Novedad editorial
Barcelona, una ciudad en busca de su historia
Carlos Abella se sumerge en el pasado más reciente de la capital catalana en su nuevo libro, un muy personal recorrido desde la posguerra a la celebración de los Juegos Olímpicos
Barcelona es una ciudad que no se acaba nunca, por lo que necesita que su historia quedé narrada, incluso la más reciente. Eso es lo que encontramos en el libro que acaba de publicar Almuzara. «Aquella Barcelona», escrito por Carlos Abella, nos propone un viaje, desde un punto de vista personal, aunque muy documentado, desde la posguerra hasta la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992. Son, como dice Abella, unas «memorias urbanas» que deben también al padre del autor: el gran historiador Rafael Abella. Es también un homenaje a una ciudad y de los diferentes acontecimientos que la han marcado.
El libro se basa, además de en los recuerdos vividos o contados, en documentos y textos vinculados con los hechos narrados.
«Aquella Barcelona» se inicia con un repaso de las heridas que impactaron en la ciudad, como son los asesinatos del periodista Josep Maria Planas y del obispo Manuel Irurita o la presencia de las checas, todo ello hasta la entrada de las tropas de Franco en las calles barcelonesas el 26 de enero de 1939.
Abella narra los hechos políticos con aquellos de corte social, cultural o deportivo, como es la proclamación en 1940 del Real Club Deportivo Español como campeón de Copa al derrotar al Madrid Club de Fútbol por tres a dos. De esta manera asistimos también a los primeros apagones de luz en una Barcelona, en 1945, que trata de renacer de sus cenizas. Es allí donde, un año más tarde, el restaurante Can Lluís, que no había interrumpido su actividad durante la guerra, sufrió un atentado, obra de los maquis, en el que resultaron muertos el abuelo y el tío del dueño.
Una mención aparte en este volumen lo merecen las páginas dedicadas al escritor Néstor Luján, amigo de la familia Abella. En Luján se daban cita sus tres pasiones: los toros, la gastronomía y el boxeo. Abella recuerda cómo el autor se refugiaba en el Hotel Boix para trabajar, «levantándose a las cinco de la mañana para reanudar y revisar lo escrito el día anterior. Néstor Luján escribía a mano y los artículos o relatos los enviaba a Barcelona con la furgoneta que el Hotel Boix enviaba al mercado de la Boqueria para que allí lo recogiera su secretaria y lo transcribiera a máquina, devolviéndoselo al día siguiente cuando la furgoneta viajaba de vuelta a la Cerdeña con los productos recién comprados».
El libro sigue acercándonos hasta el paso de Manolete, la creación del grupo artístico Dau al Set, el asesinato de Carmen Broto, uno de los grandes mitos del pasado barcelonés, o la instalación de la factoría Seat, con su impacto en la vida económica de la capital catalana.
Es muy interesante poder leer sobre espacios que ya no existen como la sala Price, confiscada a la CNT con el estallido de la guerra y, tras el final de la contienda, reciclada como sede de matinales de lucha libre hasta pasar a ser sala de baile por donde pasaron Los Mustangs, Los Brincos o Maria del Mar Bonet, sin olvidar el mítico Primer Festival Popular de Poesía Catalana, en 1970, con la participación de Salvador Espriu, Joan Oliver, Gabriel Ferrater o Joan Brossa.
También nos encontramos a la Barcelona del alcalde Porcioles, con sus luces y sus sombras, aunque Abella nos recuerda que el edil tuvo en su haber «su inmediata visión de cómo potenciar su ciudad y de cómo consiguió el apoyo del Gobierno en tres decisiones que beneficiaban económica y físicamente a Barcelona: la primera fue la aprobación de la carta municipal, la segunda fue la cesión del castillo de Montjuïc –veterano deseo de los barceloneses– y la tercera, la Compilación del Derecho Civil de Barcelona».
Todo esto es lo que nos encontramos en una obra de final necesariamente abierto porque esta historia, la de Barcelona, no ha acabado todavía.
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