Desparasitando Hollywood
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Dicen que este año los Oscar han hecho Historia, y algo de verdad hay. Es histórico el hecho de que la ganadora del premio a mejor película sea por vez primera una producción de habla no inglesa, no solo extranjera sino incluso exótica: la surcoreana «Parásitos» del ya veterano Bong Joon-ho, quien, para colmo de bienes, se ha hecho con el galardón a mejor director. Por lógica tenía que llevarse también, pues, el de mejor película internacional, premios todos que ha redondeado el de mejor guión original. Es decir: los platos principales del menú que anualmente ofrece la no siempre exquisita Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood se han dejado conquistar por el sabor de la cocina asiática, mucho más picante, especiado y sabroso que el de platos tan tradicionalmente hollywoodienses como la saga mafiosa –«El irlandés»–, el melodrama femenino y familiar –«Mujercitas», «Historia de un matrimonio»–, la comedia tierna con amargo regusto a ceniza –«Jojo Rabbit»–, el tebeo empoderado –«Joker»– o la nostalgia por una épica y una época viril que es ya sombra de sí misma –«Le Mans´66,» «1917» e incluso «Érase una vez... en Hollywood»–. Cierto que este año era un menú más apetecible que otros, pero igualmente tendente a producir bastantes gases, acidez e incluso descomposición. En definitiva: «Parásitos» merece todos los premios que ha conquistado... Como ya los hubiera merecido el segundo largometraje de Bong Joon-ho, aquel «Memorias de un asesino» (2003) con el que fuera descubierto, o «The Host» (2006), que confirmara internacionalmente su talento... E incluso «Snowpiercer «(2013). Quizá hace tiempo que los Oscar hubieran debido renunciar a primar cintas estadounidenses y afines para poner sus ojos en otras cinematografías más creativas y adultas. En cualquier caso, parece tratarse más de un simple aviso que de un auténtico cambio en su política. Una suerte de colleja en las nucas de autocomplacientes autores como Scorsese, Tarantino, Mendes o Todd Phillips, que se han quedado por detrás de aquellos directores a los que sirvieron de inspiración y sobre los que, inteligentemente, han llamado la atención, al menos en el caso de los dos primeros, reconocidos amistosamente en su discurso por el propio Bong Joon-ho. Por lo demás, hubo para todos: se premió como mejores actores a los más histriónicos, maquillados y operados –Joaquín Phoenix y Renée Zellweger–, se recompensó a Brad Pitt por haber envejecido, dejando de ser ya tan insultantemente guapo, con el de mejor actor... ¿de reparto? A Laura Dern por destacar en «Historia de un matrimonio», y en el terreno de la animación, se apoyó el riesgo y la originalidad premiando a «Toy Story 4». No todo va a ser alegría. Los españoles nos volvimos sin gloria, pero el neozelandés Taika Waititi se llevó al menos su Oscar al mejor guión adaptado. Si hemos de sacar alguna moraleja es que Hollywood necesita urgentemente desparasitar su industria, no digamos ya su arte. Mientras sus propuestas huelen a nostalgia y rancio pasado, la película de Bong Joon-ho es la única que habla de la realidad actual traspasando fronteras para recordarnos de forma sangrante por qué las películas han sido alguna vez un espectáculo relevante y necesario. Toda una broma digna del «Joker».