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¿Por qué vuelve a haber transmisión descontrolada en Cataluña?

El Govern menosprecia la colaboración pese a no estar preparado para nuevos brotes: no tenía listo el sistema informático, de detección precoz ni rastreo

The spread of the coronavirus disease (COVID-19) in Barcelona
En una semana, Barcelona multiplica por 3,5 los positivos de covid. REUTERS/Nacho DoceNACHO DOCEReuters

Por la boca muere el pez, empieza diciendo el refrán. Y el hombre por la palabra, acaba. Pero la metáfora del pez mordiendo el anzuelo es tan ilustrativa que la coletilla se queda siempre en el tintero. Joaquin Sabina puso melodía a la frase que estos días interpreta el Govern de la Generalitat.«Si es por ley que por a boca muere el pez, yo vivo de prestado todavía», dice. Igual que hacen Quim Torra y los suyos. En los días más crueles de la pandemia, la portavoz del Govern, Meritxell Budó, llegó a decir que «en una Cataluña independiente habría menos muertos». Fue una manera desafortunada de criticar la recentralización de la gestión durante el estado de alarma. Aún le supura la herida. Pese a que la consellera de Salud, Alba Vergés, se desmarcó de las declaraciones, durante el pleno sobre la COVID-19 en el Parlament, Torra insistió en culpar a Madrid de la errática gestión de la covid, que en Cataluña se ha cobrado ya 12.644 muertos. El problema es que desde las Comunidades Autónomas se hicieron con la gestión de la «nueva normalidad», Cataluña no lo ha hecho mejor.

Como bien resume el jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Vall d’Hebron, Benito Almirante,«en cuatro semanas de gestión propia, estamos peor que en todo España». ¿Qué ha pasado?

54 días sin secretario de la Agencia de Salud Pública

El experto en enfermedades infecciosas y salud global, Oriol Mitjà, asesor del Govern en el pico de la pandemia, dice que el trabajo de Cataluña era poner en marcha la estrategia de testear y buscar contactos. «Y ha fallado», añade. Mitjà es muy crítico. Dice que «el departamento de Salud era un palacio infranqueable al que era muy difícil asesorar». “Desde el principio venimos cometiendo errores”, admite el infectólogo. “En un primer momento, las atribuimos a un proceso de aprendizaje, pero desde mayo este proceso debería haber sido asumido”, constata. Una de las cosas que ha faltado ha sido liderazgo e instrucciones claras a la ciudadanía. Lo cierto es que, en mayo, Vergés se quedó sin secretario de la Agencia de Salud Pública. El doctor Joan Guix dejó el cargo por motivos de salud. Eso fue un 28 de mayo y durante 54 días el organismo que debía gestionar la covid ha estado descabezado. Ayer, el Govern nombró al epidemiólogo Josep Maria Argimon como nuevo secretario de la Agencia de Salud Pública. Pero entre medio “han pasado cosas” y “se han cometido errores”, admitió el mismo Argimon en su presentación.

La coalición de Govern -JxCAT y ERC- ha politizado la gestión y ha menospreciado el trabajo coordinado con el Estado contra un virus que no entiende de nacionalismos.

El brote en Lleida, sin sistema informático ni herramientas de rastreo

El brote de contagios en Lleida, donde llegaron miles de jornaleros para trabajar en la campaña de la cereza, el melocotón y el albaricoque, cogió al Govern con el pie cambiado. El sistema informático que ayuda a compartir la información recabada entre los actores que participan en la cadena de detección y seguimiento de los contactos, no estaba listo. Como tampoco estaba listo de detección precoz y rastreo.

A Lleida llegaron más jornaleros de lo que se necesitaban para la cosecha. Jaume Pedrós, responsable de los temporeros de la Unió de Pagesos de Lleida, explica que a través de las redes sociales corrió el bulo de que había trabajo para todos y que se iba a dar papeles. Así es cómo a principios de mayo, “cuando todavía estábamos confinados y no podríamos salir para ir a la playa, llegaron centenares de personas, muchas sin papeles, de Huelva y Extremadura”. Los temporeros no dejaron de llegar y el Ayuntamiento de Lleida se vio desbordado. Hoy decenas de ellos malviven hacinados en casas destartaladas del casco antiguo en unas pésimas condiciones de higiene, donde las mascarillas andan buscadas y la distancia social es un oxímoron.

