Almodóvar, más humano gracias a Tilda Swinton
El director español encuentra en Tilda Swinton una nueva musa con la que espera seguir trabajando después del trabajo conjunto en «La voz humana», una especie de corto que podría formar parte de una trilogía de historias breves con trasfondo distópico
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Hay romances que se cuecen a fuego lento y otros, tórridos, en los que basta un chispazo para que la cosa funcione. Pedro Almodóvar reconoce que está en un momento de su vida más pausado e intimista, aunque para enamorarse de una actriz sigue teniendo la misma voracidad que en los ochenta. En esta ocasión le ha servido el acento escocés de la chica, un rodaje exprés que comenzó en julio, 30 minutos de metraje y una nave industrial en la que se gestó todo. El resultado es un flechazo instantáneo con Tilda Swinton y un estreno tan frenético en Venecia como tempestuoso ha sido el encantamiento. Una cosa rápida y sencilla, dirían algunos.
Aunque las relaciones más auténticas son precisamente las que no se andan por las ramas. En el cine y en la vida. «La voz humana» es precisamente eso, que no es poco. La partitura es sencilla: una mujer se sienta a esperar sin éxito la llegada del hombre amado. El clásico mito de Penélope, escrito en su forma original por el cineasta francés Jean Cocteau hace casi un siglo. La pieza no es más que un monólogo que se desencadena cuando el amante se digna finalmente a llamar por teléfono. Almodóvar ya lo tuvo en su mente en «Átame» o en «Mujeres al borde de un ataque de nervios», pero en plena Movida el experimento se disipó entre locas comedias de enredo.
La nueva musa
Antes, lo habían interpretado de forma más grave grandes del cine como Ana Magnani o Ingrid Bergman y ahora lo hace otra mujer menos seductora pero también magnética. Tilda Swinton es la nueva chica Almodóvar, con la que el realizador espera seguir contando, como ha hecho con todas sus musas anteriores. «Ya me ha pasado con otros actores. Me encantaría que el idilio con Tilda siguiera. Necesitaremos nuevos guiones, pero cuando encuentras química con un actor, no hay nada comparable, porque puedes llegar mucho más lejos», dijo el director en rueda de prensa. El morbo de la nueva es que lleva el sello de estrella internacional, por lo que el manchego se estrena por fin con un proyecto íntegramente en inglés.
Esa complicidad en la que el idioma no sólo no es un impedimento, sino que ensalza la ya soberbia interpretación de Swinton, se ve en cuanto reconocemos en la película al Almodóvar de siempre. Después de una introducción de fábula con un vestido rojo esplendoroso de Balenciaga, vemos a la actriz entrar en una ferretería para comprar un hacha, como lo hubiera hecho Carmen Maura hace décadas. Todo el colorido almodovariano y la música de Alberto Iglesias presentes. La mujer, la soledad, la espera, el deseo, la culpa, los celos, el resentimiento, la catarsis y la venganza. Su universo al completo en una pequeña píldora de media hora. En realidad, el texto original no era así, pero Almodóvar lo modificó a su antojo, ya que las convenciones lo ahogan. Todas, menos las suyas. Introdujo un arrebato reparador para esquivar la sumisión femenina del siglo de Cocteau. «Es un monólogo barroco. Lo planteé como un experimento, con el que me siento completamente libre», explicó Almodóvar.
La trilogía
No será el último en esta nueva senda que ha descubierto, ahora que ha cumplido los 70. Él mismo dice que con «Julieta» y «Dolor y gloria» –sus dos últimos filmes– se siente en un nuevo ciclo, en el que «los elementos cada vez son menos» pero intentan ser «más profundos». De tanto limar, con «La voz humana» le ha quedado un corto que debe componer una especie de trilogía. Los dos siguientes no se han comenzado a rodar, aunque ya son más que una idea. El director desveló ayer que prepara un western titulado «Extraña forma de vida» y ambientado en Almería. La otra cinta se desarrolla en una fiesta privada y plantea un mundo distópico en el que no existieran los cines. Obsesión de cineasta encerrada en una distopía, el género de moda. Pero mientras la mayoría de sus colegas apuestan por alargar su trabajo en series, a Almodóvar le ha dado por el cortometraje. Será «la biología», como dijo él en rueda de prensa. O, mejor expresado, la edad.
Que el director español por excelencia está melancólico es un hecho. Sólo faltaba, además, una pandemia. Pero también lo es que le sienta bien ese estado de ánimo. Por «Dolor y gloria» le llovieron los reconocimientos y en Venecia le cayó el año pasado el León de Oro honorífico por su carrera. Curiosamente, en esta edición el galardón ha ido a parar a Tilda Swinton. Y ya tiene que ser casualidad que tras esta bonita historia a tres bandas entre director, actriz y festival no haya una especie de favor correspondido. Es decir, con su corto escogido a última hora, tras la selección oficial, Almodóvar le añade un punto de glamour a esta Mostra que no va sobrada de estrellas. Envuelta en un ambiente teatral, en el que el espectador ve el decorado, «La voz humana» no deja de ser un homenaje al cine. Y, en este momento, Venecia y Almodóvar comparten el grito de auxilio para volver a poblar las butacas.
La mediación del monje benedictino
El mérito de que Tilda Swinton se haya puesto en manos de Pedro Almodóvar no hay que atribuírselo a ninguno de ellos. Ni siquiera a Agustín Almodóvar, hermano, productor y mano derecha del director. Lo consiguió un monje benedictino, amigo de la actriz. O al menos así lo cree ella. «Hace unos años fui a visitarlo en Escocia y me pidió que le pidiera algún favor especial. Yo le pedí que rezara para que trabajase con Pedro Almodóvar», contó ayer Swinton en rueda de prensa. Y, aunque le pareciera estúpido, ahí estaba junto al español. La arista no es ninguna debutante en busca de oportunidades.
Tiene 59 años, una extensa carrera y el Oscar por «Michael Clayton». Sin embargo, en su currículum faltaba Almodóvar, al que comparó con William Wyler, George Cukor o Billy Wilder. Ella conoció a ese loco director por «Mujeres al borde...» (1988) cuando hacía cine experimental. Ahora, tras recibir el León de Oro a su carrera se definió como «una chica punk obsesionada con el cine, que siente que está empezando». Dice su personaje que hay un nuevo espacio para ellas. Lo llaman «belleza imperecedera».