hace bailes en TikTok todos los días. Y es que casi el 80 por ciento está en tres o más redes sociales, mientras que el 62 por ciento cuenta con más de un perfil en una misma red social, con un perfil blanco para los padres y familiares y otro, para interactuar con sus amigos.