Ciencia
El lado oscuro de los Premios Nobel
¿Están realmente sesgados los premios Nobel? ¿Son una perversión del sistema científico o una publicidad valiosa?
Durante los próximos días los premios Nobel atraerán la mirada de los medios y, por lo tanto, prensa, radio y televisión hablará sobre los científicos galardonados y sus investigaciones. Para los aficionados a la ciencia, esta época del año es como una pre-navidad, no porque vayan a recibir nada, sino por el cosquilleo de la incertidumbre, la duda de “qué habrá en esos paquetes bajo el árbol”, “qué líneas de investigación serán premiadas” y, por lo tanto, “qué conceptos populizarán los medios”. Hay incluso quienes tratan de adivinar el nombre de los premiados, tarea harto difícil salvo, tal vez, por lo mucho que suena el nombre de Katalin Karikó y compañía para el premio Nobel de Medicina o Fisiología por su papel en la tecnología del ARN mensajero, sin la cual, no habríamos obtenido las vacunas del COVID que tenemos ahora.
Sin embargo, la mayoría de los académicos no muestran mucha atención a los premios Nobel. Ni los siguen ni les preocupan demasiado. Incluso, podríamos decir que una parte de ellos los critican abiertamente por motivos tan diversos como podamos imaginar. Hay quien apunta a la falta de diversidad entre los premiados, que históricamente parecen haber infrarrepresentado a las mujeres y sobrerrepresentado a los países occidentales. Otros opinan que transmiten una imagen fantasiosa de cómo funciona la ciencia e invisibilizan la importancia del trabajo en grandes equipos que, a su vez, colaboran con otros investigadores y se nutren de trabajos antiguos. Podemos incluso criticar la motivación original de los premios y el monopolio mediático que han logrado, pero tal vez convenga desgranar todo poco a poco.
Los tres pilares de un premio
Nuestra cultura está cargada de consensos. Conceptos a los que dotamos de un significado y unos valores a pesar de que, intrínsecamente, no los tienen. ¿Qué es un premio en realidad? ¿Por qué hay premios más relevantes que otros? ¿Cómo llegan a ganar su renombre? Podríamos decir que la clave se encuentra en tres puntos clave.
Por un lado, y aunque pueda parecer algo extraño: la calidad de un premio depende de la calidad de sus premiados. Cuando un premio ya ha ganado importancia, es él quien dota de prestigio a los galardonados, pero la proyección de los premiados (sobre todo de los primeros) es, a su vez, lo que dará solidez al premio cuando todavía está arrancando. El segundo pilar es el dinero, por supuesto. Premios cuantiosos, ya sean en metálico o en especias, hacen el premio más deseable y, eso explica que no todos los premios puedan ganar la fama de los Nobel, aunque elijan magníficamente a sus premiados.
Y, finalmente, en tercer lugar, se encuentran los medios de comunicación. Si los galardones no logran una buena cobertura mediática, es como si simplemente no existieran. Por lo que, a grandes rasgos, han de coincidir estos tres puntos para que el premio logre relevancia. Eso es todo, no hace falta decir que los Nobel no son un premio divino independiente de nuestros defectos y virtudes humanas, son una institución, artificial e imperfecta como lo son todas.
¿Cuál es el problema?
A nadie le amarga un dulce, por supuesto, pero si los dulces fueran tan escasos que solo los pudieran obtener un puñado de personas cada año, nadie orientaría su vida entera a conseguirlo. Las metas de un investigador son otras, igualmente competitivas, pero más accesibles, porque de ellas dependerá el futuro de su investigación y, por lo tanto, de su equipo. Existen muchos premios, ayudas, becas y concursos. Y, aunque tampoco tienen sistemas perfectos para evaluar la calidad de un investigador, son algo más “justos” que un premio tan exclusivo como el Nobel. Y es que, podríamos decir que cualquier premio es injusto en cuanto a que no es igualmente accesible para todos y, dado que suelen valorar aspectos difíciles de medir, hay muchos sesgos que pueden alterar el resultado.
¿Es mejor investigador quien ha recibido un premio Nobel? No necesariamente, hay figuras realmente brillantes que jamás han logrado el galardón, incluso habiendo sido nominados una y otra vez. Podríamos decir, por lo tanto, que los Nobel son demasiado exclusivos y “simplistas”, para ser representativos del estado actual de la investigación. Por otro lado, como ya hemos dicho, año tras año se ha hecho notar que el número de mujeres es sospechosamente bajo, menor incluso a la proporción de mujeres que trabajan en las áreas premiadas. Eso último significa que el desequilibrio no puede deberse solamente a que haya habido menos mujeres en altos cargos investigadores. Para ponerlo en números, solo 6 de cada 100 premiados han sido mujeres. Y, aunque hemos pasado de un 4% de ganadoras durante los 20 primeros años del galardón a un 12% en la última veintena, seguimos muy lejos del 30 y pico por ciento de mujeres que ocupan altos cargos académicos.
El lado bueno de las cosas
Las estadísticas también muestran cierta tendencia hacia los investigadores de países centro europeos, del norte de Europa o de Norteamérica, a pesar de que algunas de las figuras más relevantes de las disciplinas premiadas se encuentran en universidades de otros continentes. Por supuesto, esto también tiene que ver con las campañas de comunicación que llevan a cabo las universidades de las grandes potencias occidentales para visibilizar a sus investigadores estrella, una asignatura pendiente en nuestro país. Por otro lado, quien se ha dedicado a la investigación sabe que los resultados que obtiene un equipo no se deben solo a la idea feliz del investigador principal, sino a un trabajo en equipo diario donde postdocs y doctorandos tiene mucho que decir. Por supuesto que el capitán del barco es la cabeza visible, pero premiar al individuo en lugar de al equipo entero se aleja mucho de lo ideal.
Pero, entonces ¿significa esto que los premios Nobel son negativos? Como decíamos, hay división de opiniones. Porque, a pesar de que todavía arrastran sesgos socialmente reprobables y que no dan cuenta de la forma en que realmente progresa la ciencia, hemos de reconocer que han logrado captar la atención del público como nadie. Necesitamos historias, ejemplos y espacio en medios para existir en la mente de la sociedad. Puede que premiar a un catedrático y omitir a su numeroso equipo no sea justo ni representativo, pero nos da un protagonista con el que contar historias sencillas, de esas que calan en la población. Esa es la verdadera importancia social de los premios Nobel.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Muchos son los nominados y, aunque cuantas más nominaciones más probables parece que te acabe premiando el comité, hay otros factores que juegan su papel.
REFERENCIAS (MLA):
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