Cine

Seminci: La mirada intergeneracional femenina copa el protagonismo en la segunda jornada del festival

"Septiembre dice" pone el foco en la adolescencia, mientras "Verano en diciembre" explora los vínculos familiares y "Mi postre favorito" se centra en las últimas oportunidades de la senectud

Vicky Luengo, Carmen Machi; la directora Carolina África, Bárbara Lennie y Beatriz Grimaldos, presentan la película de la Sección Oficial ‘Verano en diciembre’
Vicky Luengo, Carmen Machi; la directora Carolina África, Bárbara Lennie y Beatriz Grimaldos, presentan la película de la Sección Oficial ‘Verano en diciembre’Miriam Chacón/Ical

Las miradas intergeneracionales a los microcosmos femeninos coparon el protagonismo hoy de la segunda jornada de la 69 Semana Internacional de Cine de Valladolid, en la que se pudieron disfrutar películas dispares en tono y forma, que comparten una preocupación común por plasmar diversas realidades en torno a la mujer. Así, mientras ‘Septiembre dice’, el debut tras la cámara de la actriz Ariane Labed, pone el foco en las tinieblas de la adolescencia, otro debut, en este caso ‘Verano en diciembre’, de la dramaturga Carolina África, explora en clave de comedia agridulce y fuera de la competición oficial los vínculos y afectos familiares de varias generaciones de mujeres. Las últimas oportunidades que brinda la senectud son por otra parte el eje central de ‘Mi postre favorito’, la fábula que trazan con delicadeza los iraníes Maryam Moghaddam y Behtash Sanaeeha, mientras que el mexicano Alonso Ruizpalacios habla de sueños quebrados por el capitalismo para hombres y mujeres migrantes en su cuarto largometraje, ‘La cocina’.

Ruizpalacios dio hoy bien pronto el pistoletazo de salida a la jornada con el estreno en España de ‘La cocina’, su cuarto largometraje, que empuja al espectador al frenético abismo del día a día en un concurrido restaurante neoyorquino, enclavado al lado de Times Square. Raúl Briones (que cuenta con tres premios Ariel al mejor actor a sus espaldas) y la norteamericana Rooney Mara (‘Her’, ‘Carol’) protagonizan esta vibrante crónica de un mundo deshumanizado, enfebrecido por el capitalismo, donde lo único que importa es el dinero.

El director explicó que ‘La cocina’ se inspira “libremente” en ‘The Kitchen’, la obra teatral publicada por el ‘angry young man’ Arnold Wesker en 1957. El director conoció el texto durante sus primeros años en Londres, adonde había llegado para estudiar interpretación e intentar encontrar su lugar en el mundo. Mientras estudiaba, se ganaba la vida trabajando en “una trampa para turistas”, un local de la cadena Rainforest Café “no muy estrella Michelin”, recuerda ahora, y aquella historia le ayudó a “hacer los días más llevaderos”.

En aquella etapa fue cuando se quedó prendado del universo de las cocinas, del ritmo y del drama que encierran. “Son lugares muy dramáticos y también condensas como pocos la experiencia migrante. En las s grandes ciudades se convierten en puntos de reunión de muchas nacionalidades”, expuso en declaraciones recogidas por Ical.

Desde entonces, siempre tuvo el sueño de “hablar de esa torre de Babel” que vivió en primera persona “y que tan bien retrata la obra”. “Pensé que sería mi primera película, pero acabó siendo la cuarta”, apuntó. Sobre la elección del blanco y negro en la fotografía, una decisión “un poco suicida comercialmente”, aseguró que fue fruto del “instinto”: “La concebí en blanco y negro. Así veía la historia y así me hablaban los personajes. Quería borrar la especificidad temporal y el blanco y negro ayuda con eso, ya que te permite enmarcar la historia en una especie de fábula, e ir más allá del realismo, y yo quería que esta película fuera más allá del realismo”, explicó. Además, esa decisión le permitía “jugar con el color”, a la vez que “remarcar los contrastes”, algo coherente con la temática de su historia, que, en el fondo, “habla de los contrastes sociales y económicos”.

