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Santiago Auserón: “Es como para volverse loco esto de ser español”

El artista, ya casi un sabio de su materia, publica «Semilla del son», un libro que es a medias diario y a medias investigación sobre su deslumbramiento creativo en Cuba.

Foto: Efe
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El artista, ya casi un sabio de su materia, publica «Semilla del son», un libro que es a medias diario y a medias investigación sobre su deslumbramiento creativo en Cuba.

Todo el mundo que quiso lo pudo ver crecer en cada una de las grabaciones de Radio Futura. El emblema de eso que se llamó La Movida partía de una estética anglosajona pero fue, poco a poco, dejándose crecer una rama, la del rock «latino», que cada vez era más fuerte y daba los mejores frutos como «Veneno en la piel» o «Escuela de calor», entre muchos otros. Santiago Auserón estaba regando el patente «desarraigo musical de mi generación» respecto a la tradición propia. Tanto que, tras Radio Futura, tuvo que reencarnarse. Fue en Cuba donde se transformó en Juan Perro y donde realizó, antes que los gringos, una antología musical del son cubano bajo el título de «Semilla del son», el mismo título que ahora lleva el libro que publica: "Semilla del son. Crónica de un hechizo", editado por Libros del Kultrum. Desde entonces, más investigador que erudito y más manipulador que teórico, Auserón lee, toca y escribe. Y habla como un estudioso.

–Ya había publicado una versión más breve del libro, pero este no es el final de su viaje.

–No, es un punto de inflexión entre mi naturaleza rockera y la formación sonera de tres décadas. Continúo la exploración a tres bandas entre lo que pueda venir de la tradición rockera de EE UU, lo afrolatino y las propias tradiciones íberas. Eso me lleva a pensar qué herencia tenemos.

–¿Cuál es?

–Pienso que lo que hemos considerado siempre como natal tiene componentes de extranjería que vienen de siglos remotos. No me importaría nada hacer una investigación folclórica de las músicas de Iberia.

–Sería un trabajo tremendo.

–No creo que lo pueda abordar, pero en el horizonte de intereses, cabe. Y estará en mi música.

–Buscar en los orígenes depara sorpresas.

–Seguro. La música popular íbera procede tanto de la música litúrgica de Bizancio y pasa por Centroeuropa, hasta la que viene de vía árabe. Se pueden encontrar muchas resonancias. La música no tiene fronteras u origen definido sino que proviene del contacto entre pueblos.

–España es una encrucijada.

–Somos el límite del mundo conocido antes del Descubrimiento y, tras él, somos plataforma. Y eso se complica como país del sur europeo y límite con África. Esto nos podría permitir, si estuviéramos dispuestos a ello, entender cosas de nuestro propio ser muy complicadas, múltiples, fronterizas. La investigación en España se puede orientar hacia el nuevo mundo, la frontera mexicana o cubana o hacia el Medio Oriente. E investigar en el canto musulmán... Es como para volverse loco esto de ser español (risas).

–Pero tiene algo fascinante estar en la bisagra.

–Sin duda. Siempre se ha expresado la gloria de ser español unida a uniformidad y a la unidad de destino. Pero la clave está al revés. Para entender la unidad de los pueblos de Iberia en una clave no forzada hay que ir a los lazos con lo diverso y a la capacidad de crear unidad no forzada incluso en el extremo de las diferencias.

–¿Falta madurez para eso?

–Un poco, sí. Cabría esperarlo de las generaciones futuras, pero, o cambiamos la educación, o no tendremos ninguna opción.

–Esa confluencia de universos musicales están en Radio Futura. ¿Cómo toma la decisión de dejar lo anglosajón en favor de los sones?

–La decisión, más bien obligada por la difícil subsistencia de Radio Futura en el último periodo, me llevó a crear un personaje que necesitaba «autentificarse». Y gracias a mi contacto con el son encontré la autenticidad que buscaba para hacer nuevas canciones en mi lengua natal con una flexibilidad rítmica y una poética nueva. El son me sirvió para autentificar mi aproximación al blues, por ejemplo.

–Es un proceso extraño.

–Digamos que tuve que hacer un periplo por las fronteras más lejanas de mi lengua natal para comprender las posibilidades de subsistencia de un rockero español. No solo de eso, sino de lograr contenidos de enjundia.

–¿Por qué en Cuba?

–Porque ahí se produce la mixtura en cocción lenta de nuestra lengua y el ritmo africano en un proceso que dura el doble de lo que lleva en EE UU, 400 años en lugar de 200.

–Estuvo usted antes que el mercado estadounidense explotase el yacimiento.

–Tuve apoyo de mi sello para hacer la primera antología de «Semillas del son» a comienzos de 1992, y fue muy bien recibida.

–La salsa, que deriva del son, era vista como una pobre venta de la tradición al capital.

–En cierto modo, sí. En el cambio de la música popular a la mercancía, con la explotación industrial, es inevitable que tarde o temprano suceda. La salsa en el Bronx y el son en el proceso Buenavista (se refiere a «Buenavista Social Club», la película de Wim Wenders) son dos casos. Pero no nos engañemos, todo el trabajo tiende a convertirse en mercancía o desaparecer. La salsa, que fue denigrada por algunos soneros tradicionales, tiene derivas blanduchas y ejemplos formidables como Héctor Lavoe, Celia Cruz, Rubén Blades, Oscar D’Leon... Son nombres mayores.