Biotecnología
Alimentos modificados genéticamente: a por un debate más sano
Usar más cultivos modificados genéticamente puede aportar grandes beneficios a la humanidad. No tienen riesgos conocidos, aunque hay quienes abogan por someter a los alimentos en general a controles más estrictos.
Los alimentos modificados genéticamente siguen suscitando debate medio siglo después de su aparición. Los estudios que avalan su seguridad son una grandísima mayoría, si bien el único de estos organismos que está permitido en la Unión Europea es una variedad de maíz (y ni siquiera en todos los países). La comunidad científica avala el uso de este tipo de alimentos. Sobre todo defienden el consumo de aquellos organismos creados en el laboratorio que son indistinguibles de otros obtenidos mediante reproducción sexual, y que sin embargo están prohibidos a pesar de que su seguridad es indudable.
Podríamos pensar que vivimos bien sin organismos modificados genéticamente (OMGs), y aplicar el principio de cautela ante posibles riesgos. Pero es que estos alimentos ya aportan grandes beneficios a la agricultura. Han incrementado notablemente la cosecha de ciertos cultivos como el maíz, el algodón o la soja, y han hecho que algunas plantas sean resistentes a las plagas. Ambos factores abaratan el precio de la comida, y además reducen la exposición a pesticidas de las personas que trabajan en el campo.
Buscando los mejores genes
Pero ¿qué es la modificación genética? En realidad, la agricultura lleva milenios buscando los genes más beneficiosos para sus cultivos. Tradicionalmente, esto se ha hecho mediante la selección artificial, favoreciendo la reproducción de las plantas y animales con mejores características y descartando aquellos ejemplares con atributos menos deseados. Así, priman los genes que llevan las características buscadas. Por ejemplo, los cereales que consumimos apenas dispersan el grano, algo que va en contra de su reproducción pero hace que sea fácil recolectarlo: es el resultado de la selección artificial.
Incluso se pueden mutar los genes de una planta exponiéndolas a ciertas sustancias químicas o irradiándolas, una técnica muy común en la agricultura actual. No se controla cuáles ni cuántos genes mutan, pero seleccionando las plantas con las características deseadas y cruzándolas entre ellas es posible eliminar otros atributos no deseados que se han adquirido en el proceso.
Poder hacer esto pero de manera mucho más ágil y precisa es lo que aporta la modificación genética, por eso es un gran avance en biotecnología. Gracias a la tecnología CRISPR, ahora es posible mutar genes de uno en uno en el genoma de una planta, aportando las nuevas características sin tener que esperar varias generaciones. El resultado es idéntico al de la mutación química o por radiación, pero se obtiene más rápido.
Más allá, se pueden incluso incluir genes de otra planta o incluso de virus, bacterias o animales. El nuevo ADN pasa a formar parte del genoma de la planta que lo acoge, por tanto estará presente también en sus semillas y, así, en su descendencia. Así, se pueden incorporar características totalmente nuevas a los organismos. Una de las aplicaciones más prometedoras es insertar vitamina A en el arroz, que normalmente no contiene esta vitamina. La deficiencia de vitamina A es un problema considerable en los países en desarrollo, ya que causa ceguera y puede llegar a ser letal. Afecta principalmente a la infancia, y Naciones Unidas se propuso eliminar esta deficiencia para 2010. Pero este objetivo aún no se ha logrado. Cultivar arroz que contenga vitamina A puede ser una manera barata y eficaz de atajar este problema.
Sin embargo, esta estrategia no ha acabado de arraigar en ningún país. Abundan los bloqueos políticos a los OMGs incluso en países, como algunos africanos, donde el hambre constituye un problema serio y tener cosechas más productivas o resistentes podría amainarlo.
Cómo estudiar si son seguros
Una gran parte de la comunidad científica considera que las dudas sobre los OMGs están infundadas. La grandísima mayoría de estudios que analizan la seguridad de estos cultivos no han encontrado ningún efecto adverso. En concreto, la conclusión principal que se extrae de los más de 130 proyectos financiados por la Comisión Europea a lo largo de 25 años, en los que han participado más de 500 grupos de investigación independientes, es que la modificación genética en alimentos no conlleva más riesgos que las técnicas de cultivo tradicionales.
