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Del periodismo y las sectas

Por un feminismo que no tolere los ataques a la igualdad de derechos
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-¿Está el Machismo? Que se ponga.
así, queridos niños, empieza el señor Miguel Lorente sus respuestas a mi compañera Rebeca Argudo, culpable de desmontar pieza a pieza su curso de aromaterapia y cartas astrales en la Universidad de Granada. Dicho sea en modo irónico, no vaya ahora un ilustrísimo juez a creer que estoy diciendo que Mr. Lorente, muy afamado por casos como el de Juana Rivas, ofrece cursos versados en algo que no sea el machismo estructural y/o el heteropatriarcado neocolonial y el constructivismo sideral y aserejé-ja-dejé.
Tampoco crea nadie que estos prodigios son novedad en la universidad española. Siempre hubo modas, más o menos esotéricas, más o menos parvularias, que facilitaron la programación de una gozosa muestra de cacharrería intelectual.
La novedad, gloriosa novedad, es que si alguien, un suponer, ofertaba un máster sobre osteopatía, ufología o reiki, todo lo más podían afearle el morro en algún blog consagrado a la ciencia y, a lo sumo, si la universidad reaccionaba, si al rectorado en cuestión se le caía la cara de vergüenza, sus promotores terminarían compuestos y sin chollo. En el caso del moderno feminismo anti ilustrado y anti humanista, la primera parte del enunciado, su fuselaje teóricamente feminista, salva a sus promotores de razonar las teóricas bondades de tan logorreico menú.
Puesto que ellos hablan en nombre del feminismo, dado que son la encarnación del feminismo, cualquier juicio en contra, cualquier desacuerdo, será interpretado como un ataque al feminismo y blablablá. Sólo así puedes explicarte que ciertos emplastes, enfrentados al empirismo, y por supuesto a los principios vectores que guían la lucha por la igualdad, gocen de una bula que algunos exagerados podrían atribuir a la omertà.
Contra los etiquetajes miserablemente identitarios, algunos, modestamente, reclamamos un feminismo que no tolere los ataques a la igualdad de derechos y oportunidades. Un feminismo comprometido con la libertad, la limpieza argumental y las buenas razones republicanas. Un feminismo, vaya, que no intente condicionar de forma despótica el debate, que no dispare doscientas falacias por minuto, no acuda al ad hominem para cerrar una disputa intelectual y, ay, no insulte a quienes, por un prurito de dignidad profesional y sentido de deber, y porque entienden el periodismo como un servicio público, porque se toman en serio el feminismo y porque todavía creen en las palabras de Dutton Peabody apaleado por las huestes de Liberty Valance, denuncian las abrumadoras insuficiencias epistémicas, y la falta de escrúpulos morales, de los gurús y los charlatanes, las pseudociencias y las sectas.

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