Cine

“Fortuna”: Auto de fe en blanco y negro

El prometedor Germinal Roaux presenta «Fortuna», su nuevo trabajo cinematográfico y el último de Bruno Ganz en el que denuncia la estremecedora crisis migratoria

El recientemente fallecido Bruno Ganz protagoniza el último y estremecedor trabajo del cineasta Germinal Roaux, "Fortuna"
El recientemente fallecido Bruno Ganz protagoniza el último y estremecedor trabajo del cineasta Germinal Roaux, "Fortuna"larazon

En el corazón de Fortuna siempre es invierno. También en su vientre, en sus ojos y en sus manos. La armonía silenciosa de la caída de la nieve no solo se ha instalado en los tejados del monasterio de Simplon situado en una extremidad de los Alpes Suizos, también en la cavidad de su cuerpo hasta formar enormes pirámides de hielo condensado que taponan toda posibilidad de redención. La etíope de apenas catorce años protagoniza el tercer trabajo cinematográfico del fotógrafo y cineasta Germinal Roaux, «Fortuna», una cinta en cuyo nombre se esconden todas las miserias y bellezas de la tierra. Durante los primeros minutos, la respiración entrecortada de la joven se fusiona con la humanidad que destilan las caricias y miradas que en forma de regalo le dedica a una burra llamada Campanita con la que decide confesarse en un grito de improvisada necesidad: «Sabes que eres todo lo que tengo». La bondad cristiana y la deleznable gestión de las políticas migratorias sustentan una historia que transita entre el aliento religioso y la cadencia poética de un poderoso blanco y negro que no dice nada pero lo hace todo.

Lejos del color

Desde el punto de vista filosófico Roaux admite que le maravilla la ausencia de color porque concede a los ojos de quienes miran un poder decisivo sobre la vida de la escena en cuestión. La mirada ajena es, en palabras del director, «la que concede movimiento al blanco y negro». Tal es la pasión del suizo por esta técnica que descarta por el momento atreverse con algo que se aleje del espíritu monocromo: «Mi idilio con el blanco y negro es algo que viene de lejos. Mi formación como fotógrafo me brindó la oportunidad de trabajar con grandes profesionales de esta técnica. Empecé a los catorce años a revelar fotos en el sótano de casa de mis padres y pronto me sumergí en el ritmo de los reportajes, el área social, el fotoperiodismo. El blanco y negro se ha convertido para mí en un lenguaje y todas mis películas son así porque es mi forma de hablar con el espectador».

Entre la comunidad de eclesiásticos católicos que residen en el monasterio y se encargan de dar asilo al desamparo de los refugiados que van llegando de forma progresiva se encuentra la figura del monje «superior» Jean, a quien da vida el recientemente fallecido Bruno Ganz. El conflicto interno que se gesta en el hospicio tras la llegada de Fortuna y la sucesión de episodios complejos y reveladores –que incluyen situaciones intensas de amor, incomprensión y desesperanza– no deriva en ningún caso en una reflexión religiosa, sino en una crítica social que vertebra los porqués de la migración: «Me sentía realmente impotente ante una realidad que solo encontraba respuestas en la muerte en alta mar. Tenía que hacer algo y pensé que con las herramientas de artistas podía intentar hacer una película que nos sensibilizara de manera precisa ante este tema. La acumulación de datos, de cifras, de estadísticas solo nos enfría, nos sistematiza. Pensé que la poesía en blanco y negro podría cambiar de algún modo esta situación», señala. Y así, entre poesía, susurros, viento y plegarias, nace de repente un sentimiento parecido a la esperanza.