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Exposición en Girona
Roser Bru, una artista de la que poder aprender
Girona dedica una gran exposición a la pintora catalana que triunfó en Chile
![Una imagen de Roser Bru en su taller](https://fotografias.larazon.es/clipping/cmsimages01/2024/12/06/A1051439-0B91-4C64-914C-236D59549004/imagen-roser-bru-taller_98.jpg?crop=1000,563,x0,y54&width=1900&height=1069&optimize=low&format=webply)
En uno de sus muchos textos, la pintora Roser Bru apunta que «hay que estar atento a las cosas, a lo que sucede. De todo se puede aprender». Y es cierto, de todo se puede aprender: también de la exposición que en estos días puede verse en el Museu d’Art de Girona y que nos permite conocer de primera mano la obra de Bru, una artista catalana que logró triunfar en Chile, trabajando con algunos de los más importantes nombres de aquel país, como el Premio Nobel Pablo Neruda. Es, de alguna manera, el retorno a Cataluña, de la última exiliada, aunque el homenaje venga con un poco de retraso puesto que su centenario tuvo lugar el pasado año.
«Roser Bru. Superar la distancia», comisariada por Àlex Mitrani y Inés Ortega-Márquez, es una buena oportunidad de conocer tanto la obra como el pensamiento de esta creadora en el Museu d’Art de Girona, alguien que, como ella misma declaraba, construía en chileno, aunque con acento catalán. Su vida estuvo marcada por el exilio, desde muy joven trasladándose primero a París por culpa de la dictadura de Primo de Rivera. Pese a que pudo regresar a Barcelona, la Guerra Civil la obligó otra vez a marcharse, esta vez de manera definitiva hasta tierra chilena partiendo en el Winnipeg, aquel mítico barco alquilado por Neruda y que ayudó a que muchos pudieran huir de la España acosada por las balas y los bombardeos. Chile se convirtió en su salvavidas, tanto a nivel humano como artístico, aunque Roser Bru nunca se dejó de lado de sus raíces catalanas. «El exilio es existencia y transformación. Con el tiempo empezamos a ser de otra parte», dejó anotada nuestra protagonista en un texto de 2009.
La exposición precisamente nos ayuda a constatar que Bru mantuvo siempre vivos esos vasos comunicantes con Cataluña. Buena prueba de ello es uno de sus primeros cuadros, en el que se constata la influencia que el románico catalán ejerció sobre la pintora. Esas particulares Vírgenes medievales con el Niño son la base de algunas de las maternidades pintadas por Bru.
Pero la autora también se sirvió de otros referentes plásticos para su trabajo. Es el caso de sus composiciones basadas en «Las Meninas» de Velázquez, como se puede apreciar en un díptico que es toda una declaración de principios: «No me quiero casar». También reinterpreta el clásico velazqueño en cuadros como «El proceso de Margarita» o «Las frustraciones de Mariana».
Roser Bru fue siempre una autora comprometida, especialmente con la democracia, ella que tanto tuvo que sufrir por la falta de la misma durante su infancia y su juventud. A este respecto resultan muy significativas las obras en las que toma como modelo al conocido miliciano herido fotografiado por Robert Capa. A partir de él, de ese cuerpo que cae tras sufrir el impacto de una bala asesina, Bru meditó sobre la España herida, la que dejó atrás. Además de aquella víctima anónima capturada por la cámara de Capa, Bru se adentró en el drama español de la mano de Federico García Lorca y el «Guernica» de Picasso.
Ella fue una autora identificada con los más débiles que supo abrir puertas y ventanas que permanecían cerradas. De esta manera pudo tener discípulas que ahora siguen sus pasos, como es el caso de la pintora Paula Bonet, que ha conseguido que el legado de Bru perviva.
Por todo ello, vale la pena acercarse hasta Girona y sumarse a esta reivindicación.
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