Pioneros

La Unidad de Placenta Accreta de Vall d’Hebron es la primera en intervenir en un quirófano híbrido

Ello permite mejorar la seguridad de las pacientes de una patología que va en aumento debido al creciente número de cesáreas que se realizan y que entraña un importante riesgo de sangrado

El quirófano híbrido cuenta con todos los recursos necesarios para que en ellos también puedan actuar los radiólogos intervencionistas
El quirófano híbrido cuenta con todos los recursos necesarios para que en ellos también puedan actuar los radiólogos intervencionistasVall d'Hebron

Las cesáreas en el parto son cada vez más frecuentes y ello ha supuesto un aumento del número de mujeres que sufren placenta accreta, una patología obstétrica cada vez más frecuente, que afecta a una de cada 530 embarazadas, y que aparece como un riesgo añadido al creciente número de cesáreas, que es el principal origen de la aparición de la placenta accreta, asociado al hecho de la que la placenta se sitúe en una zona determinada del útero, que es el segmento uterino inferior, lo que se conoce como placenta previa.

Así pues, tal y como indica el doctor Manel Caselles, jefe de la Unidad de Multidisciplinar de Placenta Accreta y doctor del Servicio de Obstetricia de Vall d’Hebron, “cuantas más cesáreas más riesgo hay de placenta previa y la combinación de muchas cesáreas con la placenta previa es el escenario idóneo para que aparezca la placenta accreta”. Ésta es una patología que no permite que, tras el alumbramiento, se produzca la expulsión de la placenta de forma fisiológica o natural, Normalmente, después del nacimiento del bebé, el útero se hace pequeño y eso ayuda a separar la placenta de su inserción dentro del útero, pero en el caso de las mujeres con placenta accreta eso no sucede, ya que la placenta no está adherida al útero, sino que ha invadido su pared, está infiltrada en su pared, de manera que no es posible que tenga lugar el mecanismo fisiológico de separación. Ante esta situación, el paso natural es intentar extraer la placenta manualmente, pero esa es una maniobra extremadamente peligrosa, ya que se asocia a un sangrado muy importante, que pone en compromiso la vida de la madre.

El diagnóstico es realmente sencillo si el profesional tiene en consideración que la paciente puede sufrir esta patología. Para ello, primero debe producirse una asociación entre placenta previa y cesárea anterior que despierte la sospecha clínica para a continuación confirmar el diagnóstico mediante una ecografía obstétrica para valorar los signos directos e indirectos de la placenta accreta y, finalmente, la resonancia magnética ayuda a establecer el grado de invasión y la extensión de esta placenta accreta. Con ese diagnóstico, se programa la cirugía entre la semana 35 y la 37 de gestación para evitar que la mujer se ponga de parto de forma espontánea, con el fin de conciliar el riesgo de prematuridad del niño con el riesgo de sangrado espontáneo antes de que se pueda hacer la cirugía de forma programada.

La intervención consiste, en primera instancia, en una laparotomía abdominal, a continuación se extrae al bebé a través de cesárea, abriendo el útero allá donde se conoce que no hay placenta y, una vez se ha sacado al feto, se vuelve a cerrar el útero y, después, se extraae el útero con la placenta en bloque. Se trata de una cesárea combinada con histerectomía quirúrgica.

Ante las complicaciones que puede entrañar este tipo de cirugía y dado que ésta requiere de los recursos necesarios para poderla llevarla a cabo con garantías y la intervención de un equipo multidisciplinar, en 2014, Vall d’Hebron puso en marcha la primera Unidad Multidisciplinar de Placenta Accreta en España, integrada por obstetras, cirujanos oncológicos ginecológicos, radiólogos intervencionistas, anestesiólogos, urólogos, neonatólogos, especialistas en resonancia magnética nuclear fotoplacentaria y enfermeras. “Gracias a esta unidad se ha conseguido disminuir las complicaciones asociadas a esta patología y, por lo tanto, también la morbimortalidad”, asegura el doctor Casellas, quien al respecto señala que “desde 2014 hemos intervenido a 40 pacientes, de las cuales solo un 15% ha requerido transfusión y, de éstas, únicamente el 2% ha necesitado cuatro bolsas de transfusión, cuando antes de la puesta en marcha de la unidad esos porcentajes se situaban en el 80% y el 50% respectivamente”. Además, “solo dos de esas 40 pacientes han tenido que ser reintervenidas, es decir el 8%, mientras que anteriormente en torno al 30% tenía que volver a pasar por quirófano, y no se ha producido ningún caso de mortalidad materna, por uno en el periodo anterior”, añade Casellas, quien además avanza que “ahora hemos dado un paso más aprovechando los recursos de los que dispone el Hospital Vall d’Hebron con la finalidad de incrementar aún más la seguridad de nuestras pacientes”.

El doctor Manel Casellas, jefe de la Unidad Multidisciplinar de Placenta Accreta de Vall d'Hebron
El doctor Manel Casellas, jefe de la Unidad Multidisciplinar de Placenta Accreta de Vall d'HebronVall d'Hebron

Y es que la unidad ha sido la primera a nivel español en llevar a cabo una intervención de placeta accreta en un quirófano híbrido. “El sangrado es la principal complicación de este tipo de intervención y éste suele resolverse mediante la radiología intervencionista, un procedimiento quirúrgico poco invasivo mediante el cual se intenta reducir la cantidad de sangre que llega a una zona conflictiva en la que hay un problema de sangrado accediendo a esa zona a través de los vasos sanguíneos para, desde el espacio intravascular, poner un producto que cierre el grifo allí donde se produce el sangrado”.

En este contexto, el quirófano híbrido aumenta la seguridad de las pacientes porque, en este espacio, los radiólogos disponen de todos los recursos necesarios para llevar a cabo sus procedimientos sin necesidad de trasladar a las pacientes a su unidad, cosa que en los quirófanos convencionales era necesario hacer porque los radiólogos no contaban con las herramientas necesarias para desarrollar su trabajo.

Además, paralelamente, ello permite prescindir de la colocación de catéteres en las ilíacas internas de la paciente, que son los vasos que alimentan directamente al útero, como medida preventiva ante un posible sangrado, situación en el que se podrían inflar esos catéteres para ocluir el vaso y poder así trasladar a las pacientes a la unidad de radiología intervencionista con menos sangrado. “Ahora, esta medida preventiva, que tenía sus inconvenientes, ya no es necesaria puesto que no hay que hacer traslados y, por lo tanto, el quirófano híbrido nos permite ser mucho más selectivos a la hora de colocar esos catéteres, algo que haremos solo en los casos en los que sea estricta y rigurosamente necesario”, señala el doctor.