Entre lo gótico y la fábula

A medio camino entre el género gótico y la fábula mitológica, la actriz Ariane Labed, musa del polémico Yorgos Lanthimos en sus primeras películas, pone en ‘Septiembre dice’, su debut tras la cámara, rostro y fisicidad a ‘Hermanas’, la segunda novela de la joven británica Daisy Johnson. La película se adentra en las tinieblas de la adolescencia de la mano de dos hermanas totalmente opuestas, Julio y Septiembre, que viven en su propio mundo, aisladas incluso de la solitaria madre que intenta sacarlas adelante contra viento y marea.

Labed intenta con su cámara plasmar los lazos invisibles que atan a las dos jóvenes, que son uña y carne pese a sus antagónicas personalidades. Septiembre es dominante y temeraria, en ocasiones, cruel, mientras que Julio es mansa y temerosa, introvertida, ingenua y complaciente. La forma en que se completan impide en realidad saber dónde empieza una y termina otra, y un dramático suceso en el instituto las obligará a dejar atrás su vida e instalarse en una remota casa al lado de la playa, donde partir de cero.

“Cuando descubrí el libro me enamoré enseguida de los personajes. Ese ha sido el principal motor que me llevó a querer personificarlos. Me fascinaba la complejidad de la relación entre esas dos hermanas. Lo vi como una oportunidad para explorar tipologías de familias diferentes, en este caso sin un padre, y quería investigar sobre cómo plasmar la juventud de las mujeres y traducir el espíritu poético de Daisy Johnson en algo cinematográfico. Me daba mucho miedo, pero decidí hacerlo en aras del cine. No sé de dónde he sacado la valentía, pero espero encontrarla de nuevo. En el futuro”, explicó.

La forma que encontró para acercarse a esos personajes fue a través de los juegos infantiles, algo que considera “clave y liberador, que perdemos al alcanzar la edad adulta”. “Son una herramienta que te permite acceder a lo psicológico y que está muy presente en todo el debate sobre la salud mental que hay en nuestros días”, aseguró.

Sobre su trabajo con las jóvenes protagonistas, Mia Tharia (Julio) y Pascale Kann (Septiembre), además de Rakhee Thakrarq que encarna a la madre de ambas, recalcó que invitó a sus “maravillosas actrices” a deshacerse de los “manierismos sociales” para intentar aproximarse a “algo más animal”. “Eso lo busco por medio de juegos, de hacer el tonto, de divertirnos. Esa es la clave. Mi método al actuar es divertirme, ni más ni menos, y conozco las dinámicas del plató muy bien. Para mí es muy importante que todo el mundo se sienta involucrado en el proceso y esté comprometido, completó la ganadora de la Copa Volpi a la mejor actriz en el Festival de Venecia en 2010 por ‘Attenberg’.

Una comedia familiar agridulce

Que la vida se construye a partir de casualidades y azares bien lo sabe la dramaturga Carolina África, que hace once años presentaba en el Teatro Cervantes de Valladolid su obra ‘Verano en diciembre’ (Premio Nacional Calderón de la Barca 2012 y finalista a los premios Max en 2014) y en la noche de ayer viernes regresaba al mismo espacio para vivir la presentación mundial de su debut en el cine, adaptando a la gran pantalla esa misma historia y fuera de la competición oficial de esta edición. A su lado se encontraba hoy buena parte del enorme elenco de actrices que desfilan por el film: Carmen Machi, Bárbara Lennie, Victoria Luengo y Beatriz Grimaldos. Todas ellas, junto a las ausentes Lola Cordón e Irene Escolar, hablaron sobre la experiencia de levantar en cine esta comedia agridulce sobre los afectos y los indelebles vínculos familiares.

