Prevención
Cada verano, entre 5 y 7 personas sufren lesión medular por zambullida, una incidencia que no decrece pese a las medidas de concienciación
En general se trata de personas jóvenes que, tras sufrir un impacto cervical al zambullirse en el agua, ven trastocada su vida por una lesión que, en la mayoría de los casos, afecta a la fuerza y sensibilidad de sus cuatro extremidades
Cada año, principalmente en verano, el Hospital Vall d’Hebron, centro de referencia en lesiones medulares agudas traumáticas de Cataluña, atiende a entre cinco y siete pacientes con lesión medular por zambullida - de los cuales uno o dos suelen ser extranjeros- y ello pone de manifiesto una incidencia más elevada que en otras regiones de la geografía española, que se explicaría por el alto nivel de turismo que Cataluña acoge en verano y por las características propias de su costa.
Este tipo de lesión se suele producir en tres escenarios principales: en la playa, cuando una persona va corriendo por la arena y se tira de cabeza pensando que hay una profundidad que no es tal e impacta a nivel frontal contra la arena; en una costa rocosa, cuando el individuo salta desde una roca a gran altura y sufre el traumatismo por el impacto de la cabeza contra el agua; o bien, en las piscinas, donde la persona se lanza de cabeza y se golpea contra el fondo. Las lesiones medulares pueden afectar a la región cervical, provocando un trastorno de la fuerza y sensibilidad de las cuatro extremidades, dando lugar así a una tetraplejia, o bien pueden tener solo una afectación lumbar o dorsal, en cuyo caso el trastorno se localizaría en las piernas, sin embargo, en el mecanismo de lesión por zambullida lo más común es que la afectación sea cervical.
Es decir que, cuando una persona sufre un lesión medular por zambullida en cualquiera de los tres escenarios mencionados, lo más habitual es que ésta tenga afectación cervical, que tiene peor pronóstico y un menor margen de mejora que la lumbar o dorsal. Al respecto, el doctor Xuxo Segura, de la Unidad de Lesiones Medulares de Vall d’Hebron, comenta que “si hay sospecha de lesión medular, una vez llega el paciente a urgencias, lo primero que se hace es denotar el nivel de lesión que tiene porque si la afectación es lumbar corre un riesgo, si es dorsal se asocia a un politraumatismo y corre más riesgo y si es cervical corre muchísimo más riesgo aún, ya que el problema de los segmentos cervicales es que, ya no solo afecta a la fuerza y sensibilidad de las cuatro extremidades, sino que a partir de la vértebra C4 lo que se afecta también es la musculatura respiratoria”
Así pues, una vez el paciente llega a Urgencias se le realiza una exploración neurológica y posteriormente, una vez está estable, se llevan a cabo las pruebas de imagen correspondientes para corroborar el diagnóstico clínico. “En el TAC podemos ver a nivel óseo cómo es la fractura y en la resonancia se puede observar como es la lesión a nivel de la médula, si es un componente hemorrágico o inflamatorio, ambos o si hay una sección medular”, explica Segura. A continuación, se produce su ingreso en la Unidad de Cuidados Intensivos en previsión de posibles complicaciones, sobre todo respiratorias, y se planifica una cirugía de descomprensión y, normalmente, también de fijación, de esta médula. “Si hay una fractura que está invadiendo el canal medular y comprimiendo la médula, lo primero que hay que hacer es descomprimir esa médula para intentar dar al paciente un escenario de recuperación mejor y para ello se suele quitar parte del hueso y eso te obliga a fijar la propia fractura”, señala el doctor.
Una vez el paciente ya ha pasado por quirófano, se inicia el proceso de rehabilitación en el propio hospital: fisioterapia respiratoria, motora, terapia ocupacional para que el paciente, con las secuelas neurológicas que sufre, puede aprender a hacer las actividades de la vida diaria.... Éste se puede prolongar durante un par o tres de meses, hasta que el paciente está estable médicamente y, a priori, se descarta cualquier complicación médica asociada a la lesión, y es entonces cuando se deriva a un centro de rehabilitación como tal, como el Instituto Guttmann.
Normalmente puede producirse cierta mejoría respecto a la lesión inicial, sin embargo, “aunque cada fractura es una, cada afectación de la propia médula es diferente y las complicaciones derivadas de la lesión se comportan de manera diferente en cada paciente”, es importante destacar que, como pone de relieve Segura, “cuando el paciente debuta con una lesión medular completa el porcentaje de mejora es mucho más pequeño que entre los pacientes que debutan con una lesión medular incompleta”.
Se mantiene la incidencia
Y el gran drama es que estos pacientes suelen ser “personas muy jóvenes con una secuela neurológica devastadora”, añade para a continuación indicar que “aunque cada verano se hacen campañas de concienciación sobre el riesgo de estas lesiones, lo cierto es que la incidencia no baja”. “La gente ha de tener en cuenta que hay variables que uno no puede controlar y eso hace que el riesgo sea grande: si justo cuando te tiras al mar de cabeza desde una roca viene una ola, ésta puede pasarte por encima golpeándote las cervicales o, por ejemplo, por mucho que te hayas tirado veinte veces de un mismo sitio y hayas comprobado que allí la profundidad es de tres metros, si a lo mejor el día anterior hubo mucha marea, esos tres metros pueden haberse convertido en uno y medio”, comenta el doctor, para señalar que, incluso en el contexto de las restricciones por la pandemia, llegaron a Vall d’Hebron varios pacientes con lesión medular por zambullida. “Vimos que mucha gente se compró piscinas pequeñas, con muy poca profundidad, para poner en la terraza de casa y tuvimos varias lesiones de médula porque la gente se tiraba de cabeza”.