Se pierde la cadena de transmisión del virus

Los primeros brotes entre este colectivo, saltaron del trabajo a los domicilios y de los domicilios a la calle. Se perdió el rastreo y en vez de brotes localizados, Lleida pasó a tener de nuevo transmisión comunitaria. El 4 de julio, después descartar el confinamiento, Vergés anunció el cierre perimetral para la comarca del Segrià, de la que Lleida es la capital. Era un sábado y para aquel entonces, muchos vecinos ya se habían ido de fin de semana.

La precariedad, caldo de cultivo para el virus

La historia de Lleida se repetía en el segundo municipio más poblado de Cataluña: L’Hospitalet de Llobregat, a tocar de Barcelona. Esta vez, en lugar de temporeros, los primeros brotes se dieron en un barrio obrero, con pisos diminutos en los que pueden llegar a vivir 13 o 19 personas. De nuevo, el virus se cebaba con los más vulnerables. Y de nuevo, falló la detección precoz y el rastreo de los contactos.

En Lleida, Barcelona y su área metropolitana la fase 3 de la desescalada duró menos de lo que canta un gallo. Literamente. Aunque cada fase de la desescalada duraba dos semanas, el inicio de la fase 3 en estas regiones arrancó un día antes de terminar el estado de alarma y para sacar pecho de que la Generalitat recuperaba sus competencias, Torra finiquitó la fase 3 en 24 horas y dio la bienvenida a uno “nueva normalidad” gestionada desde Cataluña. El virus no atacaba como en marzo, pero no se había ido. Y en ese momento, había otra prioridad: la economía.

No se hacía PCR a contactos sin síntomas

Para contener al virus se asignó un papel relevante a una atención primaria que aún no se ha recuperado de los recortes de 2010. Se encarga de detectar nuevos casos de coronavirus con pruebas PCR y el seguimiento de sus contactos. Los Centros de Atención Primaria (CAP) debían pasar los datos a los servicios de vigilancia epidemiológica, demasiado cortos para encargarse de buscar el origen de los brotes. La tercera pieza del rastreo, los «scouts», que hacen las llamadas de seguimiento a los contactos se externalizó a Ferrovial. Además, hasta el viernes no hacía PCR a contactos que no tuvieran síntomas, pese a que el 45% es asintomático.

31 días después del estado de alarma culmina el organigrama de Salud

Treinta y un días después de asumir la gestión, tras haber tenido que volver a una fase 2 descafeinada en Barcelona, Lérida y Figueras, Cataluña estrena estrategia con un nuevo equipo en la Agencia de Salud Pública que colaborará estrechamente con Jacobo Mendioroz, nombrado recientemente responsable de la covid en Cataluña. Aumentará las pruebas PCR de 8.000 a 30.000 diarias. E incorporará 500 gestores covid en los CAP, una nueva figura para descargar trabajo a los médicos y detectar contactos de contagios. Quiere llegar a detectar entre 10 y 15 contactos de cada infectado. Ahora, no llega a dos. La figura del gestos covid se aprobó hace siete días, pero aún no se ha incorporado al sistema. Hoy, empiezan formación 240 -aprenderán a hacer preguntas y se familiarizarán con un aplicativo donde volcar los datos-. La idea es que la semana que viene se integren en los CAP.

La curva se estabiliza en Lérida y “preocupa” en Barcelona

Torra admitió que la situación en las comarcas ilerdenses parece que se estabiliza, pero es «preocupante» en Barcelona, donde la gestión caótica de los rebrotes indigna a los alcaldes de los trece municipios metropolitanos afectados por la inconcreción de las medidas. Ahora, pide a los Mossos que sancionen. Un precioso tiempo perdido.