Educación
La carta con la que la educación ha querido plantar cara al radicalismo
El político Jean Jaurès escribió una misiva que hoy será leída en todos los colegios franceses
Hoy se leerá en los colegios franceses una carta que es toda una declaración de principios ante la barbarie, un mensaje que tiene ansias de ser universal porque traspasa fronteras. Es un homenaje a los profesores y con el que se quiere también rendir tributo póstumo a Samuel Paty, el educador que murió hace unos días degollado después de mostrar unas caricaturas de Mahoma a sus alumnos. La mejor manera de recordarlo será la lectura de la misiva que escribió en 1888 el entonces joven político Jean Jaurès y que apareció en la primera plana del diario «La Dépêche». Pero, ¿quién era Jean Jaurès y por qué sus palabras tienen aún tanta vigencia?
Para contestar a estas preguntas tenemos que remontarnos al siglo XIX. En realidad se llamaba Auguste Marie Joseph Jean Léon Jaurès y había nacido en 1859 dentro de una familia pequeño burguesa de Castres venida a menos. Pese a los problemas económicos, Jaurès vio en la educación una buena oportunidad para salir adelante, hasta el punto de lograr ser el número uno en el acceso a la Escuela Normal Superior de la calle de Ulm en 1878 y el número tres en la oposición a la cátedra de filosofía en 1881. Su vida, al igual que su carrera, estuvo enfocada en la educación, iniciándola como profesor en Albi y posteriormente en Toulouse donde sería catedrático en su Facultad de Letras.
La política llamó también a sus puertas y se identificó con los posicionamientos socialistas. De esta manera, fue en 1885 elegido diputado republicano por el departamento de Tarn. La política siguió combinándola con su verdadera pasión, la educación, como lo demuestra la carta que tres años después publicó, un verdadero alegato de la labor de los maestros, tan vigente hoy como en el momento en el que fue redactada.
En el texto, Jaurès dice a los educadores que «tienes la inteligencia y el alma de los niños en tus manos; eres responsable de la patria. Los niños a tu cuidado no solo tendrán que escribir y descifrar una letra, leer un cartel en la esquina de una calle, sumar y multiplicar. Son franceses y deben conocer Francia, su geografía y su historia: su cuerpo y su alma. Serán ciudadanos y deberán saber qué es una democracia libre, qué derechos les confiere, qué deberes les impone la soberanía de la nación. Finalmente serán hombres, y deben tener una idea del hombre, deben saber cuál es la raíz de todas nuestras miserias: el egoísmo en múltiples formas; cuál es el principio de nuestra grandeza: el orgullo unido a la ternura».
Jaurès también aconsejaba al educador que lo leyera que a sus alumnos debe enseñarles «la grandeza del pensamiento; debemos enseñarles el respeto y la adoración del alma despertando en ellos el sentimiento del infinito que es nuestra alegría, y también nuestra fuerza, porque es a través de ella que triunfaremos sobre el mal, la oscuridad y de la muerte»
¿Y para hacer todo eso desde la escuela pública qué pasos se puede dar? En su misiva pública, Jean Jaurès daba una serie de consejos a los maestros, entre ellos «enseñar a los niños a leer con absoluta facilidad, para que no lo olviden nunca en la vida y que en ningún libro su mirada no se detenga en ningún obstáculo. Saber leer realmente sin dudarlo, como leemos tú y yo. Esa es la clave de todo».
La divulgación del conocimiento a través de la lectura era uno de los principales objetivos de este profesor y filósofo socialista. En el citado artículo apuntaba que «sabiendo leer bien, el colegial, que es muy curioso, rápidamente tendría, con siete u ocho libros elegidos, una idea, muy general, es cierto, pero muy alta en la historia de la especie humana, en su estructura del mundo, de la propia historia de la tierra en el mundo, del papel de Francia en la humanidad. El maestro debe intervenir para ayudar a este primer trabajo de la mente; no es necesario que diga mucho, que tome lecciones largas; basta con que todos los detalles que les dará contribuyan claramente a una imagen general».
No es gratuita la elección de Jaurès para homenajear a Paty. Los dos tuvieron en común su amor por la educación, así como un final injusto. Si Samuel Paty murió asesinado por un fundamentalista islámico, a Jean Jaurès le disparó tres veces un nacionalista francés llamado Raoul Villain y a quien molestaba que el político se mostrara contrario a la Gran Guerra. La intransigencia parece que pervive.
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