Respuesta a Miguel Lorente. Por qué el curso “Masculinidad y violencia” es un timo
Hola, Sr. Lorente. Soy su machismo.
No, que es broma. Soy Rebeca Argudo, la “persona” que escribió el reportaje que tanto le ha molestado. Como usted me interpela en un artículo-pataleta a cuenta de eso, me permito contestarle.
Breve introducción para que nadie se pierda: el domingo en Contracultura se publica una crónica irónica sobre mi experiencia en un MOOC de la Universidad de Granada dirigido por Miguel Lorente -médico forense, profesor universitario y delegado del Gobierno para la violencia de género entre 2008 y 2011-, llamado “Masculinidad y Violencia”. Lorente se enfurruña y, tras manotear desnortado en redes con un berrinche que no es de este mundo, escribe en su blog un texto, más tarde publicado en Huffpost, en el que arremete contra mí. Me remango y salto al barro.
Señor Lorente, lo primero que me parece importante destacar es que yo no estoy haciendo uso de ningún privilegio como usted intenta hacer creer. Porque no los tengo. No soy profesora universitaria, ni asesora del vicerrectorado de igualdad de la Universidad de Granada ni exdelegada de gobierno. No soy yo el miembro destacado del establishment feminista, con miles de seguidores en redes, abusando de mi posición para señalar a una plumilla desconocida. No tengo una posición preeminente. Soy solo una periodista contestando desde aquí a las acusaciones que se me hacen desde una condición superior a la mía, intentando desprestigiar mi trabajo y a mí misma por una crítica legítima.
Tampoco es cierto que yo haya cuestionado en ningún momento a la Universidad de Granada: yo he cuestionado un curso impartido en la Universidad de Granada, no por su impartición sino por su enfoque y epistemología. Tratar de confundir a quien le lee haciendo pasar la parte por el todo es una falacia argumentativa impropia de un profesor al que se le presupone, por eso mismo, probidad. Pero no nos perdamos en los detalles, pasemos por alto su desconocimiento absoluto de los géneros periodísticos o el ad hominen continuo. Iremos directos a las acusaciones: manipulación, falsedad, falta de profesionalidad, desprestigio de la profesión…
Las abordaremos una a una, tal cual usted las plantea:
1. “Indica que se utilizan estadísticas incompletas, cuando se corresponden con los datos de los organismos y organizaciones internacionales sobre la materia (…) no dice por qué son incompletas ni aporta la parte teóricamente ‘ocultada’.”
Le contaré, señor Lorente, a modo de introducción porque quizás lo desconoce, que en un periódico nos tenemos que limitar al espacio con el que contamos. Aún más en papel. Así que, ajustándome a los caracteres de los que disponía, escribí el artículo como a mí me pareció, haciendo uso de la libertad de expresión para, a través de mi opinión, satisfacer el derecho a la información de los lectores de este medio. Pero le contesto. Las estadísticas eran incompletas porque solo se proporcionaban aquellas que corroboraban la tesis de la que parte el curso: que la violencia es cosa de hombres. En el material del curso se presentan unos porcentajes y unas gráficas muy monas pero no se ponen en contexto. Se dan los porcentajes facilitados por la ONU -al alcance de cualquiera a un solo click- sobre hombres y mujeres convictos y hombres y mujeres víctimas de homicidio, por ejemplo y entre otras, pero no se indica qué porcentaje de la población suponen ni del número de personas del que estamos hablando. Es como si yo le digo (me lo invento) que muere el 90% de las personas que comen bulgur, pero no le informo de que solo un 0,3% de la población mundial lo come. La idea que se puede formar usted de la dimensión del problema es distinta. Por no hablar de que la violencia no se limita a la física y, mucho menos únicamente a la que es castigada, y esos datos, relevantes a mi entender, no se ofrecen. Mi crítica no es tanto a las estadísticas presentadas -reales-, sino a la manera de ofrecerse -sesgada y dirigida-. El fallo, obviamente, fue mío por pensar que me matriculaba en un curso serio en el que se iba a estudiar la violencia con rigor académico, dada la institución que lo amparaba, y no que se trataría de una colección de datos que solo vienen a reforzar una hipótesis convertida en premisa incontrovertible de trabajo.
