Crítica de “First love”: Amores bárbaros ★★★★✩
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Dirección: Takashi Miike. Guión: Masaru Nakamura. Intérpretes: Masataka Kubota, Nao Omori, Shota Sometani, Sakurako Konishi. Japón-Gran Bretaña, 2019. Duración: 108 minutos. Thriller.
Es reconfortante ver que Takashi Miike aún es capaz de recuperar la energía electrizante de «Ichi the Killer» o «Dead or Alive». Con más de cien títulos en su haber, el Jesús Franco del cine japonés –que también ha jugado a facturar películas de «qualité» como «13 asesinos» y «Harakiri»–parece chutarse el cine en vena para crear esta imposible mezcla de melodrama «noir» –protagonizada por un boxeador que cree tener un tumor cerebral y una dama en apuros a la que hay que salvar, prostituta y drogadicta a la fuerza–, decadente película de yakuzas y comedia bárbara.
Como en los viejos «noirs» de serie B, la pareja, que no tiene nada que perder en su huida hacia ninguna parte, representa la pureza en un mundo podrido, poblado por sociópatas, en el que el código de honor yakuza es un contrato firmado para traicionarse. En ese sentido, la alambicada trama criminal, articulada alrededor del robo de un alijo de drogas y su expansión incontrolable, es solo una excusa para la presentación de una pandilla de personajes secundarios a cual más torpe y violento.
Abundan las decapitaciones y los asesinatos toscos, y no cuesta imaginarse al dañado cerebro de la operación como un Richard Widmark en un filme de Robert Aldrich. Atención a la vengadora tóxica que sirve como contrapunto a la prostituta yonqui de buen corazón: solo podría tener cabida en una película de Miike. Y es que «First Love» tiene una energía contagiosa.
En su libérrimo ejercicio de percusión mental, Miike se atreve a incluir el fantasma de un padre abusador para utilizarlo como contrapunto cómico de ciertas escenas. El espíritu transgresor del filme se coagula en una revisión del romance clásico que Miike traduce a los códigos del cine «hard boiled» japonés, empezando por el modelo de Seijun Suzuki.
En este sentido, «First Love» se ofrece como sano, guerrillero contradiscurso a todos esos thriller asiáticos, pulcros e impecables, que han contribuido a configurar una nueva iconografía del género.