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Historia

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Los científicos nazis que borraron de la Luna

Afirmaciones como que «los judíos, por su evidente falta de respeto a la verdad, son inapropiados para la física» han bastado para que la Unión Astronómica Internacional haya retirado el homenaje a Lenard y Stark, dos científicos que con sus teorías ampararon las Leyes de Nuremberg y algunas de las acciones de Hitler

Cráteres de la luna que llevaban los nombres de Philipp Lenard y Johannes Stark.
Cráteres de la luna que llevaban los nombres de Philipp Lenard y Johannes Stark.La RazónLa Razón

En la luna existen 1.608 cráteres bautizados por la Unión Astronómica Internacional (UAI) con nombres de científicos, sabios o descubridores insignes; por ejemplo, dos premios Nobel alemanes, los físicos Philipp Lenard y Johannes Stark, tienen los que les fueron otorgados por la UAI después de que las exploraciones de las sondas espaciales soviéticas de la serie Luna, que fotografiaron la cara oculta en los años sesenta, nos mostraran el impresionante mosaico de restos volcánicos o impactos espaciales. Si ustedes son aficionados a la astronomía lunar, localicen ya los cráteres de Lenard y de Stark porque van a perder estos nombres a causa del activismo nazi de ambos científicos.

Única fuerza política

En el Tercer Reich hubo millones de miembros del NSDAP (Partido Nazi) por convicción, por conveniencia o por presión.Y muchos científicos, intelectuales, juristas o profesores universitarios se afiliaron porque las condiciones draconianas impuesta a Alemania en Versalles (1919) y la desesperanza sembrada por la crisis socioeconómica de la Gran Depresión (1929) les hicieron creer que los nazis constituían la única fuerza política con empuje para sacar a Alemania del atolladero; otros, porque, tras la llegada de Hitler a la Cancillería (enero de 1933), no tuvieron más remedio que hacerlo para abrirse camino en la docencia o la investigación. Personajes como Werner von Braun llegaron a ser oficiales de las SS para obtener vía libre para sus proyectos. No fue el caso de Lenard ni, tampoco, el de Stark, personajes famosos, ya galardonados con el Nobel y con buenos puestos docentes cuando el nazismo comenzó sus balbuceos (1921) y, mucho más, cuando Hitler alcanzó el poder y las Leyes de Núremberg (1935) depuraron la Universidad y los centros de investigación de profesores y científicos judíos, medida en la que ambos no fueron ajenos.

Lenard y Stark, cuyas ideas tendrían gran repercusión en la doctrina científica nazi y en su propaganda, fueron físicos e investigadores que, respectivamente, merecieron el galardón del Nobel en 1905 por sus investigaciones sobre los rayos catódicos y, en 1919 por el llamado Efecto Stark. Su antisemitismo, aparte del que existe en la Europa Central de la época, tiene bastante que ver con rivalidades científicas. Lenard recibió el Nobel por sus investigaciones sobre los rayos catódicos, que tendrían su aplicación más popular en los televisores clásicos. El problema de Lenard (1862- 1947) fue la competencia judía, una espectacular hornada de físicos de origen semita nacidos en Hungría y formados en Alemania, como Paul Wigner, Leo Szílard, Edward Teller o John von Neumann, a los que vio crecer en las aulas y, sobre todo, su joven colega Albert Einstein, con el que chocó en 1905, justo cuando el Nobel le había situado en la cima de la física: Einstein explicó algunas conclusiones de Lenard y este le acusó de plagio. Aquella disputa se enconó en 1921, cuando a Einstein se le otorgó el Nobel de Física precisamente por el «efecto fotoeléctrico», galardón que ponía universalmente de manifiesto que la explicación de Einstein iba mucho más allá que los trabajos de Lenard: no hubo plagio, sino un avance científico.

El ramalazo antisemita de Lenard se acentuaría tras la derrota de los Imperios Centrales en la Gran Guerra, la descomposición del Imperio Austrohúngaro, la ruina y humillación de Alemania y el mito de la «puñalada por la espalda». En esta época, en la que convergen el auge nazi, el Nobel de Einstein y su rifirrafe con Lenard («no ha producido nada relevante en física teórica», dijo de este), entra en escena otro notable físico alemán, Johannes Stark (1874-1957), que tuvo buenas relaciones científicas con Einstein, tanto que incluso existe una ley «Stark-Einstein», fruto de la modificación de la foto equivalencia de Einstein realizada por Stark. El problema surgió cuando Einstein publicó un artículo que Stark estimó como plagio, quedando un tanto ridiculizado cuando Einstein le replicó con otro artículo en el que le demostraba que no había entendido nada.