2. “Refiere que la bibliografía se limita a los trabajos de los profesores.”
La gran mayoría de las referencias bibliográficas de cada uno de los módulos eran de los profesores que las impartían. Pongamos como ejemplo el cuarto módulo, que es el que tengo a mano ahora mismo. El 4.2, Hombres poliédricos en busca de masculinidades igualitarias. 15 referencias: siete de Anastasia Téllez -la profesora que lo impartía-, una de Octavio Salazar -profesor del segundo módulo- y, mi favorita, una de Barbijaputa. Más de la mitad de las referencias son de los propios profesores. En porcentajes, eso significa que el 53,3% de la bibliografía de ese submódulo era de los propios profesores. A mí me parece un porcentaje considerable, pero estoy dispuesta a reconocer el uso de la hipérbole.
3. “Comenta que no se da un enfoque multifactorial (…) todo el módulo se basa en dicho análisis (…).”
Frase del primer módulo y cito literal: “Se debe afirmar que ‘la violencia es cosa de hombres’. No hacerlo, al margen de la falta de rigor o del error que supone, impide abordar las circunstancias que dan lugar a la violencia para prevenirla y responder ante sus diferentes expresiones”. El factor determinante de la violencia, nos queda claro en el primer minuto, es la masculinidad, y así se nos hará saber al alumnado constantemente a partir de ahora. Por si esto fuera poco, el propio Lorente en el vídeo del primer módulo concluye que “la violencia es un problema de los hombres”. No de las personas, no de nuestra sociedad. De los hombres. Poca duda queda. Además, en el material de trabajo afirma, y cito literal, que “(la cultura patriarcal) ha ignorado (…) la responsabilidad de los hombres en la violencia. Y (…) trata de ocultarla detrás de elementos que forman parte de la realidad, pero que se utilizan para distorsionarla y difuminarla para que no se pueda ver bien su imagen. La traducción práctica de ese posicionamiento es hablar de ‘multi-causalidad’ de la violencia”. Empieza Lorente el curso exponiendo cuáles serán los argumentos que se puedan esgrimir en su contra y señalándolos como machistas, poniendo así ya la tirita antes del rasguñito. Si disientes es machismo. La jugada es perfecta: Me das la razón, porque la tengo; o bien no me la das, porque la tengo.
3. “Se contradice a sí misma y se permite sacar su propia conclusión sobre la ‘teoría de la testosterona’ como causa de la violencia masculina.”
Yo no “saco teorías”, he hablado de estudios. En concreto de uno que muestra que la testosterona, en el contexto correcto, mejora el comportamiento prosocial en hombres (Wibral, Dohmen, Klingmüller, Weber y Falk, 10/10/2012). Pero hay más que no son de su agrado. Este, por ejemplo, (Simon, Anderson, Anderson, Thompson, Crosby, Shelley, Sacks, 16/04/2001) que explica por qué la gran mayoría de los hombres no agrede a sus parejas ni considera aceptable la violencia contra la mujer . O este otro del Ministerio del Interior, que indica que en España, en términos relativos, las mujeres tienden a cometer más homicidios de tipo interpersonal, mientras que los hombres lo hacen más en el marco de las actividades criminales. O que el 69% de los hombres homicidas tenían antecedentes policiales y el 31% estaban relacionados con el consumo de drogas.
