Ruptura

Junts sepulta la alianza con ERC en el Govern y Aragonès descarta elecciones

El president renovará la mitad del Ejecutivo y contempla perfiles independientes. Borràs ya cuestiona su “legitimidad democrática” y anuncia una dura oposición tras confirmar su salida

El Govern independentista entre Esquerra y Junts ya es Historia. El partido de Laura Borràs y Jordi Turull ha decidido romper, salir del Ejecutivo y pasar a la oposición sepultando así la alianza forjada hace ahora diez años por Artur Mas y Oriol Junqueras en los inicios del «procés». El movimiento independentista se queda sin coalición en el Palau de la Generalitat, la principal plaza de poder en Cataluña, y con una importante desmovilización evidenciada en la calle.

En una comparecencia de urgencia a última hora de ayer, el preident Pere Aragonès descartó de nuevo elecciones anticipadas. El republicano busca gobernar en solitario (con 33 escaños) y confirmó que renovará a la mitad de su Ejecutivo «con la máxima celeridad» –contempla perfiles independientes para ciertas carteras–, habló de «cambio de etapa» y se mostró decidido a agotar la legislatura. «Hay que seguir gobernando». «Sería irresponsable dejar al país sin Govern y en una posición de intenerinidad», añadió.

Con solo 33 diputados en el Parlament, ERC deberá buscar el apoyo de los Comunes, que ya hablan de «estabilidad» sin entrar en más concreciones. Otra de las incógnitas son los presupuestos catalanes que deben aprobarse en las próximas semanas: elaborados por Giró (Junts), ahora se podría dar la circunstancia de que su partido votara en contra. Y Esquerra dependerá externamente del PSC, que tiende la mano a Aragonès para los presupuestos y para acuerdos sociales con un ojo puesto en las contrapartidas que puede reclamar el PSOE en el Congreso.

Todo después de que la consulta a las bases posconvergentes haya dictado sentencia y haya destapado una guerra sin cuartel entre Junts y ERC, ya sin el manto protector del Ejecutivo catalán. Tras conocerse los resultados de la encuesta interna –ganó la ruptura con el 55% de los votos, por el 42% de los partidarios de continuar en el poder– los posconvergentes abrieron la caja de Pandora y no escatimaron en reproches hacia los republicanos con un discurso duro y sin matices. «Junts pasa a la oposición, este es un gobierno fracasado». «Pere Aragonès pierde», advirtió la presidenta del partido, Laura Borràs, quien incluso amagó con una hipotética moción de censura al president, aunque de momento esperarán a discutirlo internamente. «La confianza de la investidura no la tiene, no tiene ni los votos de la CUP», advirtió Turull sobre la estrategia a seguir.

De hecho, los posconvergentes ya han cimentado las bases de lo que será su dura oposición: culparon a ERC de la ruptura independentista, reprocharon a Aragonès haber priorizado los pactos con el Gobierno de Sánchez e incluso cuestionaron su «legitimidad democrática».

El órdago consumado implica la salida inmediata de los siete consejeros de Junts, la mitad del Ejecutivo catalán sin contar con el ya vicepresidente cesado, Jordi Puigneró. Ahora está por ver cómo sobrevive la formación ante esta sacudida interna. El partido heredero de Convergència ha llegado a esta votación jugándose la integridad como proyecto político y bajo el fantasma de una posible escisión: mientras destacados dirigentes como la propia Borràs o Josep Rius –con el aval de Carles Puigdemont– habían apostado por salir del Govern, el secretario general Jordi Turull evitó posicionarse. Y en el otro lado de la balanza se situaron el aparato institucional y los consejeros salientes, que ahora quedan en una situación de debilidad evidente. En cambio, Borràs sale reforzada a nivel interno con su postulados más beligerantes contra Esquerra y su vía pactista.

Eso sí, la posconvergencia pasa a la oposición por tercera vez en su Historia –tras las dos legislaturas de Artur Mas con los tripartitos de Maragall y Montilla, conocida como «travesía en el desierto» por sus propias filas– sin un liderazgo claro y con su máxima exponente, Laura Borràs, suspendida de sus funciones como presidenta del Parlament, a las puertas de un juicio por corrupción para el que se enfrenta a seis años de cárcel y 21 de inhabilitación.

La crisis entre republicanos y posconvergentes, agudizada a partir de la Diada independentista más fracturada de los últimos diez años, estalló definitivamente coincidiendo con el debate de política general del Parlament en el que Junts lanzó un serio desafío a Aragonès. Casi por sorpresa y en tiempo de descuento, el partido de Borràs y Turull planteó una cuestión de confianza al president de no cumplir con sus tres exigencias: constituir un Estado Mayor del «procés» bajo del paraguas del Consejo de la República de Carles Puigdemont, unidad de acción en el Congreso y amnistía y autodeterminación en la mesa de diálogo con el Gobierno.

La batalla se saldó con una tensa reunión extraordinaria del Govern en la que el president preguntó uno por uno a los consejeros posconvergentes si secundaban la cuestión de confianza, si conocían las intenciones de su partido y el cese fulminante del vicepresidente Jordi Puigneró, hombre fuerte de Junts en el Palau de la Generalitat por no haberle informado.

A partir de entonces, el independentismo entró en un bucle de ultimátums y contraamenazas que ha desembocado en la consulta de Junts para certificar su ruptura con ERC y el Govern.