Opinión
Cosas de que hablar
Del tiempo, que es lo único que tenemos y lo vamos contando a ver si pasa pronto
De qué podría hablar en el artículo de hoy, me preguntaba hace un momento al encender el cacharro este, y así enseguida, a vuelapluma, o a vuelatecla, se me ha ocurrido que de varias cosas. Por ejemplo:
Del nuevo curso recién empezado, que reaviva todavía algunas brasas, y eso que parecían apagadas después de tantos años ya (y el recuerdo de aquel calendario en que había, sí, lunes de ceniza, pero también la promesa luminosa de los viernes).
De las golondrinas, que estarán ya reuniéndose en los cables del tendido eléctrico para repartirse los números y las consignas antes de marchar a África, aunque a lo mejor retrasan la salida y vuelven en tu balcón sus nidos a colgar como las de Bécquer; y ojalá ninguna sucumba a los peligros que acechan su viaje migratorio (cables de alta tensión, torres eléctricas, pesticidas, vertidos de petróleo, tormentas, sequías…) y lleguen todas sanas y salvas a su destino.
De esa estrella que aún vemos titilar en el cielo aunque se apagó hace ya miles de años.
Del campo, que está extenuado por la sequía y que a este paso cuando llueva de verdad no va a saber llevar la cuenta de las gotas que caen en cada mota de polvo y en cada hierba, mucho más exacta que la de litros por metro cuadrado que dan en la televisión; y de los árboles, que llevan los pobres todo el verano de rogativas suplicándole al cielo un prolongado chaparrón.
De la ropa de otoño que ya pronto vestiremos, la vieja naturalmente, esa que sabe ella sola cómo tiene que ponerse, a la que no hace falta recordarle la imagen que debemos dar, la que lleva años respirando por nuestros poros, la que ha sabido adaptarse con mansedumbre y sin rechistar a las vicisitudes no siempre felices que ha experimentado nuestro cuerpo, la que aun guardada en el armario por no estar de moda sigue aguardando con ilusión el día en que vuelva a salir al aire libre, la que conserva como una huella imborrable el calor y el tacto de nuestra piel.
Del tiempo, que es lo único que tenemos y lo vamos contando a ver si pasa pronto.
De lo mal que va todo: el tiempo que compré por internet en las rebajas no me ha llegado; el minuto de gloria que me tocó este verano en una rifa estaba caducado, reclamé y me contestaron que se han agotado las existencias; los planes que estuve rellenando la otra noche no sirven para nada porque me equivoqué al clicar y resulta que no marqué la casilla de futuro al enviar el formulario sino otra, como si se pudieran hacer planes para el pasado, hay que ser tonto; el plazo del beso que me tienes prometido terminó ayer...
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