Espacio

Los cometas “lentos” podrían ser clave para la aparición de vida

Un nuevo estudio ha analizado los escenarios donde un cometa puede depositar química prebiótica en un planeta sin que esta se destruya por el impacto

Esta imagen del cometa Lovejoy fue tomada el 4 de febrero de 2015.
Esta imagen del cometa Lovejoy fue tomada el 4 de febrero de 2015. Fotografía de Damian PeachEurekalert

En los cometas hay agua y sustancias fundamentales para la vida. Eso lo sabemos desde hace mucho tiempo, cuando se planteó la hipótesis de la panspermia, según la cual, la vida pudo haber llegado a nuestro planeta en uno de esos cuerpos helados. Poco a poco hemos reunido pruebas y, sin ir más lejos, hace un año se anunció el descubrimiento de aminoácidos y vitamina B3 en la superficie del cometa Ryugu. Sin embargo, una cosa es que los cometas lleven trazas de química prebiótica, pero otra muy distinta es que consigan depositarla intacta en la superficie de un planeta.

Podemos compararlo con una catapulta, podemos cargar huevos en ella y volarán largas distancias, pero posiblemente revienten en cuanto toquen tierra. Sin embargo, un nuevo estudio de la Universidad de Cambridge ha demostrado computacionalmente que, en determinados escenarios, es posible que los compuestos químicos de los cometas lleguen sanos y salvos. Todo depende del tipo de planeta, de sus vecinos, de la estrella a la que orbita y, en definitiva: de la velocidad a la que se produzca la colisión. Si el cometa supera los 15 km por segundo en el momento del impacto, sus moléculas orgánicas se verán demasiado afectadas.

Cuestión de tamaño

Suele ser difícil imaginar la velocidad expresada en kilómetros por segundo, así que convirtámoslo en kilómetros por hora. Así podríamos decir que, si un cometa viaja más rápido de 54000 kilómetros por hora, no podrá depositar su química prebiótica en un planeta. Visto así, no parece una restricción tan estricta. No obstante, estos cuerpos viajan realmente rápido por el espacio, por lo que es frecuente que la colisión se produzca a velocidades mayores. La clave, por lo tanto, no está tanto en cómo de rápido cruce el espacio, sino cuánto podamos frenarlo antes del impacto.

Por ejemplo, en las simulaciones computacionales, los científicos pudieron comprobar que los sistemas solares con estrellas más pequeñas los cometas chocaban con mayor velocidad, porque sus soles no ejercían tanta gravedad para frenarlos. Así que, si los cometas resultan ser importantes para la aparición de vida, es más improbable que la encontremos en planetas que orbiten una enana M, por ejemplo. Y, si seguimos hablando de tamaños, los planetas más pequeños parecen recibir impactos menos violentos, en este caso, porque ejercen menos gravedad sobre el cometa y lo aceleran menos a medida que cae a tierra.

Planetas en vaina de guisantes

Pero lo más curioso es que también depende de los planetas que rodean a aquel con el que colisione. Si el planeta con el que choca el cometa está rodeado de otros más o menos cercanos, es más probable que las sustancias prebióticas sobrevivan al choque. Y, en este caso, el motivo no es que la gravedad de los otros planetas frene al cometa o, al menos, no de una manera directa. De hecho, esta es uno de los principales descubrimientos de esta investigación. Cuando hay varios planetas juntos, es probable que el cometa empiece a hacer carambolas entre ellos, pasando de la órbita de uno a la de otro antes de colisionar. En este ir y venir, los planetas pueden acelerarlo, pero también frenarlo.

Es más, esta estrategia se utiliza en la astronáutica para cambiar la velocidad de nuestras sondas y recibe el nombre de “asistencia gravitatoria”. En el artículo les llaman “cometas rebotadores”, o “bouncing comets”. Así que, cunado un grupo de planetas orbita muy próximo entre sí, como si fueran una vaina de guisantes, las posibilidades de que un cometa deposite en ellos química orgánica en buen estado es mayor.

No es necesario, pero ayuda

En cualquier caso, en el artículo dejan claro que no asumen que haga falta un cometa para que se desarrolle la vida en un planeta. Es posible que esos mismos compuestos se formen en un planeta inerte, como lo han hecho en un cometa. No obstante, parece una buena ayuda. Podríamos comprarlo con la panadería. No necesitamos una pastilla de levadura fresca para hacer pan, que sería el cometa. Podemos juntar harina integral y agua y, simplemente, esperar a que los microorganismos proliferen y nos den una maravillosa masa madre. La pastilla de levadura ayuda y nos asegura que esa masa de harina y agua fermentará (a no ser que seamos muy torpes), pero no es necesaria, como demuestra la masa madre.

Así que, aunque estos datos son una buena forma de estrechar la búsqueda de vida en el universo, no lo son todo, y tendremos que seguir investigando, abiertos a posibilidades aparentemente imposibles, como que haya vida en un planeta enorme, sin vecinos y alrededor de una estrella enana. Porque esto no va de certezas, sino de probabilidades.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Aunque la hipótesis de la panspermia es bastante popular, no resuelve el problema del origen de la vida, porque la vida de ese cometa habrá venido de algún otro lugar, tal vez de otro planeta. En cualquier caso, en este estudio no se contempla que los cometas transporten vida, sino los ladrillos químicos que son necesarios para construirla.

REFERENCIAS (MLA)

  • R. J. Anslow, A. Bonsor y P. B. Rimmer “Can comets deliver prebiotic molecules to rocky exoplanets?” Proceedings of the Royal Society A Mathematical Physical and Engineering Sciences 10.1098/rspa.2023.0434