La herida personal quedó abierta, pero lo más grave para Stark en aquella época fue la derrota en la Gran Guerra, la humillación de Versalles, la ruina de Alemania, la paralización de las investigaciones por falta de dinero. Nacionalista, conservador y antisemita, no tardó nada en hallarse muy cerca de las ideas del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP), sobre todo, tras sus ataques contra las teorías sobre la relatividad a las que calificaba como «perversiones semitas contra el más puro pensamiento racional («La crisis actual en la física alemana», 1922), lo cual encrespó los ambientes científicos teniendo que renunciar a su cátedra en la Universidad de Wurzburgo (Baviera). Su anómala situación profesional posterior (fabricante de cerámica) le acercó más a los nazis y a Hitler, que en 1923 fracasó en su golpe de Estado para hacerse con el poder en Baviera. Hitler fue encerrado en la cárcel de Landsberg, donde dio forma a su ideario en «Mein Kampf» durante 1924, y en ese mismo año Stark no solo se declaró nazi, sino, también, lanzó duros ataques contra la «ciencia judía» por tratarse de una «física teórica» que vivía de espaldas a la observación de los hechos e, incluso, puso en marcha la idea de crear una «ciencia aria pura» consonante con la «raza aria pura» nazi. Lenard y Stark no se olvidaron de Hitler durante su reclusión y le apoyaron en sus círculos académicos, conferencias e, incluso, en la Prensa con una carta abierta sonrojante: Hitler «y sus camaradas de lucha nos parecen un regalo de un dios de los tiempos antiguos, cuando las razas eran más puras, la gente era superior y no se dejaba engañar».

Estupideces sobre los judíos

En la primera época nazi, fueron, probablemente, los mentores científicos más próximos a Hitler y, seguramente, inspiraron los argumentos que marginaron a científicos e intelectuales judíos en las Leyes de Núremberg. En esa época, una mente tan brillante como la de Stark llegó a sostener estupideces como esta: «Los judíos, por su evidente falta de respeto a la verdad, son inapropiados para la física»... Al fin, tuvo su recompensa: la presidencia de la Fundación Alemana para la Investigación y la del Instituto Imperial de Física y Técnica, quizá los centros mejor dotados de Alemania tanto en equipación como en dotación económica. Lenard, que solo fue galardonado con la Insignia del águila del Reich, celebró el éxito de su amigo con un artículo en el diario oficial nazi «Völkischer Beobachter»: «La pesadilla se ha desintegrado; el espíritu extranjero (judío), aquel que tantos estragos ha causado en los sólidos fundamentos de la ciencia está abandonando las universidades y el país». Los días gloriosos pasaron y se olvidaron las gratitudes. Dentro del nazismo cambiaron los resortes del poder y Stark perdió aquellas canonjías en 1939 y durante la Segunda Guerra Mundial (1939/1945) fue olvidado... Bueno, no tanto: mientras a Lenard, ya octogenario, no se le incordió tras la derrota nazi, Stark, que había tenido mucho más poder y significación política, fue sometido a un proceso de desnazificación, que le consideró «major offender» (el nivel más alto de colaboración con el nazismo según los tribunales estadounidenses en su zona de ocupación), por lo que fue condenado a cuatro años de trabajos forzados que, en atención a su edad, fueron sustituidos por reclusión domiciliaria, que cumplió hasta el final de su vida trabajando en su laboratorio como un eremita.

Nombres incorrectos

Lenard y Stark son «dos nombres inapropiados», comentó la astrónoma alemana Rita Schulz, experta en cometas y presidenta del Comité de la Unión Astronómica Internacional encargado de la denominación de los objetos espaciales. «Tan pronto como nos enteramos del problema, se inició el proceso de eliminación de estos nombres y se preparó una propuesta para renombrar estos dos cráteres», cosa que ocurrirá en la primera decena de julio. La prisa se explica porque «no deben permanecer innominados pues deben ser identificables para estudios y publicaciones científicas».