No es mi trabajo confeccionarle a usted el temario, pero aún así estoy dispuesta a hacerle llegar unos cuantos estudios muy interesantes al respecto. Sí lo es, sin embargo, señalar que en un curso universitario solo se presenten a los alumnos aquellos estudios que corroboran una única tesis, existiendo otras, y obviando aquellos que introducen matices o aportan datos en otro sentido y que serían de gran interés si el fin último del curso fuese, realmente, analizar el problema en toda su amplitud. De hecho, me parecería muy bien que este cursillo se realizara en otro contexto -un casal de barrio, una academia privada, una casa de cultura-, junto a constelaciones familiares, aromaterapia y aquagym. Otro que no fuera el universitario, donde no se trata de adoctrinar o entretener, sino de alentar el avance del conocimiento. Y no hay otra forma de hacerlo -o al menos no otra que dé mejores resultados- que la confrontación de los datos y los argumentos, el sano debate e intercambio de ideas, el estudio de las diferentes corrientes de pensamiento en una materia. Escuchar, incluso al que nos incomoda, enriquece.
4. “Se sitúa por encima de un curso universitario para obtener conclusiones personales (…) y cuestiona todo el curso y el conocimiento especializado de las personas que lo imparten (…) con el objeto de criticar el curso, a los profesores y a la institución (…)”.
Definitivamente, nuestro problema es de inconmensurabilidad. No compartimos código. Yo no me he situado por encima -deje ya el ad hominem, por dios-, ni he criticado a los profesores ni a la institución. Yo he escrito un artículo de opinión hablando de mi propia experiencia en un tono claramente irónico y jocoso y en el que subyace el mensaje de que su MOOC es el tocomocho de los cursos feministas. Y que me parece aberrante que la universidad, ese templo del saber, lo acoja si su objetivo resulta ajeno al conocimiento y a la búsqueda de la verdad o, al menos, de una reflexión desprejuiciada para alcanzarla. Criticar un curso es, no solo legítimo, sino necesario. Y criticar este curso en concreto no implica criticarle a usted en lo personal, ni a su trayectoria profesional, ni al resto de profesores, ni mucho menos a la institución que lo oferta. En este último caso, apurando, lo que criticaría son los mínimos de calidad exigidos por esta o su criterio a la hora de seleccionar cursos online, los cuales desconozco porque no consigo que nadie, ni siquiera usted, me conteste.
5. “También se permite cuestionar a una compañera periodista solo por el nombre que utiliza en redes (Barbijaputa). (…), además intenta hacer creer que el curso no cuenta con estudios científicos ni con otro tipo de referencias académicas”.
La columnista conocida únicamente por el nombre Barbijaputa y cuya verdadera identidad es desconocida por el público, es citada por mí por el único nombre que se le conoce, con el que firma, y que es por el que es citada también en la bibliografía del curso. Pongo capturas de pantalla a disposición de quien me las solicite. Si la hubiesen citado por otro nombre en el propio curso, yo a muerte con eso y así me referiría a ella. Lo de presuponer aquello que yo intento hacer creer -qué rabia me da escribir tres verbos seguidos pero así es como se expresa usted- es, igual, demasiado presuponer. Tanto como si yo presupongo ahora que con esta boutade está intentando que Barbijaputa se sienta afrentada para que se enfrente a mí.
6. “Ridiculiza y falta al respeto a los compañeros y compañeras que no comparten sus opiniones y se queja de falta de debate, lo que demuestra que es ella la que evita el debate cuando los argumentos del resto no confirman su posición.”
Nuevamente, pongo a disposición de cualquiera que me lo solicite capturas de pantalla de los foros, en los que cada participación mía aportando datos no obtenía respuesta. Se trataba más de una cámara de eco que de un espacio de debate y reflexión. Todo refuerzos positivos y bravos a los comentarios que iban a favor de viento, silencio y estepicursores al resto -que eran pocos-. Que me parece muy bien si lo que hemos venido es a hacer amigos o a que nos reafirmen en nuestras convicciones, cada uno socializa como puede. Pero afirmar que eso lo que demuestra es que yo evitaba el debate, cuando lo que intentaba era precisamente debatir, es tan involuntariamente cómico que estoy segura de que ha sido fruto de la precipitación en el tecleo. No se lo tendré en cuenta. Sería como afirmar que si saludo a alguien efusivamente y no se me devuelve el saludo es porque estoy evitando saludar. Y nadie sería tan cretino como para decir eso.