África recordó que escribió el texto original un mes de diciembre de hace muchos años, en su primera estancia en Buenos aires (Argentina), cuando experimentó la extraña sensación de vivir el verano en diciembre. “Aquella primera escritura teatral ya tenía algo muy cinematográfico, y las escenas eran muy trasladables a secuencias”, apuntó.

En ese sentido, afirmó que el proceso ha sido “apasionante” y contradictorio, ya que, “partiendo de la misma base, que es la necesidad de encontrar una interpretación verdadera, en teatro ensayas mucho para una toma única que es cada función ante el público, mientras que en cine sucede lo contrario y es imprescindible mantener las secuencias muy vivas”. “El montaje en el teatro se hace al principio, y en cine se hace al final. He jugado muchísimo haciendo pruebas, y ha sido una experiencia “fascinante, estimulante y preciosa”, sentenció.

Para Carmen Machi, el guion ‘Verano en diciembre’ “engancha mucho” porque “habla de la vida, de algo muy reconocible que te cautiva y seduce”. “Todas nosotras estamos muy arraigadas como actrices al teatro, y es fantástico cuando una función pasa al cine. Además, cuando descubrí el trabajo de Carolina, gracias al actor vallisoletano Santi Martín, me encantó su código, su lenguaje y manera de trabajar. Tiene algo que te apetece disfrutar, y eso te deja el camino casi hecho. Tenía todos los ingredientes a su favor, además al lado de compañeras a las que quiero y admiro. Era un planazo”, subrayó.

Derecho a existir y a soñar

Como un cuento juguetón sobre las segundas y quién sabe si últimas oportunidades han construido los iraníes Maryam Moghaddam y Behtash Sanaeeha, viejos conocidos de Seminci, ‘Mi postre favorito’, su último largometraje, que se sumó también a la competición oficial de la 69 edición. Ganadora del premio de la crítica y del jurado ecuménico en el Festival de Berlín, la película encierra una contundente carga de profundidad para reivindicar los derechos de las mujeres en Irán y contra la asfixiante policía de la moral ejercida por el Estado y por los propios ciudadanos.

Después de haberse vuelto envueltos en un interminable proceso judicial que se prolongó durante dos años con ‘El perdón’, su anterior largometraje (premio Pilar Miró a la mejor nueva dirección hace tres años en Valladolid), los cineastas afrontan en esta ocasión una denuncia de la regresión que la vida de las mujeres iraníes ha sufrido en las tres últimas décadas. Treinta años es justamente el tiempo que Mahin, la protagonista, lleva viuda, viendo cómo su vida se consume entre rutinas inanes mientras sus hijos dejaron atrás el país en cuanto tuvieron ocasión.

Ella se resiste a marchar, es una luchadora, o al menos lo era cuando fue joven, mucho tiempo atrás. Sus chispazos de vida, de sonrisas, se limitan a una comida anual con su grupo de amigas, mujeres que conocieron como ella la libertad y que se resisten a conformarse con la realidad que ahora les rodea, aunque sea en ‘petit comité’. “Nosotras no fuimos felices con nuestros maridos”, se atreve a decir una de ellas en la reunión inicial, ante lo cual, la más callada, abre la boca para decir: “Yo con el mío sí, cuando murió”.

Gracias a un encuentro casual con Faramaz, un silencioso taxista, descubrirá que la revolución puede hacerse desde los hogares, y que otro mundo es posible. Con ternura máxima (ese primer encuentro en el sofá, con cada uno sentado en un extremo) y sin paternalismos, los cineastas desgranan el encuentro entre estas dos almas solitarias, poniendo rostro y carne a sentimientos tan humanos como el miedo a morir en soledad o la necesidad de disfrutar de los tenues destellos de luz que se atisban ocasionalmente en la vida, incluso en medio de los regímenes más inquisidores. “Nada dura para siempre”, dice él, con una doble lectura aplicable por qué no al actual régimen iraní, mientras ella responde: “Algunas cosas sí”, quizá en alusión a la esperanza del pueblo iraní en el cambio.