Javier Cercas: «El miedo es peligroso porque es el caldo ideal del autoritarismo»
El autor, que está escribiendo la segunda parte de «Terra Alta», habla de las amenazas que hay detrás de la pandemia
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«Los libros sirven para vivir más y de una manera más rica y más plena. Nos permiten entender la realidad y a nosotros mismos, dialogar con los mejores vivos y los mejores muertos. La literatura es infinitamente útil, siempre que no se proponga hacer pedagogía, porque entonces deja de ser literatura». El día del libro llega con las librerías cerradas, pero los libros siguen estando y los autores, también. Javier Cercas, autor de «Terra Alta», novela ganadora del Premio Planeta, comenta este estado de preocupación y miedo, y el papel que juegan los libros.
–¿Cuál es la anatomía del instante que hace usted?
–Estamos viviendo en la pura incertidumbre. Todo el mundo. Desde los economistas hasta los epidemiólogos. Y la incertidumbre genera miedo y el miedo es peligroso. Para empezar, por lo personal. Walter Benjamin decía: «La felicidad consiste en vivir sin temor». Hoy es imposible vivir sin él y sin temer por la vida de muchas personas. Hoy es muy difícil la felicidad. Y quien dice que no hay que tener miedo es un insensato. La valentía no es no tener miedo. Eso es temeridad. La valentía es tener miedo, dominarlo y hacer lo que hay que hacer. Pero el miedo también es peligroso porque es el caldo ideal de los autoritarismos.
–¿Teme que esta situación nos lleve a alguno?
–No lo digo yo. En la Historia, en estas situaciones, la tentación es el autoritarismo. La gente ofrece seguridad a cambio de renegar de la libertad. No vas tener miedo, pero me vas a dar tu libertad y autonomía. Las crisis generan autoritarismo. Hoy se habla ya de dos relatos. Una parte del mundo le dice a la otra que ellos sin libertad han controlado mejor esta epidemia. Y quien lo asegura es China, que es una dictadura y que controla a sus ciudadanos al dedillo, hasta la temperatura y su intimidad. China está viendo una oportunidad. Orbán en Hungría ha suspendido las garantías constitucionales a cambio de seguridad.
–¿Y qué hacer?
–Conseguir que sean compatibles las libertades democráticas con la seguridad. No es fácil, pero hay que lograrlo. Hay que encontrar el equilibrio. La tentación autoritaria va a venir, ya está llegando. Estamos entregando los datos... Siempre hay personas dispuestas a aprovecharse del miedo de la gente. Por eso el gran dilema es libertad frente a seguridad. No hay que elegir a ninguno de los dos, sino lo máximo de los dos. No se puede renunciar a la democracia por la seguridad ni al contrario.El riesgo del autoritarismo es un hecho histórico.
–¿Qué está aprendiendo como novelista de esta epidemia?
–No sé cuál será el reflejo inmediato, pero de manera indirecta lo va a tener. A menudo lo malo para la vida es bueno para la literatura y lo bueno para la vida es malo para la literatura. Y se dirá, ¿por qué? Porque la literatura vive del conflicto, del dolor, la discordia. Este es su carburante, vive de lo malo, no de lo bueno. En un mundo feliz no habría literatura. Al menos no habría novelas. La felicidad es muda. Habría poesía, pero poca y mala. Los novelistas somos unos verdaderos carroñeros. Vivimos de lo malo, somos lo peor. Somos como los alquimistas, que querían convertir el hierro en oro. Nosotros convertimos lo malo en belleza, la literatura da sentido a la discordia.
–¿Los clásicos pueden ayudarnos en esta crisis?
–Por supuesto. La mejor definición de clásico la ha dado Italo Calvino: «Un clásico es aquel que nunca deja de decir aquello que tiene que decir». Un clásico está vivo. Habla del presente. Homero habla de las pasiones de hoy, no de cosas remotas. No son arqueología, no los leemos para entretenernos. Los leemos porque nos leemos en ellos. Contra lo que piensan muchos, los seres humanos no cambiamos. Somos lo que somos. Homero habla de ahora mismo, porque habla del amor, el odio. Todo eso continúa ahí.
–¿Qué escritor se ajusta más a este momento?
–Kafka, porque esta situación tiene la textura de una pesadilla, no de una distopía. No hay mejor lugar para acercanos a ella que en sus relatos y novelas. Nosotros, que nos creíamos invulnerables, que habíamos avanzado en ciencia, sanidad y medicina. Pensábamos que habían evolucionado tanto que nos protegían de algo que ha ocurrido siempre. Esto es tan antiguo como el hombre.
–¿Cambiará ahora nuestro consumo cultural?
–Hasta que encontremos la vacuna. Luego no va a ser distinto. El teatro existe desde Grecia y más adelante habrá conciertos. Esto es un periodo de transición. La gripe mató a miles de personas y la vida siguió siendo la misma. Cuando esto acabe regresará la normalidad. Algunos aseguran que esto cambiará el mundo... Lo dudo mucho. Acelerará algunos aspectos de la sociedad pero al final no incidirá en el ser humano ni para bien ni para mal. ¿El consumo cultural? Ahora estaremos durante una temporada más en casa, pero luego volveremos a salir a la calle. Nadie va a renunciar a viajar por el mundo. Lo que ocurre es que ahora estamos hablando demasiado. Se asegura que vamos a ser más solidarios..., pero las personas seguimos siendo las mismas. Estamos vendiendo motos y haciendo tremendismo. Creo que es un momento para ser más prudentes. Me ha sorprendido positivamente la capacidad de la sociedad para entender lo que está ocurriendo. Lo que está aguantando es bestial. Pero no soy de los que piensa que vamos a salir mejores.
–¿Escribe sobre esto?
–La literatura no es periodismo. El periodismo cuenta la batalla, los gritos, el polvo... Literatura, cuando baja el polvo y las cosas ya se han digerido. Si deja huella o no se verá en mi siguiente novela.