“Me cortaron las alas”
Precisamente fue un accidente en la piscina lo que hace cuatro años produjo a Iván Bustos un lesión de estas características. “Tenía 32 años años y me estaba bañando junto a mi pareja cuando me zambullí y noté un fuerte impacto en mi hombro que hizo que se me durmiera el brazo. Al principio no sabía qué había pasado, pensé incluso que mi pareja me había golpeado, salí de la piscina y entonces comprobé que mi pierna izquierda no tiraba”, recuerda Iván, que acudió de inmediato al CAP de Vilassar, desde donde le trasladaron al Hospital de Mataró. “Al principio creyeron que quizá había sufrido un ictus porque tenía la parte izquierda del cuerpo paralizado, pero, tras consultar con especialistas de Can Ruti, me derivaron a la Vall d’Hebron, donde ya vieron que se trataba de una lesión medular”.
Iván tiene una lesión sensitivo-motora en su brazo y su pierna izquierda y sensitiva en su pierna derecha y, pese a que inicialmente el pronóstico era que, con toda probabilidad, tendría que ir en silla de ruedas, gracias a su perseverancia y la rehabilitación, a día de hoy camina con la ayuda de una cédula en su pierna izquierda y de dos muletas. Pero las secuelas físicas no es lo único a lo que ha tenido que hacer frente desde que en julio de 2018 decidiera zambullirse en la piscina, allí donde no le cubría el agua, sino que además ha tenido que llevar a cabo un importante trabajo de carácter mental y emocional para poder asumir su nueva situación.
“Yo era una persona muy activa y de repente me cortaron las alas. Por las mañanas trabajaba en una fábrica y por las tardes regentaba mi tienda de chucherías. Además, estaba muy implicado en los gigantes y diablos de mi pueblo y tras la lesión he tenido que dejar de trabajar. Ahora me dedico a mi pareja y mi hijo de 9 meses, que es mi mejor rehabilitación, y procuro hacer todos las faenas de la casa que puedo, pero mi sistema nervioso se ha visto afectado y no solo sufro temblores en la pierna cuando estoy cansado a nivel muscular o mental, sino que también padezco dolor neuropático, que en la zona en la que recibí el impacto es constante y que provoca que, si un día he estado muy activo, al siguiente tenga que estar en cama”, señala Iván, para quien lo más difícil es “entender y aceptar que, en esta situación, has de encontrar otro lugar en la vida”.
“Ahora ayudo al equipo de básquet de mi localidad y colaboro en lo que puedo con los gigantes y diablos del pueblo” pero el camino hasta encontrar una cierta tranquilidad y estabilidad emocional y psicológica ha sido duro. “Pasas por la negación, por el hacerte preguntas constantes acerca de cómo ha podido pasar, por qué a ti... una lesión como esta afecta muchísimo a nivel psicológico y mientras estás en el hospital, te encuentras como en una burbuja, pero cuando sales te encuentras con todas las limitaciones”, indica Iván, quien señala que en su recuperación psicológica han jugado un papel fundamental “la familia, los cuatro amigos contados y Anna, la psicóloga, que hizo un gran trabajo que me permitió sacar todo lo que llevaba dentro”.
Duelo y adaptación
Iván se refiere a Anna Beneria, psicóloga de la Unidad de Lesiones Medulares de Vall d’Hebron, quien si bien asegura que este tipo de afectaciones “no son sinónimo de problemas psicológicos”, admite que “son procesos complejos, que implican un cambio de vida y, por lo tanto una adaptación en la que la atención psicológica puede jugar un importante papel”. Y es que no hay que olvidar que normalmente “se trata de pacientes jóvenes, que a muy temprana edad se ven limitados de manera muy importante” y, pese a que cada individuo afronta este situación de manera particular, “es frecuente trabajar el duelo por la adquisición de limitaciones, así como tratar de favorecer un afrontamiento de la situación lo más adaptativo posible”.
En cualquier caso, es importante intervenir en la fase aguda, durante las primeras semanas tras el accidente, y para ello, en primer lugar, es necesario valorar la situación del paciente y su historia clínica, ya que existe la posibilidad de que haya una psicopatía previa. En función del diagnóstico y las necesidades de cada paciente, se llevará a cabo un tipo de intervención u otra, pero lo más habitual es trabajar para la adaptación al medio hospitalario y a la nueva situación y acompañar y dar soporte al paciente durante la rehabilitación, todo ello con la colaboración de las familias. En este sentido es importante indicar que el estado anímico, mental y psicológico del paciente puede ser clave en lo relativo a la adherencia al tratamiento rehabilitador.
Al respecto, la doctora Beneria señala que “en general, las personas tenemos bastantes recursos y sorprende nuestra resiliencia y capacidad de afrontar situaciones adversas, pero a veces es necesario trabajar con el paciente el fomento de la autonomía, la recuperación de aspectos previos a la lesión y la creación de nuevos espacios para reconectar con la vida”. En cualquier caso, las personas que sufren una lesión medular completa “afrontan una experiencia compleja y traumática, de manera que es importante hacer un trabajo de detección precoz, intervención temprana y prevención”, porque, de otro modo, en ocasiones Wpuede producirse una cronificación”
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Pasividad ante la tragedia