Opinión
Una reflexión sobre el miedo
Como recordarán no hace mucho publiqué un artículo que se titulaba “Bidart 30 años” y rememoraba la operación de la desarticulación de la cúpula de ETA por los hombres de Inchaurrondo, encabezados por el entonces Teniente Coronel Enrique Rodríguez Galindo.
Me encontré esta semana en los juzgados a un buen compañero y amigo que me dijo que le había llegado mi artículo y luego añadió -me lo ha pasado un conocido con gran indignación-.
Le respondí que bueno, y que peor para él. Luego añadió: -¿No tienes miedo?-
-¿Miedo a qué?
-Al qué dirán, a lo que pueda pensar la gente.
-¿Por escribir un artículo sobre un hecho histórico protagonizado por un amigo del que fui orgullosamente su abogado?
-Ya, pero la gente no lo percibe así y eso te puede colocar en boca de personas que te pueden perjudicar.
-¿A mí?, ¿por eso?
Seguimos hablando de otros asuntos y le pasé algunos artículos míos posteriores sobre diferentes temas. Por la noche me puse a reflexionar, qué clase de sociedad y de vida tenemos en que la gente puede tener miedo de contar una verdad histórica o de expresar una opinión.
Nunca he entendido eso que se llama ser políticamente correcto y siempre me he llevado mal con los héroes de salón, es decir, con aquellos que en el terreno en el que se sienten seguros dicen lo que piensan y luego se callan por miedo.
Es comprensible y deseable la prudencia cuando se ocupa un papel institucional porque se representa a algo más allá de la propia persona. Pero al margen de esto creo sinceramente que hay una autentica obsesión por ser un “bienqueda”, para que no le cataloguen a uno, por ser políticamente correcto, así se acaba mediatizando el lenguaje y convirtiendo la convivencia en hipocresía.
Creo que este tipo de gente, muchos bien intencionados, nunca han tenido un enemigo de verdad, nunca se han visto en la tesitura de tú o él y no me refiero sólo a lo físico, sino a estar dispuesto a defender aquello en lo que se cree hasta el final, hasta las últimas consecuencias y además expresarlo.
No es cuestión de valentía como algunos piensan quizás más bien de comodidad, de paz interior, de que los demás sepan de verdad como eres y como piensas, que quienes lo merecen tengan claro que pueden contar contigo porque si eres amigo darás la cara siempre por ellos.
Actuando así, seguro que te aprecian más, cuentan mas contigo, te perdonan más fácilmente tus errores, te respetan los contrarios y la vida es mucho más divertida.
Está noche el puro y el gintonic caerán por todos aquellos a los que estas líneas les haya hecho pensar un poco. Va por ustedes.
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