Arte

París era una mujer

Una doble exposición rescata el papel que ellas tuvieron en el arte entre finales del XIX y principios del XX

La exposición 'París-Barcelona, la visión femenina de la Belle Époque', en el Museu del Modernisme.EUROPA PRESS04/11/2021
La exposición 'París-Barcelona, la visión femenina de la Belle Époque', en el Museu del Modernisme.EUROPA PRESS04/11/2021EUROPA PRESSEUROPA PRESS

La meca del arte, mucho antes de que Nueva York se propusiera ese fin, fue París. Así lo entendieron los modernistas catalanes que a finales del siglo XIX, siempre que las condiciones económicas se lo permitieran, viajaron hasta la capital francesa para enterarse qué estaba pasando, qué es lo que estaba cambiando desde el punto de vista plástico. Porque París lo ofrecía todo: desde la luz a la absenta, desde los galeristas mas prestigiosos a las alucinaciones más ocultas en fumaderos de opio. Santiago Rusiñol y Ramon Casas fueron los primeros en entender eso siendo los precursores de una senda que también atravesarían Nonell, Canals o Picasso. Mucho antes de que el joven malagueño se perdiera por el Bateau Lavoir, Casas y Rusiñol se subieron hasta el Moulin de la Galette y se codearon con un mundo en el que la mujer representaba la modernidad. Fueron ellos los que supieron ver que eran ellas las que podían marcar el terreno y no únicamente posando ante el caballete del pintor de turno.

Algo de todo eso es lo que ofrecen dos exposiciones que acaban de abrir sus puertas en Barcelona de manera simultánea. Bajo el común epígrafe de «París-Barcelona. La visión femenenina de la Belle Époque», el Museu del Modernisme de Barcelona y Gothsland Galeria d’Art nos invitan a sumergirnos en una época fascinante, a partir de un conjunto de pinturas, dibujos y esculturas procedentes de colecciones privadas, así como de museos como el Cau Ferrat o el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Todas ellas están firmadas por nombres de primer nivel, desde los citados Casas y Rusiñol pasando por Opisso, Llimona, Bagaria, Mir, Utrillo o Torres-García, además de rescatar la memoria de algunas creadores tan interesantes como Lola Anglada y Olga Sacharoff.

Estamos hablando de un periodo histórico, finales del XIX y principios del XX, en el que la mujer empieza a tomar el pulso a la vida artística. En París está a las puertas de ser el motor de algunos cambios, como sucederá con la llegada de las libreras y editoras Sylvia Beach y Adrienne Monnier, o cuando empiecen a dar a conocer su obra literaria autoras de la talla de Colette o Gertrude Stein, sin olvidar la crónica íntima y personal de Anaïs Nin. Ellas, entre otras, darán ese salto cualitativo.

Antes, por ejemplo, Casas se ha dado cuenta de este hecho y lo resalta en su propia obra. En ocasiones, de la mano de su esposa Júlia Peraire, hace que ella se ponga a los mandos de un automóvil, algo que parece imposible en ese tiempo en el que la etiqueta machista puede venir como anillo al dedo.

También representa este ruptura con estereotipos conservadores la imagen que se ha convertido en el símbolo de estas exposiciones. Es una mujer vestida de blanco y radiante que quiere personificar la Barcelona de ese tiempo. Eso es lo que encontramos en un extraordinario cartel realizado por el británico John Hassall, formado en la Académie Julian de París. Esta pieza, que hacía años que no podía verse en una muestra en la ciudad a la que representa, fue premiada en el concurso internacional de carteles que se convocó en 1909 con motivo de la llamada Comisión de Atracción de Forasteros y Turistas que puso en marcha el Ayuntamiento de Barcelona. Era su manera de reclamar la presencia de visitantes extranjeros en la capital catalana. Esta obra fue localizada recientemente en una subasta en Estados Unidos por el galerista Gabriel Pinós, responsable de la doble muestra. Es una pieza de museo.

Hay nombres de esta retrospectiva que podrían ser considerados como un avance de futuras exposiciones. Es el caso de Suzanne Valadon, modelo pero también pintora, esposa y madre de artistas. En esta misma línea también aparecen dos nombres posteriores al impresionismo, como son los de Georgette Agutte y Lucie Cousturier y que se codearon con algunos de los creadores revolucionarios de ese momento, como Matisse, Gauguin o Signac. Del ámbito catalán, la exposición rescata a Lola Anglada, con una mirada al puerto de Barcelona y a Olga Sacharoff que se autorretrata en un magnifico óleo con su personal estilo.