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Jirí Menzel, el director que se enfrentó al comunismo

El cineasta checo ha muerto a los 82 años de edad. Su trabajo más destacado fue «Trenes rigurosamente vigilados», que obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera en 1968
Jiri MenzelLa Razón
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La próxima entrega de los Oscar se ha aplazado por culpa del coronavirus hasta el 25 de abril del 2021. En 93 ediciones de estos premios, el retraso de las fechas es algo muy poco habitual. En 1981 se celebraron 24 horas después de lo previsto por un intento de atentado contra el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan. Él salvó la vida. No así Martin Luther King. Su asesinato el 4 de abril de 1968 agitó a todo el país hasta el punto de que los Oscar se desplazaron desde el día 8 al 10. La muerte del líder racial eclipsó todo, también la gala y sus vencedores. Entre ellos, el largometraje «Trenes rigurosamente vigilados», que se alzó con la estatuilla a la Mejor película extranjera. Su director fue el checo Jirí Menzel, que ha muerto a los 82 años de edad.
El Oscar a su película llegó justo en medio de la ocupación soviética de Checoslovaquia para reprimir, durante la primera mitad del 68, la Primavera de Praga. Así se denominó a los meses en los que el nuevo líder del Partido Comunista de Checoslovaquia, Alexander Dubcek, propuso reformar y relajar el régimen comunista que dirigía el país. La URSS no se andó con chiquitas e intervino, también la cultura, y censuró «Trenes rigurosamente vigilados».
Además, intentó silenciar a los cineastas que conformaban la Nueva Ola del Cine Checo, un movimiento cinematográfico como otros tantos que surgieron en Europa Central tras la Segunda Guerra Mundial, conformados por directores que expresaban con un realismo exacerbado la crudeza de un continente al que le estaba costando reconstruirse en plena guerra fría entre comunistas y capitalistas.
Esa censura por parte de la URSS provocó que muchos de los directores hiciesen las maletas y cruzasen el charco hacia América del Norte. El mejor ejemplo es el de Milos Forman, quien emigró y desarrolló la mayor parte de su carrera en Estados Unidos e, incluso, obtuvo la nacionalidad de este país ya convertido en uno de los referentes de Hollywood.
Una cinta del propio Forman, «Los amores de una rubia», había sido nominada en 1967 al Oscar a la Mejor película extranjero. Es decir, la edición anterior a la que «Trenes rigurosamente vigilados» logró la estatuilla en esa misma categoría. En la que, en 1966, venció otro largometraje checo, «La tienda de la Calle Mayor», de Jan Kadár y Elmar Klos.
En definitiva, el cine del país, a través de la Nueva Ola, estaba en su mejor momento cuando la Unión Soviética emprendió la dura censura. Desde entonces, las películas checas se diluyeron, no solo en los Oscar, sino en toda la industria cinematográfica. Gran parte de culpa la tuvo la emigración, pues la huída de los autores provocó que sus trabajos llevasen la firma de los países que les acogían y producían sus cintas.
Sin embargo, Menzel se quedó en Checoslovaquia, bajo el foco permanente del régimen comunista, que le impidió trabajar desde 1969 hasta 1974, cuando se inicia cierta liberización en medio de la cuesta abajo de la URSS. Justo antes de que se le obstaculizase por completo, Menzel había terminado una película «Alordas en el alambre». Evidentemente, el proyecto pasó al ostracismo y no salió a la luz hasta 1990 en el Festival Internacional de Cine de Berlín, que le concedió el Oso de Oro.
Tanto «Alondras en el alambre» como «Trenes rigurosamente vigilados» están basados en obras de Bohumil Hrabal, escritor checo que también fue silenciado por el régimen comunista tras la Primavera de Praga. Menzel inspiró muchos de sus proyectos en trabajos de este autor al que idolatró. Además de los mencionados, cabe mencionar «Tijerazos», «La fiesta de las campanillas verdes», «Mi dulce pueblecito» (nominada a Mejor película extranjera en 1986) y su último largometraje, de 2006, «Yo serví al rey de Inglaterra».
Desde que los directores de las generaciones como la Nueva Ola del Cine Checo empezaron a dejar el cine, las industrias de los países centroeuropeos han quedado muy cojas. A día de hoy, destilan una gran escasez de calidad y apuesta por producciones destacables. Así, el terreno en el continente lo han ocupado casi por completo los cineastas de las naciones periféricas como España, Francia, Alemania, Italia o los estados escandinavos.
La muerte de Mezel es otro golpe para un cine centroeuropeo al que, quizá, no le falta talento, sino el dinero con el que cuentan (o invierte) las películas de los países que copan los festivales y las taquillas del continente. El cine ha evolucionado hacia la técnica, que requiere más economía que virtuosismo.

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