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Juan Gabriel Vásquez: «Vivimos en una polarización política extrema»

El autor sostiene que «las redes se han apropiado de la conversación y han roto la convivencia en las sociedades»
Gonzalo PérezLa Razón

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Una historia de novela para un hombre de cine. Juan Gabriel Vásquez aborda una biografía de película: guerra, exilio, ideología, viajes, conciencia, arrepentimiento, dolor... La trepidante aventura de una familia que abandona España, se instala en Colombia y salta a China. Pero, sobre todo, cómo un hijo, Sergio Cabrera, vive todas esas colisiones antes de convertirse en el director de «La estrategia de caracol». Una semblanza que surge de treinta horas de entrevistas y que ahora condensa en «Volver la vista atrás» (Alfaguara).
–Sergio Cabrera. Una vida marcada por la política, la Guerra Civil española, el comunismo de China...
–Mis novelas se asoman a cómo los movimientos de la Historia arrastran las vidas. Aquí se ve de manera dramática. Esta obra no la habría podido inventar. La habrían juzgado de inverosímil o exagerada. Fue una especie de Forrest Gump que pasa por los momentos principales del siglo XX. Con ella quería confirmar cómo la historia cuenta con mecanismos para perpetuarse de una generación a otra. Sergio Cabrera entra en la guerrilla, pero este acto comienza antes, con su tío, un héroe de la Guerra Civil española. Heredamos lo que hacen nuestros ancestros y eso nos impulsa a ciertas decisiones.
–¿Cómo influye la militancia en un hombre?
–El libro se puede leer como una novela de aventuras o como una aventura de las ideologías, una dramatización del impacto que tienen las ideas en nosotros. En Sergio lo he visto claro. Era capaz de mirar el pasado con lucidez y contar su vida con la conciencia perfecta. Reconocer cómo le trastornaron la cabeza y le inculcaron esa visión del mundo simplificada, tergiversada, falsa. En nuestras conversaciones habla de fanatismo cuando se refiere a su vida. Una cierta manera de interpretar lo que ocurrió pasa por esa noción. Y la de lavado de cerebro. Me parece admirable, por su lucidez, que hoy, a pesar de continuar siendo un hombre izquierdas y defensor de algunas de sus ideas, mantenga una mirada crítica sobre esos años de extremismos que marcaron la sociedad latinoamericana.
–Sergio Cabrera estuvo en la guerrilla. ¿Cómo se justifica la violencia?
–Los movimientos armados latinoamericanos son una coyuntura de nuestra historia muy precisa. Lo asociamos con la Guerra Fría y el advenimiento de la revolución cubana, que dividió América. El valor del testimonio de Sergio Cabrera consiste en mirar ese momento sin apartarse de él. Mi problema como novelista fue tratar de desaparecer del libro como juez y meterme en la conciencia de los personajes. Fue difícil ver el mundo desde el punto de vista de un joven republicano que pasa hambre, de un colombiano en China que descubre las ideas maoístas, de un joven que regresa a Colombia y considera que su destino es la revolución. Y, al final, le di voz a ese hombre maduro y desencantado, desilusionado, herido, que tiene que soportar el peso de las decisiones y vivir con ellas.
–La sociedad de hoy es más descreída de ideologías.
–Es una sociedad politizada. Se debe a la polarización extrema en que vivimos. Para entender el mundo en términos políticos, debemos aferrarnos a un relato, pero el mundo sufre una atomización de narrativas como consecuencia de las redes sociales, que se han apropiado de la conversación. Los algoritmos cuentan a cada usuario una historia confeccionada según sus hábitos, comportamientos y convicciones. Con eso construyen un relato para cada persona. Lo que tiene un efecto nocivo: cada uno vive una realidad que no ve el vecino. Esto ha hecho que la conversación sea imposible. Los demás son el enemigo y se ha roto la convivencia en las sociedades. Es lo que ha pasado en Estados Unidos con las elecciones. Un desastre.
–¿Comprender una vida ayuda a disculparla de sus errores?
–La novela es un lugar donde se suspende el juicio moral. Nadie las escribe para juzgar a la gente. Escribimos novelas para entender. No entramos en ellas con el dedo acusador. Eso se hace en Twitter, donde culpamos y absolvemos a los demás, donde buscamos culpables.
–En el libro aparece el exilio.
–Mi país ha recibido un millón de venezolanos expulsados por el fracaso del régimen chavista. Hay una catástrofe humanitaria en la frontera de EE.UU. Nuestro mundo contemporáneo es experto en producir refugiados, en expulsar a seres humanos de sus lugares. Es una de nuestras grandes carencias como democracias: la dificultad para abrir espacios a los que vienen de fuera.