Afirmar, además, que he ridiculizado y faltado al respeto a mis compañeros parece más bien un intento de que estos se sientan ridiculizados y faltados al respeto. Si no fuera porque se trata de un respetable profesor podría pensar que está tratando de alentar a la turba para que se sienta tan dolida y afrentada como usted y reaccionen beligerantemente contra mí. Menos mal que los dos sabemos que no es eso.
Señor Lorente, utilizar el machismo como hombre de paja con el que tratar de callar a cualquiera que no esté de acuerdo con usted, o que le haga la más mínima crítica, es demasiado ridículo para un adulto. Decir que porque una periodista haya escrito un artículo crítico con su patraña de curso, casi de psicoterapia esotérica, es una señal de que al machismo le molesta que se hable de masculinidad y violencia en las universidades, es una mentira. Y usted lo sabe. Por un lado, porque yo no soy El Machismo -nunca pensé que tendría que escribir esto en un artículo- y no puede personalizar en nadie un problema real porque sería muy irresponsable por su parte. Por otro, porque precisamente lo que se pide es que se hable, por supuesto, pero de una manera rigurosa y científica, que se fomente el análisis y el estudio de la violencia, que se discutan todas las teorías y estudios. Lo que se pide, señor Lorente, es que se haga justo lo contrario de lo que hace usted. Así que, de nuevo, no tome la parte por el todo: que yo afirme que la filfa de curso que usted dirige no merece estar en una universidad no equivale a que yo no quiera que se hable de violencia en la universidad. Tratar de hacer pasar la crítica a un simple curso por un ataque al bien mismo es tan presuntuoso que sonroja. Ni usted es la mayor de las causas justas hecha carne, ni soy yo el mal en el cuerpo de una mujer.
Para ser aquel un artículo que, según usted, no tiene recorrido ni eco en la sociedad, porque esta es sabia y no se deja engañar, se está tomando demasiadas molestias, cuando debería estar celebrando que pase desapercibido. Casi pareciera que teme que realmente sea sabia la sociedad y se evidencie claramente el divorcio entre la emergencia creada sobreactuada e institucionalmente y el verdadero sentir de la calle. ¿Alerta: peligra la poltrona?
Hasta aquí la columna que le habría escrito a alguien respetuoso con las opiniones ajenas, capaz de encajar una crítica, abierto al diálogo y al intercambio de ideas. A una persona normal, vamos.
Ahora, la que le escribiría a alguien que retuerce los argumentos de tal manera que abochorna al presentarse como víctima del androcentrismo, de tener la jeta de tratar de convencer de que en esta historia soy yo la que hace uso de los privilegios -esa palabra comodín- siendo él el defensor de las mujeres y yo la encarnación misma del machismo. Que pretende convencer de que la crítica legítima es un intento de perpetuar todos los males de la sociedad. Es esta la que le escribiría a alguien sin escrúpulos, capaz de instrumentalizar una buena causa en su propio beneficio, si yo fuera tan desalmada como él y no me avergonzara utilizar sus propias consignas:
Señor Lorente:
Es usted un hombre y, por lo tanto, violento. Lo está demostrando estos días acosándome en redes, tratando de desprestigiarme profesional y personalmente, alentando a la jauría aprovechando su posición de poder y sus privilegios otorgados por el machismo estructural e histórico, para que yo, pobrecita mujer sometida e invisibilizada, sea de nuevo oprimida y castigada por el mero hecho de serlo. Me siento violentada por sus ataques y, puesto que debo ser creída sí o sí y mi miedo es el primer indicativo del abuso al que estoy siendo sometida por un hombre, le pido por favor, desvalida como me siento, que deponga su actitud. Quizás no es usted consciente de su machismo y ha normalizado estas actitudes. No le culpo: es que el heteropatriarcado es fuerte en usted.
Si con este párrafo final no apruebo con honores su curso y usted lo suspende, yo es que ya no sé.