Cargando...

Arte

Cuando Tàpies quería ser Tàpies

Una exposición permite adentrarnos en las obsesiones e influencias del artista

"L'escamoteig de Wotan", una obra de Tàpies de 1950 Museu Tàpies

Cuando se conmemora un centenario, como ocurrió el pasado año con Antoni Tàpies, parece que al final, cuando se apagan las luces, todo está dicho y enseñado. Se podría pensar que lo mejor es descansar una temporada, pero ocurre que puede que estos aniversarios sean la semilla de lo que vendrá a continuación. En un mundo perfecto, la muestra que abre hoy sus puertas en el Museu Tàpies de Barcelona debería haber sido la gran propuesta con la que soplar las velas de los cien años del pintor porque estamos ante algo excepcional, una de las mejores maneras para comprender las raíces del artista, todo ello acompañado de un elevado número de obra inédita o poco vista en exposiciones públicas. Es una muestra en la que la creación de Tàpies dialoga con sus obsesiones y sus influencias, una iniciativa comisariada por Imma Prieto y Pablo Allepuz.

Bajo el título de «La imaginación del mundo» lo que se nos propone es algo único: conocer a Antoni Tàpies antes de que fuera el Antoni Tàpies celebrado por muchos. Para ello se presentan documentos y testimonios vinculados a la intimidad del artista, como los emocionantes dibujos que de niño realizó durante la guerra, un testimonio muy poco conocido y en el que ya aparece esa mirada tan personal, esa preocupación humanista, ese compromiso social que siempre relacionamos con el autor barcelonés.

Pero una de las grandes virtudes de esta muestra es que nos deje pasear por el taller de ese Tàpies que desde joven demostró un envidiable talento con el lápiz y el pincel. Los tres expuestos añaden nueva luz sobre aquel primer Tàpies, un material que su creador en ocasiones no quiso que se exhibiera públicamente, tal vez porque a un mago no le gusta enseñar sus trucos.

Ahora que estos días celebramos el BCNegra, la muestra reúne algunas de las lecturas del primer Tàpies, muchas de ellas relacionadas con el género policiaco. En este sentido hay títulos tan singulares como «El detective loco» de Lewis Earl Welleth u obras de la popular colección Biblioteca Oro –a ocho pesetas el ejemplar– con «La señorita de la mano de cristal», «El caso del psicoanálisis», «El doctor no recibe» o «La pista de los actos fallidos». Todo ello dialoga con otros libros, como la obra póstuma de Francesc Puig i Alfonso «El meu barri», «Les irreals omegues» de J. V. Foix o «El mèdium» de Joan Perucho, en el que Tàpies interviene retratando a su autor.

La exposición también nos lleva hasta Dau al Set, aquel grupo/revista del que nuestro protagonista formó parte y en el que brillaron una serie de jóvenes y rebeldes creadores, como el añorado intelectual Arnau Puig quien en el número de octubre-diciembre de 1949 de la citada publicación escribió que «el mundo que nos da Tàpies es el mundo de la responsabilidad espiritual que asiste a cada partícula material». Tampoco falta referencia al Club 49, asociación heredera legítima de ADLAN y que trajo no poca modernidad y jazz a la Barcelona que buscaba un poco de luz en plena posguerra.

Pero, además de los originales de Tàpies y de los muchos documentos presentes, hay un invitado de lujo que merece toda la atención del visitante. Es una obra del estadounidense Jackson Pollock, una de las grandes influencias de Tàpies quien fue precisamente propietario de esta singular composición, posiblemente la única de este artista en una colección de Barcelona. Ojalá se quede en el Museu Tàpies.