Opinión
Barcelona
Barcelona duele y sólo duele aquello que realmente se quiere. Duele verla solitaria, aburrida y casi provinciana, cuando su signo de distinción fue siempre todo lo contrario. Conste que no me refiero a este momento específico por la situación de la pandemia, me refiero a algo más profundo como es el intento de apagar su nombre propio.
Barcelona es por excelencia cosmopolita, abierta, tolerante y divertida. Recordemos cómo incluso en pleno franquismo el Paralelo tenia vida propia y esquivaba una censura que muchas veces miraba hacia otro lado, o como surgieron fenómenos como la “gauche divine” impensables en otros puntos de España.Luego vino la Transición con todo lo que significaba y después la gran explosión, la Barcelona olímpica cuando la ciudad adquirió en el mundo nombre propio, ser de Barcelona era como ser de New York, claro que son norteamericanos pero ser neoyorquino imprime un sello propio.
Los barceloneses éramos catalanes y españoles, pero éramos de Barcelona un nombre con luz propia, una luz que deslumbraba a quienes querían convertirla solo en la capital de lo que querían que fuese foco mayor, que se llama Cataluña independiente y para eso la brillantez del nombre de Barcelona molestaba, en esto los independentistas encontraron un aliado perfecto en los neo puritanos progres, se cargaron el ocio nocturno, suprimieron muchas terrazas, llenaron la ciudad de tochos incompresibles….
Claro que son escasos los líderes del procés que son de Barcelona, quizás por eso nos quieren imponer una mentalidad cerrada, en la que o eres independentista o no eres catalán, o eres del Barça o no eres catalán, o estás a favor de la imposición lingüística o no eres catalán, así pretendieron expulsarnos de la catalanidad a quienes ni somos independentistas ni somos del Barça y leemos a Falcones o a Mendoza, expulsados de la cultura catalana. Servidor no es sevillano o madrileño, ni del Real Madrid o del Betis, seguiré siendo periquito y leyendo en castellano, la única alternativa posible que se me ocurre a mi amor por Barcelona es convertirme en suburense, hacerme del Sitges y leer el Eco. Pero de momento aquí sigo, y aquí seguiré.
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