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La radiación solar incide en la propagación de la COVID-19

Paraísos como las Islas Cook o Samoa, donde no ha llegado la covid, respaldan que el coronavirus se propaga más rápido con una baja radiación de rayos UV y una alta densidad de población

Las medidas de confinamiento han reducido la transmisión del nuevo coronavirus pero no ha acabado con la enfermedad. El virus sigue circulando, aunque más gandul e indolente. Una de las muestras es el minibrote localizado en Lleida, donde hubo una transmisión controlada en una fiesta de cumpleaños ilegal, según matizan microbiólogos e infectólogos, y no un rebrote. Aún no se conocen con certeza cuáles son los factores clave que hicieron que el virus se propagara con tanta celeridad entre diciembre y mayo. Pero diferentes análisis apuntan ya que la climatología podría influir en la evolución de la pandemia.

Uno de estos estudios acaba de ser publicado en la revista científica “Clinical Infectious Diseases”. Su título lo dice casi todo: “Una alta radiación solar está asociada con una menor incidencia de la COVID-19”. Y en él han participado Xabier Urra y Mar Guasp, especialistas de neurología del Hospital Clínic, junto a Carlos Laredo, los tres investigadores del IDIBAPS (Instituto de Investigaciones Biomédicas Agustí Pi i Sunyer).

Los investigadores han analizado los factores climatológicos y demográficos asociados a la propagación de la COVID-19 en diferentes regiones de todo el mundo. Han correlacionado los casos de COVID-19 reportados en las primeras semanas de la epidemia en cada país y región con los datos climatológicos en el mismo periodo de tiempo. Y han determinado que hubo un mayor número de infecciones en lugares con una baja radiación solar y una alta densidad de población.

Islas paradisíacas sin rastro de la covid

De la quincena de países que no han reportado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) ningún caso de coronavirus, una decena son islas lejanas, con poca población y difíciles de ubicar en el Océano Pacífico, lo que respaldaría esta investigación. Las Islas Cook, al Norte de Nueva Zelanda; las antiguas Islas Carolinas españolas, ahora agrupadas en la Federación de Estados de Micronesia; Samoa, famosa por su equipo de rugby, o Tonga, son algunos lugares donde no ha llegado la covid. En cambio, en estas dos últimas islas sí llegó la segunda oleada de la llamada gripe española en 1919.

Un comportamiento similar al de gripe con la metereología

Este comportamiento del SARS-CoV-2 estaría en sintonía con el “modus operandi” de otros virus de la familia de los betacoronavirus que con altas temperaturas o con una alta humedad disminuyen su capacidad de propagación. Eso pasa, por ejemplo, con la gripe, que vive su esplendor entre noviembre y marzo. “Aunque la radiación UV no es suficiente por sí sola para frenar la COVID-19, el efecto protector de la radiación solar es de una magnitud similar al aumento asociado a la densidad población”, concreta Urra, coordinador del estudio. Este especialista en neurología señala que “el aumento de radiaciones solares que se producirá en la próximas semanas puede ayudar a disminuir su progresión”. Sin embargo, no se atreve a afirmarlo, porque aún no hay un consenso sobre si en verano se frenará la transmisión del virus.

Los autores señalan que se requieren más estudios sobre el potencial efecto protector de la radiación solar sobre el nuevo coronavirus para determinar el papel de los cambios metereológicos estacionales en la propagación de la COVID-19. Actualmente, este equipo está estudiando “la relación entre factores climáticos y al incidencia de la COVID-19 y la frecuencia de anticuerpos frente al virus en España”, añade Urra. “Conocer los factores que influencian la diseminación de la COVID-19 podría ayudar a anticipar sus consecuencias y a tomar medidas para mitigar su impacto”, concluye.