Y no es de extrañar: el resultado de las mutaciones, sean obtenidas mediante CRISPR o mediante química o radiación para después seleccionar, es idéntico. Sin embargo, las primeras no están permitidas en la Unión Europea, mientras que las segundas sí. Para la UE, la primera técnica “es OMG porque no se ha creado usando reproducción sexual, aunque es un tipo de mutagénesis mucho más específica que las que sí están permitidas,” indica José Blanca, profesor de genética en la Universidad Politécnica de Valencia. “Esto es muy relevante porque EEUU y China sí aceptan CRISPR como cualquier otra tecnología usada por los mejoradores,” puntualiza.
Si vamos más allá y hablamos de introducir genes nuevos en lugar simplemente de mutarlos, sí hay algunos estudios que han encontrado efectos secundarios dañinos en algunos OMGs, sin embargo, su metodología ha sido criticada. Y es que es tremendamente improbable que el ADN insertado en las plantas que comemos se mezclara con el nuestro. Además, en ocasiones incluso ingerimos directamente los virus o bacterias cuyos genes se insertan en las plantas. Los genes de la bacteria Bacillus thuringiensis se pueden introducir en algunos cultivos para hacerlos resistentes a las plagas de insectos, y la propia bacteria se vende como insecticida natural para agricultura ecológica.
De hecho, los controles sobre los OMGs son mucho más exhaustivos que los que se hacen sobre otros cultivos. Hay protocolos establecidos por la FAO (la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y la OMS. Con todo, si los cultivos con genes nuevos conllevan efectos adversos sutiles y que solo se den a muy largo plazo, será difícil vincularlos a los OMGs. Pero claro, es imposible demostrar la seguridad de los alimentos. A lo más que podemos aspirar es a no encontrar riesgos significativos a pesar de buscarlos con fruición.
Más controles, menos ideología
¿Cuándo dar por terminada la búsqueda? La comunidad científica, en general, apoya firmemente el uso de OMGs, y sobre las mutaciones no cabe duda. Si el resultado de utilizar una u otra técnica es indistinguible, ¿por qué regularlas por separado? “Es absurdo regular una herramienta, debería regularse sobre el resultado obtenido,” defiende Blanca, porque “si no sabes cómo se ha creado el organismo es imposible detectarlo”.
Incluso cuando se añaden genes nuevos, el consenso es que las ventajas superan con creces a los inconvenientes. Algunas voces, a pesar de estar de acuerdo con esta postura, defienden que la seguridad de los alimentos y su impacto medioambiental se debe seguir estudiando. No solo los OMGs, sino todos los cultivos. Según critican, estos no pasan los mismos controles que, por ejemplo, los medicamentos. Quizá ampliar los análisis de seguridad tranquilice a quienes se detractan de estos alimentos.
La crítica principal, sin embargo, incumbe a la dudosa calidad del propio debate. Quienes defienden la necesidad de incrementar los controles sobre ciertos OMGs se han encontrado con cierta resistencia dentro de la propia comunidad científica, que, según dicen, les desacredita sin responder adecuadamente a sus argumentos. Esto podría ser la reacción defensiva a la creciente reticencia tanto gubernamental como pública hacia los OMGs, motivada más por la ideología que por la ciencia.
Como siempre, la ciencia no proporciona una guía precisa de acción con respecto a los OMGs. Pero sí nos da un método para evaluar sus beneficios y sus riesgos. Un método basado en el debate, que debe estar libre de contaminación ideológica para ofrecer pautas seguras de acción. En cuanto al debate sobre los OMGs, necesitamos mejorar.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Los transgénicos son solo una parte de los organismos modificados genéticamente. Se habla de transgénesis cuando los genes insertados en el organismo provienen de otra especie no sexualmente compatible con él. Si los genes son de una especie que sí es compatible sexualmente con el organismo a modificar, el proceso se denomina cisgénesis. Los organismos modificados genéticamente agrupan ambas técnicas y, en Europa, también abarcan a aquellos cuyos genes han sido mutados mediante CRISPR.
REFERENCIAS (MLA):
✕
Accede a tu cuenta para comentar