Artista revolucionario
Alphonse Mucha, el creador que revolucionó el cartelismo
Una exposición analiza la producción del gran artista en el Palau Martorell
Es una de las miradas artísticas más reconocidas. Sus imágenes modernistas se han convertido en un símbolo para muchos, especialmente por la creación de la iconografía de un París, el que se movía a caballo entre finales del XIX y principios del XX, todo ello contando con el apoyo incondicional de la gran actriz Sarah Bernhardt. Eso es lo que hizo excepcional la labor creativa de Alphonse Mucha a quien se le dedica una completa exposición en el Palau Martorell de Barcelona. Es la primera gran antológica que se le dedica en la capital catalana a este artista checo.
La muestra está formada por un total de 80 obras, entre carteles, dibujos, pinturas y fotografías de Mucha, todas ellas procedentes de la colección de la fundación que lleva su nombre. Lo que encontrará el espectador de la exposición cuenta con el comisariado de la especialista Tomoko Sato y se apoya en las últimas investigaciones sobre este creador.
Su creatividad reformuló el Art Nouveau creando un estilo propio que lleva su nombre. Pero, como explicó ayer Moto durante la presentación de la muestra, «las ideas estéticas que subyacen a su desarrollo son menos conocidas». A este respecto también comentó que «el período de París, donde se convirtió en artista de publicidad, fue su laboratorio de pruebas, en el que no solo se basó en aspectos estéticos, sino también en consideraciones científicas al hilo de las nuevas teorías psicológicas de Freud».
Mucha empleó a mujeres para sus obras, en su mayoría encargos para carteles publicitarios, pero fue la diva francesa Sarah Bernhardt la que se convirtió en su gran musa. Buena prueba de ello es la pieza con la que se abre el recorrido. Se trata de «Gismonda», el primer cartel para el que posó la llamada divina para el Théâtre de la Renaissance y a la que Mucha convirtió para la ocasión en una diosa bizantina. Sarah Bernhardt, al ver el resultado final, le ofreció al artista un contrato en exclusividad por seis años para que Mucha se encargara de sus escenografías, sus vestuarios y los carteles de sus producciones. Había motivo para la intérprete: el cartel se convirtió en un espectacular éxito cuando empapeló las calles de la capital del Sena en el día de Año Nuevo de 1895. Mucha trabajó para el mito francés en «La Dame aux Camélias» (1896), «Lorenzaccio» (1896) y «La Samaritaine» (1897), como puede comprobarse en la muestra.
El reconocimiento llevó a Alphonse Mucha a lograr otros encargos de carteles con fines publicitarios, todos ellos para marcas importantes como la firma de papel de fumar JOB, las galletas Lefèvre-Utile y las bicicletas estadounidenses Waverley. Perfumes o revistas, como «Les Maitres de l’Affiche» también se beneficiaron del trabajo de Mucha, como se constata en las salas del Palau Martorell.
En su tiempo, especialmente a consecuencia de la llegada del Modernismo, el arte vivió cambios importantes, sobre todo en su concepción. Así se puso en tela de juicio, por ejemplo, la visualización clásica de lo que representaba la «belleza». Mucha consideraba que el objetivo del arte era precisamente la expresión de la belleza y que se podía alcanzar mediante la armonía entre los contenidos internos, como las ideas o los mensajes, y las formas externas. En sus escritos estéticos, Mucha hablaba de que el papel del artista era inspirar a la gente con lo que consideraba como una belleza armoniosa, además de elevar la calidad de sus vidas siempre gracias a su arte.
En la exposición barcelonesa también se exhiben algunas de las fotografías que hizo de sus modelos, a modo de cuaderno de notas que complementaba sus bocetos y dibujos.
La muestra concluye con el Mucha patriota, que se intensifica a partir del retorno a su país natal en 1910 para cumplir su sueño de trabajar por la libertad política que culminó con su monumental obra «La epopeya eslava» (1912-1926) y otras obras destinadas a inspirar la unidad espiritual de los pueblos eslavos.
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