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¿La nueva normalidad? La historia demuestra que no es tan nueva

Las estrictas medidas de desescalada y contención de epidemias se repitieron en los diferentes brotes de peste, la lepra o la sífilis y saltárselo se convirtió en una trampa mortal

Montesquieu estableció en "Del espíritu de las leyes" las normas a seguir para controlar el brote de diferentes epidemias
Montesquieu estableció en "Del espíritu de las leyes" las normas a seguir para controlar el brote de diferentes epidemiasLa RazónArchivo

Parece que ahora nos adentramos en un mundo difícil, lleno de trabas para realizar una vida normal, sin embargo existen múltiples antedecentes que demuestran que el comercio y la vida social siempre se ha visto afectados por el control de epidemias. Montesquieu, en su “Del espíritu de las leyes”, de 1742, habla en el Libro IX, “De las leyes en relación con la fuerza defensiva" , de “las leyes en su relación con las enfermedades del clima.”, donde repasa momentos históricos donde la política se ha dedicado a proteger a la población de posibles epidemias.

En su primera mención hace referencia al griego Herodoto, que en el recuento de sus viajes hace referencia a las leyes que los judíos tomaron en relación a la lepra siguiendo las prácticas que ya se establecieron en Egipto. Estamos hablando del año 170 antes de Cristo. Como ahora nosotros seguimos las prácticas establecidas en otras desescaladas como en China, Motesquieu asegura que “las mismas enfermedades pedían los mismos remedios”.

El ilustrado francés habla de un tiempo en que “los griegos y los primeros romanos no hubo leyes parecidas por no existir tampoco la expresada enfermedad”, pero que luego, la aparición de las mismas, obligaron a las autoridades a defenderse de las epidemias. Como asegura: “El clima en Egipto y de la Palestina las hizo necesarias; y la facilidad con que ese mal se propaga no da a comprender la sabiduría y la previsión de ellas”. Otra vez, la historia se repite.

La lepra sigue siendo su primera preocupación. “Los cruzados nos trajeron la lepra; pero los sabios reglamentos que se formaron impidieron que cundiese en la masa del pueblo”. Aquí nos presenta la ley de los lombardos para mitigar los estagos de esta enfermedad que se había esparcido por toda Italia “y había llamado la atención de los legisladores”. En el bautizado Edicto de Rotario, del año 643, el rey lombardo estableció “que se arrojase al leproso de su casa y se le pusiese en un lugar apartado, no permitiéndosele disponer de sus bienes, porque desde el momento en que salía de su domicilio, se le reputaba muerto”. A su vez se impedía toda comunicación con los enfermos, a los que se les declaraba incapaces de derechos civiles.

En su relación de leyes por enfermedad cuanta cómo la mayoría llegan de viajes a Palestina o Siria. “Los soldados de Pompeyo, al volver de Siria, trajeron una enfermedad muy parecida a la lepra. No ha llegado hasta nosotros ningún reglamento que por entonces se hiciera; pero es lo probable que se formara alguno, pues el mal quedó en suspenso hasta el tiempo de los lombardos”, recuerda Montesquieu.

Luego recuerda las enfermedades que se trajeron del “nuevo mundo”, es decir, los viajes a América. “Hace dos siglos que una enfermedad, desconocida de nuestros padres, pasó del Nuevo Mundo al antiguo, y vino a atacar a la naturaleza humana en la fuente misma de la vida y de los placeres”, escribe. Aquí podemos deducir que se refiere al brote de sífilis que llegó a Europa en el siglo XVI. Habla de un mal “que no era afrentoso y sí sólo funesto” que se perpetuó por la avaricia y la “sed de oro”.

Aunque Montesquieu es célebre por hablar siempre de “las bondades del comercio”, aquí cita ejemplos concretos en los que la liberalización de todo contacto exterior es peligroso para la protección de la población frente a las enfermedades. Y se queja de la falta de restricciones de estos viajeros del nuevo mundo. “Como incumbe a la sabiduría de los legisladores velar por la salud de los ciudadanos, habría sido lo más prudente detener el contagio por medio de leyes semejantes a las mosaicas”, señala.

La ley mosaica era la que prohibía, de nuevo, tocar a los leprosos. Aquí empieza a hablar de la peste, “un mal cuyos estragos son todavía más prontos y más rápidos. Tiene su asiento principal en Egipto, de donde se propaga a todo el mundo. En la mayor parte de los Estados de Europa existen muy buenos reglamentos para no dejarla entrar y en nuestros días se ha imaginado un medio excelente de cortarle el paso, el cual medio consiste en aislar con una línea de tropas el país infectado, para impedir toda comunicación”. De nuevo, aquí vemos como la cuarentena, el confinamiento y, en última instancia, la fuerza de las armas han sido medidas de control de enfermedadesno son cosas que inspiran demasiado optimismo.