Legado artístico
Arranz-Bravo se despide en el patio del colegio
El artista realizó la pasada primavera el mural para la Scuola Italiana de Barcelona y deja unas memorias inéditas
El pasado 20 de octubre fallecía uno de los nombres más destacados del arte catalán de la segunda mitad del siglo pasado. Eduard Arranz-Bravo fallecía en su estudio de Vallvidrera a los 82 años. Pese a su edad, el artista había demostrado una gran capacidad creativa hasta el final más allá del lienzo, pero siempre con su pasión por la pintura como uno de los ejes de su guion. La noticia cogió por sorpresa a muchos porque el pintor seguía inmerso en nuevos proyectos. Estuvo pintando hasta su último día.
En el momento de su muerte, Arranz-Bravo hacía muy poco que había presentado una de sus últimas creaciones, en esta ocasión pensada para todos los públicos, y cuando decimos todos los públicos, se incluyen los más pequeños, un tipo de espectador que suele estar muchas veces olvidado por parte de los pintores. Su otra gran propuesta aún no ha visto la luz y, por una casualidad, el mismo día que entraba en máquinas, el pintor fallecía.
Empecemos por el principio y ese principio nos lleva hasta una escuela en el barrio barcelonés de Sarrià. Nos tenemos que acercar hasta donde tiene su sede la Scuola Italiana di Barcellona. Fue allí donde el pasado 31 de mayo se presentó la última propuesta de Arranz-Bravo para un espacio público. Se trata de la pieza titulada «Gran Italia» y que fue realizada en el patio del colegio.
Estamos ante una composición pensada para que los escolares la puedan pisarlo y jugar en ella. Arranz-Bravo demostró con esta composición, su última gran labor, que un pintor no solamente debe trabajar en vertical sino en horizontal. Hay también una mirada generosa por parte del artista quien al pintar en el suelo del colegio, en el mismo lugar en el que lunes a viernes niños y niñas juegan, deja en los más pequeños el hecho de que sean ellos los que cada día complementen la obra con su participación.
Ese arte público, el mismo que se escapa del lienzo para llegar a todos, fue uno de los denominadores comunes en la producción de Eduard Arranz-Bravo, teniendo su exponente máximo en la conocidísima decoración de la fábrica Tipel, en Parets del Vallès, creada en los setenta por el pintor junto con su amigo Rafael Bartolozzi y hoy considerada como uno de los grandes exponentes pop de Cataluña.
Hablábamos de otro trabajo del que poco se sabe aún. Es «Des de dins», un libro de memorias que publicará el próximo 15 de noviembre la editorial Comanegra. Arranz-Bravo estuvo dos años inmerso en la redacción del volumen junto con el historiador y crítico de arte Jordi Garrido. La muerte sorprendió al pintor cuando el manuscrito ya estaba afortunadamente concluido y ya estaba en imprenta.
«Des de dins» es una obra que pretende, como hacía su autor, huir de lo políticamente correcto, apostando por ser directo y franco en el recorrido por una biografía apasionante de una figura que conoció el reconocimiento fuera y dentro de nuestras fronteras. El texto lo inicia recordando Arranz-Bravo que nació un año después de que lo hiciera John Lennon. «Em van parir dins de casa, amb llevadora, al número setanta-quatre del carrer Tamarit, al barri del Poble-sec, a prop de Montjuïc i de la Fira de Barcelona. Allà vivíem en una casa de petita burgesia, tot i que de seguida ens vam mudar a tocar de la plaça Molina, al carrer de les Santjoanistes, una part de la ciutat on aleshores encara hi havia molt de camp. Aquella casa era un edifici racionalista dels anys trenta, a prop de la parada del metro i a tocar de l’institut públic Menéndez y Pelayo, que recordo fosc com una masmorra medieval», apunta en el comienzo de su autobiografía.
En las páginas del libro podremos seguir los pasos de Arranz-Bravo por todo el mundo, desde Cadaqués a Nueva York, además de rememorar su paso por Bocaccio además de su amistad con el arquitecto Lanfranco Bombelli o el miembro de Dau al Set Joan Ponç, otro de esos nombres que siguen estando necesitados de una biografía que pueda calificarse como completa. Tampoco se ha dejado fuera de «Des de dins» su alianza y locura compartida con Bartolozzi, aparte de su aterrizaje en la Sala Gaspar de Barcelona, la misma en la que exponían Joan Miró o Pablo Picasso. Otro de los episodios curiosos narrados en esta memoria es su experiencia pintando en la casa del escritor Camilo José Cela en Palma de Mallorca.
Su paso por la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde conoció a Bartolozzi y donde, como él dice, fue «adoptado» por Rafael Santos Torroella, queda debidamente explicado en el volumen que publicará en medio mes Comanegra, un capítulo en el que reconoce que él quería ser el «modernillo» del grupo, siempre con ganas de aprender.
Estamos ante un libro que será un documento de primer orden para conocer mejor lo que se cocinaba en el mundo artístico catalán especialmente en las décadas de los sesenta a los ochenta. El éxito internacional lo hace incluso protagonista de una imponente exposición antológica en 1992 en el Paço Imperial de Río de Janeiro, en Brasil.
Arranz-Bravo se ha ido dejando dos últimos regalos de su creatividad, pensando en todos los públicos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar