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Futuro

Un nuevo paso hacia una humanidad resistente a los viajes espaciales

Todavía estamos lejos de llegar a la práctica, pero la teoría va tomando forma en cuanto a lo que implica conocer cómo nos afecta la radiación que inunda el espacio

Representación artística de una colonia espacial realizada por Rick Guidice en 1970
Representación artística de una colonia espacial realizada por Rick Guidice en 1970Rick GuidiceCreative Commons

Son muchos los sueños que albergábamos de niños y la mayoría de ellos se pierden en el tiempo, a medida que maduramos, nuestras prioridades cambian y la supervivencia se vuelve un reto. Sin embargo, no todas las ensoñaciones se van para no volver, algunas se quedan con nosotros e incluso trascienden a nuestra individualidad, contagiándose y convirtiéndose en un objetivo para la civilización entera. Sin ir más lejos, hay uno justo sobre nuestras cabezas, el espacio y su conquista, transgredir la frontera de este, el único hogar que hemos conocido. Nos hemos zambullido en la negrura del cosmos para, rápidamente, volver a casa. Hemos caminado sobre nuestra luna y hemos enviado robots a otros mundos, sin embargo, nada de esto es comparable a lo que está por llegar.

No hablamos de viajes de fin de semana o misiones robotizadas. Perseguimos el que será uno de los mayores hitos de la humanidad: el momento en que establezcamos una colonia en otro lugar del cosmos. Posiblemente sea en Marte, quién sabe cuándo. Sin embargo, con suerte no terminaremos nuestro viaje ahí. Habrá otras lunas y planetas, incluso naves especialmente preparadas para albergar una pequeña comunidad. El problema es que, cualquiera de estos proyectos acarrea una serie de peligros médicos nada desdeñables y uno de los más preocupantes es invisible: la radiación. Por suerte, ya se están realizando investigaciones para entender los efectos que esta tendría y, por lo tanto, desarrollar en el futuro estrategias para protegernos de ella. Eso es lo que han empezado a hacer en la Estación Espacial Internacional.

ADN vulnerable

La primera vez que se utilizaron las siglas ADN para ácido desoxirribonucleico era 1951, concretamente un 16 de agosto y fue de la pluma de William L. Laurence en un artículo del New York Times. Desde aquel momento, el término estaba predestinado a convertirse en un fenómeno de masas. Raro es que alguien no haya escuchado hablar jamás del ADN, sepa mejor o peor lo que significan esas siglas. El código de la vida, que dicen algunos, es un conjunto de moléculas encadenadas que funcionan como las letras de un texto, combinándose en el orden adecuado para almacenar información.

En este caso las letras son cuatro: adenina, guanina, citosina y timina. Claro que, cualquier sistema de escritura tiene sus problemas. Por ejemplo, cada vez que una célula se duplica tiene que copiar su ADN y puede cometer algún error, por otro lado, pueden surgir errores espontáneos en cualquier momento debido al efecto de sustancias o radiaciones peligrosas. De hecho, estas últimas afectan especialmente al ADN mientras se está dividiendo, por estar en una conformación más vulnerable.

Rayos cósmicos

Nuestro ADN está sufriendo estas mutaciones constantemente, aunque, por suerte, contamos con moléculas capaces de corregir estos errores, las polimerasas. Sin embargo, a veces se les escapa algún fallo y, cuantas más mutaciones se produzcan más se podrán escapar de su control. Esto es lo que podría pasarnos al pasar varios meses en el espacio, viajando a una nueva colonia. En la Tierra, el campo magnético nos protege de algunas formas de radiación ionizante, que es la peligrosa para nuestro ADN.

Cuando estamos en el espacio o incluso en otros planetas sin magnetosfera, estamos siendo bombardeados por grandes cantidades de esta radiación, haciendo que tengan lugar más mutaciones y que, como acabamos de decir, algunas se escapen al control de nuestras polimerasas. Si queremos hacer realidad nuestro sueño espacial deberemos resolver primero este problema. Ahora bien… ¿cómo?

Estación Espacial Internacional

Es fácil cometer el error de asumir que la única diferencia entre la Tierra y el espacio sería esta mayor exposición a las radiaciones ionizantes. No obstante, hace ya unas cuantas décadas que sabemos que fuera de nuestro planeta las reglas del juego cambian por completo. La microgravedad afecta a nuestro cuerpo, tanto a gran escala (motilidad de nuestro intestino, circulación sanguínea, visión…) como a pequeña escala con el funcionamiento de nuestras células.

Por ejemplo, sabemos que en condiciones de microgravedad como pueden ser las de la Estación Espacial Internacional, los tumores se “crecen” con mayor lentitud y que el desarrollo de otras enfermedades, como puede ser el Alzheimer, también alteran su ritmo. De hecho, incluso aprovechamos estas condiciones para desarrollar fármacos que no podríamos crear en nuestro planeta. Por eso mismo, la mejor aproximación posible a estos problemas es estudiarlos de la forma más real posible, y eso supone generar mutaciones deliberadamente en condiciones de microgravedad (no en humanos, claro).

Por este motivo y con la esperanza de entender mejor a lo que nos enfrentamos, un grupo de investigadores ha utilizado por primera vez las herramientas CRISPR Cas-9 en condiciones de microgravedad, alterando fragmentos de ADN para ver cómo se reparaban. Estas herramientas, directamente cortaban ambas hebras de la doble cadena que constituye el ADN, dejándolo especialmente dañado y sometiendo a una prueba especialmente difícil nuestras herramientas de reparación.

Hemos de tener en cuenta que el tipo de daño aplicado no es exactamente igual al que produciría la radiación ionizante y, ahondando en las diferencias, no podemos pasar por alto que el organismo de experimentación no eran humanos, sino levaduras, un tipo de hongo que está realmente lejos de nosotros. No obstante, estamos frente a un primer paso, un rompehielos que ya tendrá tiempo de atravesar el mar, pero que acaba de quebrar su primera banquisa. Llegará el momento en que podamos cumplir aquel sueño de colonizar el espacio y, cuando lo alcancemos, recordaremos estos primeros momentos en los que todo era teoría y abstracción.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Podemos viajar al espacio y tenemos materiales capaces de blindarnos frente a la radiación a la que sería sometida nuestra nave, sin embargo, no estaríamos tan protegidos como nos gustaría. Lo cierto es que necesitamos algo más robusto y estas investigaciones nos ayudan a entender exactamente los peligros a los que nos sometemos. De hecho, aunque parezca sorprendente, todavía existen ciertas dudas acerca de si las cantidades muy bajas de radiación ionizante son perjudiciales, indiferentes o incluso ligeramente beneficiosas.

REFERENCIAS (MLA):