Historia
Cinco mitos, leyendas y curiosidades que rodean la ciudad de Valencia
¿Sabes qué hay dentro de la estatua ecuestre de Jaume I en Valencia?
Valencia es una ciudad con siglos de historia, que se puede respirar a través de un paseo por el casco antiguo, una visita a las torres de Serranos o Quart o a través de los mitos y leyendas que recorren sus calles. Ciertas o no, son una parte fundamental -y muy entretenida- de la historia y la tradición oral de la ciudad.
La estatua ecuestre de Jaume I
La figura de Jaume I es una de las imprescindibles para entender y explicar la historia valenciana, sus raíces y sus “mitos fundacionales”. Llamado el Conquistador, expulsó de la taifa de Valencia a los musulmanes en 1238 y creó el Reino de Valencia, adscrito a la Corona de Aragón y antecedente de la actual Comunidad Valenciana.
El monumento ecuestre que lo rememora está ubicado en la Plaza Alfons el Magnànim y está fundido con el bronce de cinco cañones y un obús. Obra de Agapito Vallmitjana, se inauguró en julio de 1891 y muestra a Jaume I como un guerrero, más que como un rey. Por ello, la figura monta a caballo y viste cota de malla, da órdenes a un imaginario ejército y posee una espada desprovista de ornamentos, pero dura y regia para la batalla.
Cuenta la leyenda que para esculpir el caballo, Vallmitjana se valió de un modelo real: el animal de un viejo soldado, vecino de Marxalenes, llamado Rafael Martí. El hombre, orgulloso de haber pertenecido al ejército, portaba siempre su gorra de soldado, y pasaba muchos ratos en la fundición, viendo cómo avanzaba la obra.
Cuando llegó el momento de verter el bronce caliente sobre el molde con forma de caballo, Martí arrojó la gorra dentro, algunos dicen que presa de júbilo y otros, que por afán de inmortalidad. Al lanzarla, el hombre olvidó que dentro de la gorra tenía guardados los ahorros de toda su vida: unas mil pesetas de la época, una pequeña fortuna que a día de hoy tal vez permanezca unida al resto de la estatua.
La Escalera Santa
En Roma hay una escalera de mármol cuyos veintiocho peldaños sólo pueden subirse de rodillas. Es la Scala Sancta o Escalera Santa, y según la tradición cristiana es la que recorrió Jesucristo cuando iba a ser juzgado por Poncio Pilato.
Es un lugar de peregrinaje y un símbolo para los creyentes, y tiene una hermana en Valencia. Se encuentra en el Real Monasterio de la Santísima Trinidad y da acceso al claustro desde que fue construida en el siglo XV. Obtuvo los mismos privilegios santos que la romana gracias al papa Alejandro VII.
Aquellos que suban los veintiocho peldaños cuatro veces al año y en oración -hay una frase para cada escalón- recibirán las mismas indulgencias que los que asciendan la Scala Sancta original, según marca la tradición cristiana.
El Sweeney Todd valenciano
Una de las leyendas más oscuras de la ciudad de Valencia es la del barbero diabólico de la calle Manyans. Documentada en un dietario del siglo XIX pero nunca comprobada, los paralelismos de esta historia con los de la película de terror protagonizada por Tim Burton le han valido el sobrenombre de “El Sweeney Todd valenciano”.
Según se cuenta, en la calle Manyans -o Cerrajeros- vivía un barbero cuya navaja pasaba un poco por debajo de las barbas de los clientes. “A los que entraban a afeitarse los mataban y robaban, y otros añaden que en la otra casa había una pastelería, y metían en los pasteles carne humana de los que mataban. Esto fue un hecho verdadero”.
Con esta sentencia concluye la entrada del dietario de Pablo Carsí y Gil dedicada al caso, que probablemente quede para siempre en la leyenda.
Los niños abandonados y el Pardalot
“En época pasada, aunque no remota, el Mercado de Valencia tenía una leyenda, que corría como válida en todos sus establecimientos, donde jamás faltaban testigos dispuestos a darle fe de ella”. Así comienza Blasco Ibáñez el segundo capítulo de “Arroz y Tartana”, en el que narra la leyenda del Pardalot, o una cruel forma de abandono infantil.
Según cuenta, no eran pocos los campesinos aragoneses que llegaban en invierno a la ciudad de Valencia acompañados por uno de sus hijos, que en aquella época solían ser demasiadas bocas que alimentar para las familias humildes.
El campesino y su hijo recorrían entonces las principales casas de la ciudad en busca de un trabajo como criado para el pequeño. Si al final del día no habían tenido éxito, el padre procuraba pasar por las escaleras de la Lonja y, desde allí, le decía a su hijo que mirara la veleta del Mercado Central, el famoso “pardalot”, que giraba y parecía que iba a soltar la bolsa que cargaba en el pico.
“Y cuando el cerril retoño estaba más encantado en la contemplación de una maravilla nunca vista en el lugar, el autor de sus días se escurría ya entre el gentío [...], con la conciencia satisfecha de haber puesto al chico en el camino de la fortuna”, concluye Blasco Ibáñez.
Los 1.110 semáforos
Como última curiosidad, algo rápido: Valencia es la ciudad europea con más semáforos por habitante y la segunda en todo el mundo, superada sólo por Nueva York. Tiene 1.100 semáforos para cerca de 800.000 habitantes: un semáforo por cada 727 valencianos.
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