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Fotos de Magnum: el objetivo es mirar el cuerpo

Catorce fotógrafos de la Agencia Magnum reflexionan sobre el cuerpo y su dimensión social y artística en la Fundación Canal

"Torso de hombre joven" (1930), de Herbert List
"Torso de hombre joven" (1930), de Herbert ListHerbert List©Herbert List / Magnum Photos

La Fundación Canal dedica una exposición al cuerpo humano y a cómo lo han interpretado diferentes fotógrafos de la Agencia Magnum desde 1930 hasta hoy. Un conjunto de 130 instantáneas de 14 creadores que abordan distintos aspectos de nuestra fisicidad. «A través de estas imágenes se tocan temas de suma importancia para los individuos, como es la expresividad, la intimidad, la sexualidad, la configuración de la identidad, el rol del sujeto fotografiado y el papel del artista», explica la comisaria, Montserrat Pis.

En el siglo XX, la anatomía es algo más que una articulación de músculos y huesos mejor o peor armonizados por la naturaleza. Forma parte de la expresión de uno mismo y es reflejo de nuestro trabajo diario, condición social, aspiraciones manifiestas y esperanzas privadas. Hay quienes denostan el culto al cuerpo y quienes cometen enormes sacrificios, como las actrices y las modelos, para exhibir un espléndido físico. En la época actual, tiranizada por la imagen, el cuerpo y cómo se viste, con pulcritud o desdén, supone una carta de presentación, sobre todo en la sociedad de Instagram. Pero el cuerpo no se ha percibido siempre igual. En la década de los años treinta, cuando aún existían unos moldes precisos de la belleza, todavía pesaban algunos prejuicios sociales y religiosos a la hora de exhibirlo o retratarlo. Cuando se hacía, debía ajustarse a unos cánones casi paladianos. Unas reticencias que en el siglo XXI han desaparecido. En una evolución imprevista, la estética de la fealdad y la destrucción se han incorporado al discurso artístico y hoy el cuerpo ya no tiene solo líneas apolíneas.

Las prostitutas y drogadictas retratadas por Antoine D’Agata, con sus siluetas derrotadas, deformadas y contorsionadas, que dan testimonio de los avatares y dolores de las existencias ancladas en la marginación resultan distantes y alejadas de las sonrisas cinematográficas y de esos cuerpos tan diez de Audrey Hepburn o Marilyn Monroe en la obra de Philippe Hallsman. Vivir en la calle tiene un reflejo en la piel, la cara, las arrugas y casi que en la talla; ser una estrella de Hollywood también redunda en una anatomía que debe responder a ciertas reglas impuestas por las modas y los gustos.

Uno de los "soldados dormidos" del fotógrafo de Tim Hetherington
Uno de los "soldados dormidos" del fotógrafo de Tim HetheringtonTim Hetherington©Tim Hetherington/IWM / Magnum

Estos fotógrafos demuestran que el cuerpo humano es la vez identidad y máscara; revelación y ocultación; muestra y, al mismo tiempo, oculta y elude. Es memoria de nuestros avatares cotidianos y recuerdo de nuestras vivencias. Álex Soth desidealiza en su serie «Niágara» el «Just Married» norteamericano. En vez de sacar a la luz la felicidad Disney de ese mundo de matrimonios urgentes y de «sí quiero» precipitados repara en el decorado trasero: los moteles baratos, los cuartuchos de tres al cuarto, los dormitorios desangelados y, por supuesto, los recién casados, que se presentan desnudos o vestidos y que distan mucho de cualquier idealización: son unos cuerpos, con todo el sentido de su palabra, reales.

Guerreros vulnerables

Tim Hetherington, que murió prematuramente en 2011, desmitifica al soldado occidental y muestra una imagen opuesta del guerrero. Su trabajo con marines norteamericanos durmiendo en barracones enseña unos cuerpos vulnerables que contradicen la que pretenden trasladar las Fuerzas Armadas. Al contrario que Herbert List, que abandonaría la fotografía para dedicarse a la pintura, y que, en un trabajo que nunca hizo público y ahora se muestra por primera vez en España, inmortaliza unos cuerpos de elegancia casi aristocrática, silueteados por sombras y luces, que da cuenta de las variadas fragmentaciones que componen un busto o un cuerpo masculino, y que nos remite, de manera ineludible, a la antigua cultura griega.

En un polo distinto está Cristina García Rodero, que con su «España oculta», proyecto que arrancó en 1973, observa que el cuerpo también es vehículo de abstracciones, como tradiciones y ritmos del pasado. La fiesta, el carnaval y otros ritos permanentes del calendario obligan a los ciudadanos a embozarse con caretas, abrigos y prendas alejadas de lo ordinario. Resulta así una identidad impersonal, que es colectiva y cultural. La anatomía se transforma en rito. Por ese sendero circulan las pretensiones de Susan Meiselas cuando se aproxima a esas mujeres, obviadas en EE.UU, que trabajaban en espectáculos de «Striptease» de compañías ambulantes. Unas mujeres que convierten sus figuras en objetos codiciados y, a la vez, en instrumentos de poder sobre el hombre. Quizá porque conocen perfectamente que el cuerpo despierta deseo, atracción y envidia. Es lo que queremos ser, lo que deseamos ser y lo que nos gustaría ser o tener. Una fuente de conflicto y anhelos.